Los mundos terceros de Ángel Manuel Soto

 

Especial para En Rojo

 

Tengo problemas con la distinción entre el primer y el tercer mundo. Esas categorías binarias son ilusorias. El primer y tercer mundo coexisten en los mismos espacios. Dentro de ese primer mundo, un término que designa una región donde prevalece el desarrollo económico y que como resultado es rico en recursos, existen mundos terceros cuyos habitantes viven en los márgenes del desarrollo. Pensar que Nueva York es la sede del capitalismo ignora el dinamismo de comunidades como Harlem, Washington Heights y el Barrio, entre muchas otras. Estas comunidades son marginadas porque sus residentes sobreviven en los márgenes de un supuesto primer mundo. Los mundos terceros están compuestos de barrios donde los niños bailan bajo la lluvia de una bomba de incendios justo al lado del punto de drogas, cuyos vendedores también velan por la seguridad de los vecinos. Estas comunidades están llenas de familias que valoran la risa de un domingo y que han sido testigos de la violencia que contamina estos espacios. Es precisamente en estos mundos terceros donde se llevan a cabo las películas del director puertorriqueño, Ángel Manuel Soto. Los temas que Soto explora en el contexto de una historia de superhéroes en Blue Beetle (México y EEUU, 2023) son centrales en sus largometrajes previos, La granja (Puerto Rico, 2015) y Charm City Kings (EEUU, 2020). Para discutir la nueva película de Blue Beetle es necesario considerar los temas que prevalecen en la obra de Soto.

En su segundo largometraje, La granja, Soto desarrolla tres historias situadas en los bajos mundos de Puerto Rico. En la primera, Ingrid (Amneris Morales) es una enfermera que trabaja en la sala de partos de un hospital al estilo de Centro Médico. Sus pacientes son mayormente adictas que paren con complicaciones a consecuencia de las drogas. Dentro del horror en el que Ingrid trabaja, ella no pierde la esperanza de tener un hijo. La segunda se enfoca en Fausto (César Galíndez), un entrenador que vende el talento de boxeo de su hijo, Santito (José Colón), a un cruel prestamista mafioso. La esperanza de Fausto es ver triunfar a Santito, aunque lo pone al servicio del mafioso. La tercera historia sigue los pasos de Lucho (Henry Rivera), un niño que no ha perdido su fascinación con la belleza, que él nota en un caballo amarrado a un árbol. La esperanza de esta belleza que tan solo Lucho observa coexiste con la crueldad con la que todos tratan al niño. El director de fotografía, Sonnel Velázquez, retrata unos espacios isleños de playas rodeadas de naturaleza y de una urbe que Ingrid observa desde la altura de su apartamento. Sin embargo, en La granja, la belleza comparte la isla con galleras sangrientas y vertederos que esconden los horrores del bajo mundo. Soto construye una isla sufrida que recuerda la desesperación dominante post-Huracán María. No obstante, los habitantes se albergan en sus sueños a través de los momentos más oscuros. Por eso, Ingrid sigue soñando con la maternidad, Fausto con el triunfo de Santito y Lucho con retratar el caballo que tanto cuida.

En su próximo largometraje, Charm City Kings, Soto cuenta la historia de Mouse (Jahi Di’Allo Winston), un adolescente afroamericano que se ha criado en las calles de Baltimore y que sueña con correr motoras. Mouse perdió a su hermano mayor en un aparente accidente de motoras y por eso su madre, Teri (Teyonah Parris), le prohíbe que goce de su pasión. Mouse trabaja de voluntario en una clínica veterinaria, una oportunidad que le consiguió Rivers (William Catlett), un policía que intenta alejar al joven de las calles. Sin embargo, a Mouse lo seducen las demostraciones ilegales de motoras en esas mismas calles. Blax (Meek Mill), uno de los motociclistas más hábiles del área, es esa figura callejera que Mouse admira. Blax es un ex convicto que trabaja en su propio taller de mecánica y que lucha por rehacer su vida. La película contrapone el mundo que Rivers le ofrece a Mouse con el de Blax. El primero es una carrera de servicio en la veterinaria que promete una posible estabilidad económica. Por otro lado, el mundo que le ofrece Blax es uno de motoras donde prevalecen las gangas y el crimen, independientemente de las buenas intenciones del personaje. Charm City Kings pierde un poco de fuerza al contar una historia fundamentada en una moralidad convencional. El protagonista está en una encrucijada entre el bien (Rivers y la veterinaria) y el mal (Blax y las motoras). Sin embargo, el sentido de comunidad que Soto desarrolla en la historia es maravilloso. Diferente a la fragmentada sociedad isleña con brotes de belleza de La granja, Charm City Kings nos muestra un Baltimore de mujeres que bromean en los balcones de sus casas, de adolescentes que gozan con sus amigos de camino a la bodega, y de la compleja cultura callejera de las motoras. A pesar de la conexión del motociclismo con el crimen, Soto logra expresar la emoción de la escena en la que Adonis (Michael B. Jordan) corre por las calles de Baltimore seguido por un batallón de motoras en Creed (dir. Ryan Coogler, EEUU, 2015).

La película más reciente de Soto, Blue Beetle, se centra en el origen de uno de los personajes icónicos del universo de superhéroes de DC. Jaime Reyes (Xolo Maridueña) es un joven latino que vive en Palmera City, otra ciudad ficticia de DC como Metrópolis (Superman), Ciudad Gótica (Batman) y Central City (the Flash). Soto combina visuales de Miami, San Juan, El Paso y Los Ángeles para erigir una urbe de privilegio financiero y de comunidades marginadas. Jaime es un empleado de mantenimiento en la multimillonaria corporación de Victoria Kord (Susan Sarandon), la villana que experimenta con una poderosa tecnología militar que le permitirá expandir su poder a través de todo el mundo. Es allí donde a Reyes le cae en las manos el escarabajo azul, el aparato con el que Kord cuenta para consolidar su poder. En oposición al privilegio de Kord, Jaime vive con su familia en un barrio latino de la ciudad. Los Reyes son una tribu que se ríen el uno del otro, se gozan una cena familiar a la mesa y se abrazan para llorar sus penas. La familia incluye a Alberto (Damián Alcázar) y Rocío (Elpidia Carrillo), los padres de Jaime; a Nana (Adriana Barraza), su abuela; a Rudy (George López), el tío; y a Milagro (Belissa Escobedo), la hermana menor de Jaime. La familia Reyes es el corazón de la película. Ese corazón se extiende más allá del núcleo familiar y se hace evidente en momentos en que la comunidad entera se junta para darse apoyo. Aparte de los poderes que le da el escarabajo azul, la fuerza real de Jaime es su familia. Tanto como la empatía que Bruce Wayne desarrolla a raíz de su trágica niñez y el amor profundo de Clark Kent por la humanidad, el sentido de familia de los Reyes le da un carácter particular al personaje de Blue Beetle.

En la película, Soto incluye los temas que definen sus largometrajes anteriores. Los problemas de las comunidades marginadas que Soto trata de maneras más realistas en La granja y en Charm City Kings, persisten en Blue Beetle. Soto desafía la idea dominante del género de superhéroes donde una figura lucha para proteger a los débiles. La familia Reyes sobrevive a sus limitaciones financieras, al clasismo y al racismo. Los Reyes son guerreros que confrontan junto a Jaime a una villana que es la encarnación del expansionismo militarista de los Estados Unidos. Aunque Sarandon pudo haber nutrido de más energía la villanía de Kord, la manera en la que ella manipula con falsos cariños a su invencible secuaz, Carapax (Raoul Max Trujillo), revela las seductoras estrategias imperialistas que hemos visto a través de la historia. La maternidad maldita de Kord es una corrupción del amor que define a la familia Reyes.

Cómo fanático de comics y del cine de superhéroes, me enorgullece que un director boricua haya dirigido Blue Beetle manteniendo los temas sociales que definen a nuestras comunidades. Pueden encontrar La granja y Charm City Kings en diferentes plataformas de streaming. Blue Beetle está en los cines de la isla.

 

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