En Rojo
Llorens es quizás nuestro poeta más conocido. De hecho, como señala Felix Córdova, hasta Juan Antonio Corretjer, el poeta nacional para algunos, nos dice que Luis Llorens Torres es el más grande.
Para mí es un poeta entrañable porque era el poeta preferido de mi viejo quien recitaba El patito feo casi completo y lo buscaba en un libro para hacérmelo leer. Luego, por requerimientos del Departamento de Instrucción Pública, mi hermana Rosario se aprendió de memoria y recitó decenas de veces en el seno hogareño El valle de Collores:
Cuando salí de collores
fue en una jaquita baya,
por un sendero entre mayas
arropás de cundiamores.
Sobre él han escrito, aparte de Félix Córdova que editó la más reciente obra poética de Llorens publicada por el ICP, buenos críticos, desde José Emilio González al propio compañero Bernabe, Iris Miranda, Melissa Figueroa, Raúl Guadalupe, y por supuesto, el lúcido estudio de Arcadio Díaz Quiñones que acompaña la antología de Ediciones Huracán del 1986. En fin, como para hacernos énfasis en la pertinencia de este poeta a quien se nos hace difícil separar del residencial.
Mi primera lectura crítica de la poesía de Llorens se la debo a la tesis doctoral sobre la poesía contemporánea de Puerto Rico (1930–1960) que presentó José Emilio González en 1967 y que me parece fue publicada dos años después.
Por supuesto, José Emilio le dedica la atención necesaria a Llorens desde Rapsodia criolla, de clara filiación modernista (1911) hasta su última producción 3 décadas después. Destaca el erotismo, la raza, el patriotismo, el americanismo, la nostalgia por el mundo de la infancia, el antillanismo y el nuevo criollismo. Así, Jose Emilio nos dice que, aparte de las otras extraordinarias cualidades, lo que habría de convertir a Llorens en el poeta más popular de Puerto Rico es su criollismo (p.64). Ese criollismo ha pasado por el filtro del modernismo y en Llores no es una nota costumbrista de un poeta culto que estudia las creaciones del pueblo, sino poemas con una identificación profunda con ese pueblo.
Me parece que es esa identificación lo que lo convierte en opinión de Juan Antonio Corretjer en, “el poeta más importante de toda la historia de la poesía puertorriqueña” , “quien verdaderamente tremolará tan alto la superioridad creadora del idioma de los puertorriqueños, que con su vuelo poético será la prueba más valedera de la hegemonía natural de nuestro lenguaje por encima del decreto militar, de la imposición legal y de la coacción militar”.
Me interesa, sin embargo, leer a Llorens desde una perspectiva diferente. Me interesan esos poemas en los que, al decir de José Emilio González, “incurre en un naturalismo, que roza el mal gusto, si no la vulgaridad, como en “La flamboyana”:
Ella, por entre sus mil peciolos,
saca la lengua, saca mil lenguas,’
con que se lame, con que se unta
de coloretes la cabellera,
la nuca, el seno, la espalda, el vientre
y hasta las nalgas y las caderas.
En otras, dice González, es brutalmente prosaico:
Bajo el frondaje de las alas
cuelga el racimo de los huevos.
Descansa en una sola pata
que ha de altura como diez metros.
(Palma cocotera)
Francisco Manrique Cabrera en su Historia de la literatura puertorriqueña (1971) nos dice que “A partir de la desaparición de La Revista de las Antillas” (¡fundada por Luis Llorens Torres en 1913!. En esta revista colaboraron como editores Nemesio R. Canales, José De Diego, Trina Padilla de Sanz, Josefa del Valle Zeno) entre otros notamos en Llorens un enfriamiento, tal vez muy explicable. Continuaron apareciendo, sin embargo, cosas suyas en periódicos y revistas, pero ya no con el vigor entusiasta de los días anteriores”. Sobre Voces de la campana mayor (1935) dice Manrique “es un libro un poco desigual en donde reaparecen, no obstante, poemas de conocido mérito. Ciertas composiciones de esta obra en realidad no llegan al nivel prestigioso del poeta” (p.245).
Es curioso que esos poemas posteriores, es decir, la segunda década del siglo XX, coinciden con estudios sobre el folklore puertorriqueño y la literatura oral y han sido interpretados como un corpus que pretende “la invención de una tradición de resistencia”. Noel Luna, entre otros, coloca esos poemas criollistas dentro del marco modernista en tanto la concepción ideológica es muy similar, es decir, resaltar el espíritu humanista latinoamericano frente al materialismo norteamericano.
Son esos poemas “vulgares” ¿sin “vigor entusiasta”? los que busco y releo muchas veces. Los leo mal, es decir, los leo como si tuvieran la misma pertinencia e importancia que la Canción de las Antillas.
Leo con licencia poética. Hago una mala lectura. Uso dos voces la de T.S. Eliot y la de Bajtin. ”The poet,” decía Eliot, “would like to be something of a popular entertainer . . . would like to convey die pleasures of poetry. . . . As things are, and as fundamentally they must always be, poetry is not a career but a mug’s game” (TUPTUC, p. 154). Por supuesto, Eliot está aquí como combatiente de la idea romántica de la poesía que hace las veces de una religión y hace un comentario mordaz a la idea del poeta con el status putativo de legislador, profeta o salvador. Deberíamos estar contentos, dice Eliot, con jugar el importante papel en la sociedad de comediante del music hall. Más que nada es un guiño irónico contra la actitud romántica.
¿Y si leo ateniéndome a los comentarios de TS Eliot? Qué pasa si leo como si la poesía fuera un carnaval? No digo una lectura bajtiana de Llorens, buscar en él el carnaval sino leerlo así, que mi lectura sea un sentimiento de alegría ruidosa, diversión, disfraz, ornamento lúdico.
Bien, Mijail Bajtin ha dicho que el carnaval:
Se relaciona con un sentimiento de alegría ruidosa, comunión social y diversión porque está abierto al disfrute de todos y todas y al uso de disfraces y ornamentos de colorido diverso y carácter lúdico. Música, bailes, actuaciones y divertimentos. Comida y bebida abundantes y una idea implícita y fundamental: la supresión momentánea de las reglas de la vida cotidiana, de la veracidad incuestionable y de las formalidades del funcionamiento social para dar rienda suelta a la imaginación y al placer.
Al mismo tiempo el carnaval implica una serie de profanaciones, sacrilegios o rebajamientos y obscenidades vinculados a la intuición de una fuerza generadora de la tierra y el cuerpo. El carnaval, se ha dicho, involucra una dimensión sensorial–concreta que sustenta la asunción vitalista de su realización. Se dirige:
a la coronación burlesca y el subsiguiente destronamiento del rey–efímero y evoca la posibilidad perenne de cambios y transformaciones, es decir, del ciclo constante de muerte–renovación en la vida.
Y de coronaciones burlescas tiene Llorens varios ejemplos:
El poema, Zoraida Tropical, es una “fantasía criolla” para la coronación de Zoraida Martínez, reina del casino de la capital de Puerto Rico. Zoraida es hija de Martínez Nadal, que en 1938 junto a Iglesias Pantín, Muñoz Marín, y Antonio R. Barceló eran los líderes de los partidos liberal, republicano y socialista.
Y que en los montes y llanos
los pavorreales se hinchen
ylos caballos relinchen
y canten los jerezanos.
Los jíbaron borincanos
cola de flores le harán,
y sujetando vendrán,
tras de su reina querida,
la larga cola tendida,
desde Guaynabo a San Juan.
Y verá la aristocracia
de su corte, en el Casino
nuestro lujo campesino
desplegado a toda gracia.
la anarquista democracia
le rendirá sus enojos;
y absortos verán los ojos
que su silueta y su sombra
pasarán sobre una alfombra
hecha de estandartes rojos
Ella uncirá en matrimonio
fuerzas de Iglesias Pantín,
fuerzas de Munnoz Marín
y fuerzas de don Antonio
–lo que no pudo el demonio
lo harán sus ojos triunfales–
y en escaleras reales
la subirán en mil manos
mil negros republicanos
y mil negros liberales.
Una carnavalización del mundo se relaciona pues con cierta relatividad en el despliegue de los designios que todo Estado, orden o colonizador, lleve a cabo en su práctica cotidiana. Aquí, en este poema, la confrontación se transforma en una armonía que solo es posible en una “fantasía criolla”.
En el poema “Carnaval” (1926) ya nos ha dicho el hablante lírico:
CARNAVAL
Bella ficción de reinas y de reyes…
oh carnaval, alegre carnaval,
que unces tus yuntas de mejores bueyes
y aras la carne en el vaivén del vals.
Esa “bella ficción” siempre opera en clave de sátira, ironía, sarcasmo, como una suerte de instrumento armonizador. Así, Reina del pueblo, es un poema a Eva Martínez, proclamanda Reina de los Obreros en el Carnaval de San Juan de Puerto Rico, año 1938.
Los obreros quieren reina?…
Los obreros socialistas, comunistas, anarquistas,
quieren reina?… ¡Quieren reina!
Ellos, ellos, los que en Rusia dieron muerte a la zarina,
los que airados en España expulsaron la realeza, los que forjaron las futuras democracias
y a los reyes los arrastran y los barren de la tierra,
ahora mansos, ahora humildes, en San Juan de Puerto Rico,
quieren reina, ¡quieren reina!
¿Qué ficción es esta en el Puerto Rico de 1938 después de la huelga de la caña, la huelga en los muelles?
A la real irrealidad de Eva Martínez,
la muy real irrealidad puertorriqueña,
la muy real irrealidad de irrealidades,
porque es toda una real hembra;
a tan regia realidad de irrealidades
que hoy se llama Eva Primera,
y es primera en los empeños
de los brazos que trabajan y la sueñan
los obreros comunistas y anarquistas
la proclaman esta noche ¡la más reina!
¿Serán estos los poemas faltos de vitalidad que no le llegan a los tobillos de ese otro Llorens?
El carnaval celebra el cambio mismo el propio proceso de transformación y no el objeto del cambio. Por decirlo de alguna manera, el carnaval es funcional y no substancial. No absolutiza nada, sino que proclama la alegre relatividad de todo (Bajtin, 1979 /2004, p. 182).
De ese modo la carnavalización del mundo, en los poemas de Llorens, desconoce afirmaciones o negaciones categóricas.
Hace unos meses, en este mismo periódico, publiqué una nota que se titulaba DJ Llorens o los falsos orígenes del reggaetón. En él esgrimía la idea de que podríamos popularizar a Llorens si nos atenemos a esos poemas “sucios” que nos acercan a una sensibilidad contemporánea, urbana. Cierto que habría que poner en crisis esa estética, pero ¿no sería un avance que se popularizara la poesía? En aquel artículo di varios ejemplos. Acá doy otros.
Y quizás alguno de ustedes recuerde una canción de Héctor y Tito, Felina:
Felina,
Tu cuerpo es tan provocante
Que me lleva a mirarte arrogante
Y estoy loco que acabes’e soltarte
Y bailemos to’ la noche
Felina.
Cuando la escuché por primera vez recorde el poema de Alyna Lyna, de Llorens:
Alyna Lyna la de la pechuga columbina
quien soñara el calor de Alyna Lyna
Alyna Lyna la de la comba equina
quien fuera joven para Alyna Lyna
Alyna Lyna la de las garras de felina’
quien crujiera en las garras de Alyna Lyna.
Pero recordemos que he dicho antes: A contrapelo de lo grave y lo elevado, la carnavalización instala —siempre transitoriamente— un tono rústico, vulgar, que sin embargo no elimina la posibilidad de determinado vuelo poético. Como en este lujurioso poema: EVA VENCEDORA
Por supuesto, hay muchos más que no tenemos espacio ahora para mostrar. Si, como afirma Arcadio Díaz Quiñones, la intención de Luis Llorens Torres es “fundar la literatura, institucionalizarla, convertirla en poder intelectual y en base de la nacionalidad”, ¿tendremos que mirar a otro lado gran parte de su poesía humorística y/o falocéntrica?
Para mí, el núcleo significativo de la obra de Llorens no está constituido por sus poemas sinfónicos, cuyo paradigma es la Canción de las Antillas, y por esa buena cantidad de poemas a las reinas del casino y los juguetones textos en los que caricaturiza los adelantos tecnológicos. Los invito a volver a Llorens.
Esta es una versión muy breve de la lectura realizada el 14 de mayo en el Colegio de abogados y Abogadas, en el marco de una Jornada sobre Llorens. La bibliografía, y la charla, están disponiblea a quien las solicite.