Nuestros pequeños infiernos: Pequeños monstruos del submundo de Mairym Cruz-Bernal

Especial para En Rojo

“Treinta radios se juntan en el cubo.

Eso que la rueda no es, es lo útil.

Ahuecada,

la arcilla es olla.

Eso que no es la olla

es lo útil».

Tao der Physik

Hablar de esa criatura que es el texto breve y decir que es joven resulta ciertamente inapropiado o, más bien, inexacto. Ella ha existido desde tiempos remotos. Solo que, recién en los últimos 40 años (bueno, en Puerto Rico, mucho más recientemente) se le ha dado nombre (y nombres) y estatus genérico (lo que sea que esto signifique). Buscamos leer buena literatura porque a través de esta llegamos, de alguna manera, a nosotros mismos, a nuestra esencia humana. Un texto narrativo literario crea un mundo de ficción cuya finalidad última es plantear, desde la perspectiva del autor (eso me dijeron siempre), una visión de mundo con la que nos identificamos, ya por afinidad o por discrepancia, con los postulados que expresa la obra. La lectura de cuentos y novelas a la que nos exponen en la escuela tradicional plantea que la lectura “adecuada” es la que logra entrar en los planos profundos del texto y acceder a los mensajes “escondidos” que “plantó” el escritor. Así crecimos convencidos de que cada texto tiene una sola lectura inmanente y un sentido que alcanzamos solo cuando “leemos bien”.  Pero Barthes nos indicó otros caminos, rutas que marcó Julia Kristeva con anterioridad. Lamentablemente, nuestra condición colonial, y de isla ‘aislada’ del mundo, nos mantiene en desventaja con el resto del planeta.

Con la minificción el asunto es un tanto más complejo. Este “nuevo género” apenas se menciona o se estudia en nuestro País. Gretchen López, Ana María Fuster Lavín, Emilio del Carril, Luis Enrique Vázquez, Josué Santiago, Amarilis Vázquez y algunos más conforman el reducido grupo de autores puertorriqueños que han publicado sus historias en forma de libro utilizando microcuentos, microrrelatos, minificciones o relatos breves (No entraré en la discusión acerca de la extensión máxima de lo micro porque no termino).

Mairym Cruz-Bernal se une a este conjunto de escritores y publica sus textos bajo el epígrafe de Pequeños monstruos del submundo, toda una metáfora que recoge el contenido de este tanto en forma como en fondo. En este trabajo literario muy cuidadosamente preparado, Cruz-Bernal juega con la palabra y presenta diversas variantes de lo micro, con historias que se extienden por una o dos páginas, hasta textos tan breves de unas nueve palabras que nos refieren al famoso Dinosaurio de Monterroso, que algunos señalan como el punto de referencia de la minificción contemporánea.

Pero ¿por qué elegir un vehículo de expresión como el texto híperbreve? ¿De qué manera lo poco sustenta la expresión de lo mucho? Esa actividad hermenéutica que se produce entre texto y lector es uno de los aspectos que le proporcionan más valor a la minificción. En estos, lo no dicho lo aporta quien lee, se detiene y medita los silencios.

Cruz-Bernal explora el microrrelato y la minificción. Entre ambos conceptos se recorre una ruta en la que va disminuyendo la narratividad, pero aumentando, desbordando el nivel semántico de las palabras. Este proceso invita, urge, requiere un lector, si no avezado, al menos comprometido con una lectura densa, y con el reto que supone leer lo que no está escrito. No sorprende que Cruz-Bernal sea poeta; lo que sí me llama la atención es el dominio de la palabra que le permite escribir, con éxito, caminando al filo entre la narración y la poesía, con resultados en los que los aciertos superan los escollos.

Ella, además de con los silencios, trabaja con múltiples recursos: la intertextualidad, lo absurdo, lo fantasmal espectrográfico, en fin, la fractalidad de un texto que se refleja en sí mismo. Uno que, en palabras de la autora, revela un mundo en el que “…todo es baile de máscaras, fanfarria, la entrada al hades”.

En este libro usted evocará y dialogará con Borges y a Cortázar, con Palés, Beckett, Marguerite Yourcenar y tantos otros trabajadores de la palabra. Reconocerá el uso de lo irónico y el recurso metaficcional. Pero, lo más interesante es que la autora nos invita a que, como lectores, tracemos rutas y adjudiquemos significados junto a ella, que vayamos más allá de lo escrito y leamos sus silencios. En ese proceso, autor y lector se vuelven uno, así como los Emaljungas que pueblan estas historias. Monstruos que, mirados con atención, parecen espejos de nuestra humanidad (¿o será de nuestra inhumanidad?). Quizás, en el fondo, la autora nos instiga a que juntos vayamos, al decir del libro, a “preñar las raíces de los árboles”, a ver si la palabra nos redime y escapamos, por un instante, a nuestros pequeños infiernos. Les invito a un café y a leer, reflexionar y disfrutar estos micros. ¡Bienvenida a la minificción, Mairym Cruz-Bernal! ¡Enhorabuena!

El autor es profesor de la UPR de Carolina

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