Poesía

La magia de así

 Más solo que solo,

con cuatro tragos dados

y el Niño de Linares

cantándome 50 Años Después,

hablando conmigo mismo

como frente a un espejo

y preguntándome

– Viejo puñetero, ¿qué

te hizo vivir sin ilusiones?

 

Ocaso

Decir viejo es decir poca cosa.

Además, en cierto modo,

me enorgullece ser viejo.

Decir más es reconocer

la torpeza de las manos,

la inhabilidad de las piernas

para mantener mi cuerpo en equilibrio

y un dolor punzante en los glúteos

que llega a los extremos

de ocasionalmente impedirme caminar.

Decir adiós es una fecha

cada vez más próxima.

Y, por si acaso, no creo en Dios.

 

Sin ripios

En el traspatio de la casa

de unos de ellos, dos galleros

viejos conversan sobre

sus afanes y sobre sus miserias.

Ya presienten el final, pero todavía

hacen uno que otro gesto.

Hablan de gallos

y se cuentan peleas

con el mismo manido

repertorio de todas las ofrendas.

Uno, exalta la casta de sus gallos.

El otro, ya no exalta nada.

 

Degustación al filo de una pesadilla

Claro que el dulce de batata es bueno;

lo que no es bueno

son las muchas batatas políticas

que el gobierno de turno siembra

en la administración pública del país

cada cuatro años.

 

La fiesta del comején

Mi mujer, algo ansiosa y descompuesta,

me deja saber sobre la existencia

de comején en la biblioteca

de nuestro hogar.

Advierte que espera que yo

atienda rápido a el problema.

Entre días, vuelve sobre el asunto

y así durante meses

urde un rosario de requerimientos

que llegan a abrumarme.

Viendo que no hago nada

se dispone a sacar libros y discos

de los estantes.

Descubre que el comején

ha dañado o se ha comido

colecciones de discos originales

que durante muchos años

guardamos como si fueran un tesoro.

Me pregunta, aún más ansiosa que antes,

que haremos ahora.

Le indico que sólo resta botar

todo aquello que ya no sirva.

Después de todo, a mis 67 años,

las pérdidas no son causa

de fuertes emociones.

 

Dios no sabe

Dios no sabe que yo también fui un ángel

hasta que se me estilló el cristal

y me quedé atrapado entre fragmentos

de vidrio cortantes que Dios tampoco sabe.

Dios no sabe lo tormentoso que es vivir

en una colonia a las alturas del siglo XXI

con sus personeros típicos meciéndonos

al son de un discurso maliciosamente en babia.

(A los personeros, no los menciono

porque no valen la pena)

Dios no sabe lo que es la fibromialgia

y las noches sin gota de descanso

que pasa mi esposa sin otra esperanza

que seguir empeorando.

Dios no sabe que hoy a las 6:00 de la mañana

le he pasado suave y tiernamente

la mano por su cabellera

y me ha dicho que no la toque

porque le duele hasta el pelo.

Dios no sabe y si lo sabe

es un gran indiferente,

un cómplice impiadoso y engreído,

un truhán que se complace

acariciándose las bolas.

salvador villanueva

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