Encontrado en las redes
[Texto leído en la presentación del segundo volumen de momento crítico, celebrada el 19 de junio de 2024 en la Librería La Esquina.]
El volumen 2 de momento crítico recoge artículos publicados entre el 2021 y el 2022, en ese periodo ligeramente post-María y todavía no del todo post-pandemia. El potpurrí de perspectivas recoge muchas de las preocupaciones políticas más apremiantes de la isla, siempre desde un ángulo de izquierda; por momentos más marxista, por momentos más ecológico, por momentos más feminista, aunque siempre marxista, ecológico y feminista.
El libro está dividido en cuatro secciones.
La primera abre con una recapitulación histórica, a cargo del Prof. Rafael Bernabe, sobre por qué acusar de vagos a los trabajadores más vulnerables es tanto incorrecto como abusivo. Continúa con un repaso de Manuel Rodríguez Banchs, más sucinto pero igualmente completo, de uno de los issues más impostergables de la política local: la crisis económica que el bipartidismo ha confeccionado gracias a una mezcla de corrupción, ineptitud y lo que solo puede describirse como “fundamentalismo capitalista”: esa fe (no sé si profesada con devoción o por conveniencia) de que realmente hay una mano todopoderosa —la mano invisible del mercado— que todo lo regula, todo lo dirige y todo lo resuelve. El tercer ensayo, también a cargo del Prof. Bernabe, termina con una amonestación certera: la denuncia sobre la “clase política” debe afinarse, ya que es preferible considerar que “los partidos políticos no dividen al país, el país está dividido en clases” (103). En el cuarto ensayo, con el que termina la primera sección, Verónika Banuchi y Randiel Negrón documentan la historia del sub-salario mínimo que cobran los trabajadores que ganan propinas; esta documentación considera, en uno que otro momento, la experiencia personal de los autores cuando trabajaron en la industria de la comida.
La segunda sección del libro comienza con una invitación a considerar un aspecto reaccionario de la era de la informática. Ángel Rodríguez plantea que, desde la seguridad incompleta de la pantalla, perdemos de vista la humanidad (en ocasiones, otreica) del interlocutor y apostamos por un victimismo despolitizado: “dejamos de ser subalternos para convertirnos en víctimas” (126). El segundo artículo de esta segunda sección anuncia una segunda entrega, que espero con ansias y que no está escrita todavía; Rodríguez Banchs y Jorge Lefevre resumen el modelo de propaganda de Chomsky, la “máquina de fango” de Umberto Eco y la politización del “lawfare” como arma política. En la anticipada continuación del ensayo, los autores aplicarán esas herramientas al caso puertorriqueño; insisto en que quedo a la espera, y con interés. Me provocan curiosidad dos cosas: los rasgos específicos que el modelo de propaganda cobra en el caso puertorriqueño y cómo se aplica —si es que se aplica— a las redes sociales.
La tercera sección del libro se titula “La encrucijada ambiental en Puerto Rico”, y contiene tres ensayos de Pablo Segarra y un relato vivencial de Josué R. “Wisin” Díaz Coss. Ambos autores apuntan al desarrollo de la industria agrícola puertorriqueña con sumo entusiasmo, y queda claro que su apuesta se centra en el desarrollo local y socializado de esta industria. En uno de sus artículos, Segarra les presta atención a los suministros de agua de la isla; en otro, a los efectos devastadores del cambio climático y a posibles vías de combatirlo; en otro, a varios proyectos fallidos de inversión extranjera para el desarrollo de la industria agrícola local.
La cuarta sección está delimitada por consideraciones de derechos civiles, principal pero no únicamente, feministas. Yanira Reyes Gil historia las estrategias anti-aborto que se han estado implementando desde la Corte Suprema federal hasta las legislaturas estatales, y que van desde reducir el momento en que se puede realizar un aborto hasta requerir que se ausculten latidos de corazón del feto, entre otras. Vanessa Contreras Capó incluye un análisis comparativo entre la noción de la autodefensa feminista y la apuesta por un sistema de denuncia que no replique las políticas punitivas y carcelarias del estado. La justicia restaurativa, escribe Contreras Capó, reconoce que “el castigo tampoco logra cambiar las violencias sistémicas” (191), por lo que reclama replantearlo, sobre todo en lo relativo a las “cancelaciones”, que son una suerte de cadena perpetua. Maya Alejandra Rodríguez-Reyes aporta una nota sobre la labor de María Dolores “Tati” Fernós, la primera Procuradora de las Mujeres de la isla, quien a su vez reflexiona sobre la politización de ese puesto en administraciones recientes. Luego siguen dos artículos originalmente escritos en inglés por Shui-yin Sharon Yam y Dianne Feeley, respectivamente, que reaccionan a la revocación de Roe vs. Wade. La colección termina con la charla de agradecimiento de Reyes Gil de cuando ganó la Medalla Nilita Vientós Gastón y un epílogo a cargo de Gabriela Quijano en el que la autora evalúa los textos anteriores bajo una óptica que llama “posthumanismo multiespecista”. Debo decir que aunque los últimos ensayos versan específicamente sobre el aborto y la violencia machista, la perspectiva de género está aplicada a lo largo de las piezas de la colección, aunque no traten sobre temas reconocibles como “estrictamente femeninos” (por ejemplo, el “agravante” de ser mujer en el contexto de la industria de la comida, que comentan Banuchi y Negrón).
Los escritos de Ángel Rodríguez, Vanessa Contreras Capó, Jorge Lefevre y Manuel Rodríguez Banchs aluden a las “reproducciones ideológicas del liberalismo burgués y […] el empresarismo capitalista de los medios” (vi). La interesantísima discusión reclama que se le dé seguimiento, ya sea en el tercer volumen impreso (cuando salga) o en la página electrónica de momento crítico. La perspectiva de Ángel Rodríguez y Vanessa Contreras no me parece menos urgente que la de Lefevre y Rodríguez Banchs, que se refieren a la prensa principalmente: las cancelaciones horizontales que se efectúan en las redes sociales (sobre todo, por faltas de carácter lingüístico) son contraproducentes y lo opuesto de estratégicas, máxime cuando se dirigen a compañeros con los que uno difiere o que se han expresado con incorrección. Este punto, que subrayan Ángel y Vanessa, afortunadamente cada vez se expresa más.
Se trata, pues, de una compilación de artículos que abarca temáticamente una gama de inquietudes políticas de la izquierda puertorriqueña. Como “no man is an island”, quiero comentar rápidamente los “momentos críticos” en que los ensayos enlazan la discusión sobre la situación colonial con algunos de los eventos más apremiantes de la política internacional de los últimos cuatro años: Covid, la guerra contra Rusia y el calentamiento global.
Se mencionaron dos consecuencias de las políticas de Covid: por un lado, el Prof. Bernabe comenta la nefasta eliminación de los “programas de apoyo económico a las personas que perdieron su ingreso” en medio de los lockdowns; por otro, Banuchi y Negrón critican la responsabilidad que los patronos lanzaron a sus empleados de vigilar que se cumpliesen con las disposiciones de salud decretadas en la pandemia. Al día de hoy, discutir las políticas de Covid provoca bochorno a muchos niveles porque estas debieron improvisarse y, además, incitaron neurosis y apasionamiento partidista. No conviene ignorarlas, como el reciente avance de la derecha europea demuestra; plantea el New York Times del pasado 10 de junio, reflexionando sobre las elecciones en Europa: “Other factors contributing to the right’s rise include lingering anger over Covid-era policies, as well as the inflation that grew in the wake of the pandemic and as a consequence of the war in Ukraine”. Este factor pesa más en Estados Unidos y Europa que en la isla, pero un pequeño protagonismo tiene en nuestra clase política, considerando que en la Legislatura puertorriqueña la figura más vocal en contra de los excesos de la pandemia fue (lamentablemente) Joanne Rodríguez Veve. Otra consecuencia de las políticas de Covid es el actual estado de rezago en la comunidad estudiantil, que podemos atestiguar algunos de nosotros, que impartimos clases. El tema debería seguirse explorando y discutiendo para ver si damos con una explicación de estos fenómenos.
La colección recoge ensayos publicados entre 2021 y 2022, por lo que sus textos no han gozado del espacio para digerir cómo la invasión de Ucrania y la subsiguiente guerra contra Rusia afectan el día a día del 100 x 35; esto recién se está comenzando a entender y pensaría que solo tendremos una idea clara de aquí a un tiempo. Segarra menciona una importante consecuencia de la guerra: el aumento en el costo de los cereales. El Consejo Europeo estima que ha habido una disminución de 29% en la producción de granos y aceite de girasol en Ucrania entre 2022 y 2023, lo que encarece los precios a nivel global. El ensayo de Rodríguez Banchs y Lefevre, a su vez, revela la herramienta que debemos manejar para descifrar la causa del enorme fracaso de la “izquierda” estadounidense (y parte de la colonial) a la hora de posicionarse en contra de la guerra de proxy contra Rusia. De mi parte, conozco gente que hace años denunciaba el rol de Estados Unidos como “policía del mundo” y a partir de la vehemente y efectiva manufactura del consenso producida por los medios, la publicidad y sectores importantes de la academia que hoy día se declaran partidarios de “ir a defender la democracia” y “luchar contra el fascista Putin”. Esta manifestación de jingoísmo enajenado de la geopolítica es una clara victoria de los mecanismos que describieron Chomsky y Herman en su libro y que resumieron Rodríguez Banchs y Lefevre.
Finalmente, fueron Segarra, Bernabe y Quijano quienes aportaron a la discusión ambiental en esta ocasión. Los autores abogan por un contraataque socialista a la amenaza del cambio climático; este privilegia la energía renovable y la disminución de emisiones de carbono por parte de las economías desarrolladas (el “primer mundo” o “norte global”). Por ejemplo, el Prof. Bernabe prescribe “reducir las emisiones de CO2, detener la deforestación, suprimir la energía fósil y remplazarla con energía renovable, reducir el consumo de energía […] en pocas palabras, […] abolir el capitalismo” (99). Se trata, por supuesto, de una receta prudente, pero si se me permite una dosis de pesimismo, no parece que se vaya a tomar en serio.
Esto que diré a continuación no es en absoluto una crítica a la solución que plantean los autores, sino una consideración, quizás motivada por la desesperanza, con la que pienso que en algún punto deberíamos lidiar. Les comparto mi pesimismo para ver si me pueden sacar de él.
Si uno observa con frialdad la prognosis del calentamiento global y la compara con la voluntad política que hay para atenderla de la manera que determina la izquierda, no llega a conclusiones muy entusiastas que digamos. Esto, no solo por el avance de negacionistas ambientales a nivel global (el caso más importante es Donald Trump, pero también hay una importante contrapartida europea), sino por la inutilidad de la “izquierda” hegemónica para atender el tema: por ejemplo, ¿cómo es posible que Bernie Sanders y el Squad (AOC, Ilhan Omar, etc.) hablen de reducir las emisiones de carbono para proteger a las futuras generaciones a la vez que envían miles y miles de millones de dólares a una guerra suicida que además de haber devastado a Ucrania deja una terrible huella de carbono en el planeta? La semana pasada leí que la guerra ha emitido 175 millones de toneladas de CO2 (más que las emisiones anuales de Venezuela u Holanda y equivalente a poner 90 millones de carros en las calles), una posible subestimación que no incluye cosas como las 115,000 toneladas de gas natural que se soltaron luego del estallido de Nord Stream. Con todo, la “izquierda” institucional gringa insiste en financiar la guerra, un traspaso multibillonario a la industria de armas que se promociona como una “guerra justa”, y que empeora profundamente la situación climática. Esta contradicción es tan palmaria, que hasta los republicanos hacen chistes al respecto. De más está decir que si uno se posiciona delante del espectro político oficial estadounidense, en la medida en que uno se aleja de esta “izquierda”, el compromiso con la destrucción del medioambiente es cada vez más palpable hasta llegar a los negacionistas de la extrema derecha; procedo «a fortiori».
Así que tenemos, de un lado, que Estados Unidos no va a reducir sus emisiones de carbono, eso no va a suceder; de otro lado, es injusto exigirles a India, Pakistán e Indonesia que adelgacen su desarrollo. La izquierda debería entender que nada de esto va a suceder, lo que pone la bola en la cancha del capitalismo, a fin de cuentas, y en la posibilidad de que sean tecnologías como la de captación de carbono las que de alguna manera amortigüen la catástrofe ambiental. El estado podría y debería tener un rol financiando el R&D de tecnologías para revertir el impacto de las emisiones de carbono, pero hasta ahora la contestación de la izquierda no parece tener la posibilidad de implementarse, porque lucha contra prioridades mayores: como la de hacer una guerra contra Rusia para degradar sus capacidades militares o destruir Gaza en venganza del ataque del 7-10.
Vuelvo a los tres temas que comentaba orita: las consecuencias de Covid, la guerra contra Rusia y el cambio climático están a la vanguardia de los desasosiegos políticos de este año, que la revista Time ha catalogado como “the ultimate election year”, ya que habrá habido 64 elecciones en total, en las que casi la mitad del planeta asiste a las urnas. Un cuarto asunto, el genocidio de Gaza, se abre espacio entre tanto dolor de cabeza mundial. En la isla atendemos pormenores de sabor local, incluida la posibilidad de que el Partido Popular haya recibido una estocada mortífera; no son todas malas noticias.
Los ensayos de este libro lanzan un constructivo llamado a la discusión. El momento en el que estamos reclama que se amplíen y enriquezcan los diálogos y continúen las conversaciones. El compromiso con que los autores de esta edición expresan sus posturas e ideas representa un paso en esta dirección.