Mucho se ha dicho y escrito desde este pasado domingo, cuando un comediante racista e imbécil, de nombre Tony Hinchcliffe, se refirió a Puerto Rico como «una isla flotante de basura» durante su presentación en el anunciado mítin de cierre de campaña del candidato del Partido Republicano de Estados Unidos, Donald Trump, en el icónico Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York. Trump eligió el «Garden» para su mítin por la importancia histórica del lugar como símbolo de la metrópolis que millones de personas consideran como «la capital del mundo», y de la que él se cree uno de sus dueños.
El insulto hacia nuestro país desde la plataforma de Trump en el Madison Square Garden es una señal de la imagen negativa que de Puerto Rico y las y los puertorriqueños comparten millones de estadounidenses, y que Trump encarna y hábilmente explota con propósitos electorales.
Es la prueba irrefutable de que si la mitad de la gente de Estados Unidos no acepta a las y los puertorriqueños, cuyo país invadieron, ocupan y controlan desde hace 126 años, mucho menos estarían dispuestos a hacerlo con los millones de inmigrantes del resto de los países no blancos del mundo que llegan a Estados Unidos en busca del mal llamado «sueño americano».
La ideología y visión del movimiento MAGA ( «Make America Great Again») deja fuera a todos aquellos que no son considerados dignos de formar parte del grupo de «hombres creados iguales» que inspiró a los llamados «padres fundadores» de la nación estadounidense. Eso nos incluye a nosotros y nosotras.
Lamentablemente para Trump y su gente, Nueva York y el «Garden» también son símbolos importantes para nuestro país y nuestra gente. Desde que la Gran Migración de Puerto Rico se convirtió en la válvula de escape de la pobreza y el desempleo en esta, la principal colonia de Estados Unidos en el Caribe, y nuestra gente comenzó a desembarcar de los buques Carolina, Coamo o Marine Tiger en los principales puertos de la metrópolis, con solo un billete de ida, la ciudad de Nueva York se convirtió en el principal destino y primer asentamiento de nuestra diáspora, ahora dispersa por todo el continente.
Por eso, no fue casualidad que hace exactamente 50 años- el domingo, 27 de octubre de 1974- el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), que muy temprano en su historia ya se había convertido en una importante fuerza política en Estados Unidos, celebrara un gran acto multitudinario en el Madison Square Garden.
Salvando la distancia y las abismales diferencias ideológicas, el acto del PSP fue igual de grande y masivo que el de Trump. Los boletos de entrada se vendieron a 3 dólares, y todas las casi 20,000 butacas fueron ocupadas y miles de personas más abarrotaron la acera procurando entrar, en lo que quizá fue la demostración más grande y solidaria que jamás se hizo en suelo de Estados Unidos para reclamar la independencia de Puerto Rico y la excarcelación de los prisioneros políticos nacionalistas, que ya llevaban más de 20 años en las peores condiciones en prisiones estadounidenses. La energía fue electrificante. Dentro del «Garden» una gigantesca bandera de Puerto Rico, con su triángulo azul celeste y su estrella solitaria, servía de telón de fondo para el estelar desfile de personalidades boricuas y de Estados Unidos que allí se presentaron. La solidaridad de los grupos de la izquierda estadounidense fue completa. Hubo representación de todo el espectro: afroamericanos, mujeres, pacifistas, socialistas, estudiantes, sindicalistas, activistas de los derechos humanos, académicos e intelectuales y «celebridades» de la estatura de Ray Barreto, Angela Davis y Jane Fonda, solo para mencionar algunas. La danza de la libertad protagonizada por un grupo de nativos americanos del liderato del «American Indian Movement», con su vestimenta ceremonial y sus hermosos plumachos, fue el toque emotivo que desbordó el ánimo y entusiasmo de la delirante audiencia. Fue una fiesta real y la Nación Puertorriqueña de las dos orillas brilló con luz propia aquella tarde espectacular en las mismísimas «entrañas del monstruo.»
Recordar con orgullo y celebrar aquella gesta de hace 50 años el mismo día en que se nos llama «isla flotante de basura» desde aquel mismo escenario, y en vísperas de una elección en Puerto Rico que promete ser histórica, demuestra claramente que nuestra nación y nuestra lucha libertaria siguen tan vivas como siempre y que nuestra gente sabe cómo remontar sin miedo sobre todos los insultos y la violencia de los que son amparados por el poder. Por eso, desde la certeza de quienes somos y qué nos merecemos, aquí va nuestra respuesta para quienes nos desprecian: «La moraleja se cuenta sola. Como diría el poeta Antonio Machado, ‘Hoy es siempre todavía’. La violencia hacia Puerto Rico desde el poder en Estados Unidos es la de siempre. Las lógicas del racismo y la exclusión que mantienen a nuestro archipiélago colonizado hoy son las mismas que, en su versión más extrema, posibilitan un genocidio televisado desde Palestina, territorio igualmente colonizado, pero asediado por una guerra desigual.
El arquetipo de la violencia es el mismo: colonización, racismo, violencia de Estado, exclusión.
Ayer, hoy y siempre, Viva Puerto Rico Libre. Vivan los pueblos del mundo en resistencia».