Israel falló sus objetivos e Irán sigue de pie 

 

Hace casi dos semanas, cuando se inició la ofensiva militar de Israel contra Irán, muchos expertos sucumbieron a reiterar lo que ha sido la narrativa de Israel y Estados Unidos sobre el balance de poder en el Medio Oriente: el absoluto dominio militar de un Israel armado hasta los dientes y dotado de un arsenal de poder irrepetible,  cortesía del gobierno de Estados Unidos.

En uno de sus acostumbrados arranques de soberbia, Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, anunció sus dos objetivos militares. El primero, la total destrucción del  programa nuclear de Irán y la paralización de labores hacia su producción de una bomba nuclear. Como segundo objetivo, la ofensiva militar de Israel también lograría descabezar al gobierno islámico de Irán y sus principales líderes, y provocar un cambio de régimen hacia uno más favorable a Israel, Estados Unidos y Occidente.

Estados Unidos se unió al coro, por voz de su presidente, Donald Trump, el Vicepresidente J.D.Vance y el Secretario de Estado, Marco Rubio, trío que al unísono proclamó que Estados Unidos no permitiría jamás qué Irán tuviera una bomba nuclear, a lo que portavoces del gobierno de Irán respondieron asegurando que no la tienen.

Pero, como pasa siempre con las maquinarias de guerra- que una vez se ponen en marcha es casi imposible detenerlas- el tinglado de los intereses de la guerra y las armas se impuso y casi estuvo el mundo  ante un escenario similar al de la patraña de las  «armas de destrucción masiva» que precedió la invasión de Iraq por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en aquella descabellada guerra, que el mundo entero sabe que terminó como una farsa. Una farsa que costó decenas de miles de vidas y la ruina de la civilización del Valle de Mesopotamia.

En esta ocasión, los objetivos eran un «siniestro programa nuclear» y la cúpula calificada de «terrorista» del gobierno de la República Islámica de Irán, enemigos de turno para ser aniquilados por el más reciente y superlativo arsenal para la guerra aérea.

Según los cálculos gigantistas de Netanyahu, el colapso de Irán era inminente. La realidad, sin embargo, no tardó en desmentirlo porque algo ya ha aprendido la humanidad después de tantas veces de haber sido engañada y desengañada. Tras doce días de intensos y extensos bombardeos, Irán lució no solo controlado y  preparado para dar la batalla frente a Israel, sino que sus ataques con misiles teledirigidos hacia Tel Aviv y otras áreas del territorio penetraron el llamado «domo de hierro» que protege la infraestructura y población israelí, dieron en sus blancos, destruyeron con precisión sus objetivos, y ocasionaron  daños mucho más extensos y generalizados de lo que nadie fuera de Irán jamás imaginó. Lo más dramático fue la sorpresa de quienes no anticiparon la respuesta de Irán, especialmente dentro de Israel, cuyo gobierno y buena parte de su población dan por descontado que ellos siempre ganan y que son intocables e inalcanzables. Por eso, el vacilante apoyo que todavía tenía Netanyahu entre su gente sufrió un daño aún mayor que el ocasionado por los misiles iraníes sobre sus posesiones o su rutina de vida.

Por su parte, el programa nuclear de Irán parece hacer resistido los embates de las bombas de alto impacto y penetración de  Estados Unidos sobre sus instalaciones. Según medios de prensa, hay indicios de que Irán logró incluso transportar cierto material nuclear estratégico fuera de una de sus instalaciones antes del asalto estadounidense.

Donald Trump movilizó su fuerza en apoyo a la ofensiva de Israel con una intensa campaña de bombardeos a las llamadas instalaciones nucleares de Irán, campaña que, según expertos, puede haber violado no sólo la Constitución de Estados Unidos sino también convenciones y reglas internacionales sobre la participación en conflictos entre naciones. Medios de prensa de la región han informado que las instalaciones nucleares de Irán no resultaron incapacitadas en su totalidad tras la campaña estadounidense.

Israel también falló en el objetivo de propiciar el derrocamiento del gobierno de Irán. El gobierno no solo no colapsó sino que ha atraído el respaldo de algunos de sus antiguos  opositores más recalcitrantes, los cuales prefirieron cerrar filas tras la República Islámica en este conflicto,  antes que dejar siquiera la impresión de que apoyan a Israel. Por otro lado, las naciones europeas reunidas en la cumbre de la OTAN y el resto de la comunidad internacional tampoco han expresado el apoyo efusivo a Israel que les mereció en el pasado. Tal parece que el genocidio de Israel en Gaza ha comenzado a girar la tuerca de la paciencia de los demás países en la región y Europa.

En resumen, tras doce días de incesantes bombardeos, Israel está debilitado e Irán sigue en pie. Golpeado, bombardeado y con cientos de muertos y heridos entre su población, Irán demostró determinación, capacidad militar y de respuesta, preparación y mesura, como para sorprender hasta al propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien anunció un inmediato cese al fuego del conflicto y comprometió a Israel a cumplir con los términos del mismo.

Israel falló en los dos objetivos que anunció al principio de su guerra contra Irán. Este último emergió del conflicto como un interlocutor firme y mesurado que la comunidad internacional debe incluir y atender en cualquier diálogo o negociación sobre el Medio Oriente, ahora y en el futuro.

 

 

 

 

Artículo anteriorpara morir en la orilla (fragmentos)
Artículo siguienteEsta semana en la historia