Reorganizar la esperanza

En todo el mundo, las iglesias cristianas empiezan la preparación a la fiesta de Navidad, buscando renovar en las comunidades la fuente de la esperanza. De hecho, la Navidad no es sólo para celebrar el aniversario de nacimiento de Jesús, sino para, inspirados por el, renovar en el mundo la esperanza de un mundo nuevo más justo y con una humanidad más humana.

Cuando se mira el mundo actual, eso parece una utopía muy lejana y hasta irreal. Las fuerzas opuestas son tan fuertes que parece no haber sentido en esperar algo bueno y justo. Sin embargo, quien verdaderamente cree en la Vida, como consecuencia cree en la revolución como posibilidad de transformación radical de nuestras vidas. Y esa es la fe propuesta por Jesús en los evangelios. Dios tiene un proyecto para el mundo y somos llamados a vivir eso como testigos de un mundo nuevo posible.

Esa esperanza nada tiene a ver con la ilusión del futuro. Esperar no es aguardar lo que pueda venir. Es vivir desde ahora lo que proponemos para mañana. Esa esperanza no depende de la coyuntura favorable. No puede ser prisionera de nuestras victorias ni rehén de nuestros resultados. Si así fuera, no sería la esperanza de la fe. Esa es una esperanza sufrida y rebelde, como han vivido los profetas y Jesús de Nazareth. Como vive la madre Tierra, que en medio a los ataques del sistema opresivo, gime de dolor, pero no deja jamás de generar flores y señales de vida nueva. Nuestra esperanza es vivida aquí y ahora, pero es movida por el Infinito y al Infinito se dirige. Es don del Espíritu y a ella no podemos renunciar. Al contrario, ella es la testarudez de saber que nuestra lucha es invencible. Podemos perder batallas, pero no lucha. Como dicen los indios en Chiapas: “Somos un ejército de soñadores. Por eso, somos invencibles”.

Es comprensible que al mirar la realidad actual de América Latina, y del mundo, seamos tentados por la desesperanza. Eso hace más urgente reorganizar, desde las bases, en nuestras comunidades, la esperanza revolucionaria. Que este tiempo de preparación para la Navidad pueda ir más allá de la religión. Debemos desarrollar una espiritualidad socio-político-liberadora. Eso significa vivir la fe y la búsqueda de la intimidad con el Misterio Divino no sólo en el espacio íntimo de los corazones, sino en las luchas concretas por una sociedad más justa, de acuerdo con el proyecto divino. En las Iglesias, es urgente dar al mundo el testimonio de que Dios, si es Amor, no puede ser de derecha. Y que por El, podemos esperar un mundo nuevo de justicia, paz y cuidando unos de los otros y a la madre Tierra.

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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