
Cuatro mujeres. Número místico, sacro.
Una directora-actriz desdoblada. Es, a la vez, una polímata nacida a finales del siglo XI y una artista de hoy, malherida por el dolor de la Tierra.
Las voces sublimes de antiguas composiciones musicales enlazadas con las voces de defensoras de la tierra, del agua, de la vida, perseguidas –incluso asesinadas– por los ecocidas del presente.
Cuerpos y movimientos rigurosamente ensayados, el torrente mismo de la vida coreografiado en manos, sillas, rostros, palos, sudores, tablas que, “atravesadas por la luz”, muestran y esconden.
Una composición escénica y lumínica imantada en el círculo sagrado, con un mapa de astros por fondo y las plantas de la ofrenda, la medicina, el olor, la belleza, por circunferencia. Ese círculo, iluminado y ensombrecido, del que las cuatro actrices no salen una vez han entrado, es el mandala simbólico del viaje al interior, al encuentro con la viriditas.
Un libreto profundamente estudiado, investigado, impecable, tal vez demasiado prolijo, como desbordado es el genio vital y vitalista de Hildegarda de Bingen.
Y sosteniéndolo todo, el rito primigenio, el de todos los milenios, el teatro.
La pieza escénica Hildegarda, un aire atravesado por la luz, de la compañía teatral mexicana La máquina de teatro, que es, a su vez, un proyecto de mujeres, hilvana textos, visiones y composiciones de la abadesa, escritora, filósofa, música, científica, médica, mística (y tanto más) medieval. Con vigencia arrolladora, conmovedora, la pieza trae la figura y obra de Hildegarda a nuestro presente de grave crisis climática y política. Lo hace, además, junto a una lista de mujeres medievales escasamente reconocidas y a otra de mujeres contemporáneas de América Latina y África, todas “atravesadas por la luz” del amor innegociable a la tierra, al agua, al aire, a lo divino de la vida, de vivir.
La pieza no escatima en denunciar la sanguinaria violencia patriarcal-capitalista-racista contra dicha trenza de mujeres vitales, contra su pensamiento, sus luchas y sus creaciones. Pero en tanto focaliza especialmente la profunda botánica de Hildegarda, nos sugiere que ellas, como las plantas, siempre retoñan desde la invisible y enciclopédica hondura de las raíces. Su memoria es savia. Para seguir germinando, no requiere la bendición de nada humano.
“Las plantas no nos necesitan. Lo mismo no puede decirse al revés”, sugiere la pieza en otras palabras. Sabrán las plantas. Nosotros, ¿qué?
No tiré ninguna foto. Tal vez no debí. Me las traje en el corazón de mi insignificancia, en la rotunda confianza de que, durante aquellos 75 minutos, el milagro secular del teatro me dio aire y me atravesó de luz para seguir siendo la nada-todo que soy al servicio de la Tierra.
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La dramaturgia de Hildegarda, un aire atravesado por la luz es de la maestra Clarissa Malheiros, con la colaboración de la también maestra Juliana Faesler a partir de ideas y textos de Hildegard von Bingen, Verónica Martínez Lira, Alejandra Reta Lira y Victoria Chirlos.
La dirección es de Clarissa Malheiros y Juliana Faesler (quienes a su vez dirigen la compañía La máquina de teatro, fundada en México en 1996).
Clarissa Malheiros, Sol Sánchez, Paulina Álvarez Muñoz y Narda Belinda Romero conforman el elenco.
La música, a partir de las composiciones de Hildegarda, es de Mariana Chávez-Lara.
Juliana Faesler está a cargo del diseño de iluminación y Cristina Faesler, del de vestuario.
La pieza se presenta en la íntima sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque en la Ciudad de México desde el 26 de junio hasta el 10 de agosto de 2025.
Sueño con que se presente en nuestro país. Y sigo soñando, como siempre, con que aquí se quiera bien el arte hondo y sus artistas.