Será Otra Cosa: Archivo Santaliz: estrategias pa bregar con el archivo

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Especial para En Rojo

En estas semanas se presenta por primera vez en San Juan la más reciente obra de Kairiana Núñez Santaliz, una de las mayores potencias actorales de mi generación (no lo digo yo, lo dicen muches), y autodenominada deportista escénica. Archivo Santaliz, que estrenó en abril de 2021 en Taller Libertá en Mayagüez y ahora llega a San Juan por vía de El Hangar en Santurce, es una pieza unipersonal en la que Kairiana asume el rol de la heredera de un legado familiar y nacional; el archivo de su tío, el prolífico dramaturgo y director teatral Pedrito Santaliz, fundador de El Nuevo Teatro Pobre de América. La artista, que aquí funge de actriz, escritora, directora, productora y mucho más que ha quedado fuera de los créditos, usa su propio bagaje vivencial y teatral para proponer mil formas de bregar con la enorme responsabilidad que implica esa herencia. El resultado es un sacudón emocional y sensorial en estos tiempos de distanciamiento, donde estamos más susceptibles que nunca a la experiencia catártica de un evento teatral presencial.

Yo también heredé hace unos años el legado de mi padre, que incluía cajas con documentos, libros, y encomiendas de proyectos futuros. En los últimos años he frecuentado velorios más que nunca, y he abrazado con actitud de veterana a otras hijas e hijos que comienzan a procesar las muertes de sus padres. Hablamos de las cajas y los proyectos pendientes, de los deseos de honrarles, y las condiciones de los archivos en la isla. Hacemos planes para publicar libros o websites y frecuentemente se dilatan cuando esas tareas se mezclan emocionalmente con todo el torbellino que representa el duelo.

Interrumpo este texto para hablar de mí porque siendo también heredera y artista ha sido liberador participar de Archivo Santaliz. Kairiana carga su herencia con soltura, una actitud refrescante para cualquiera que se sienta agobiada por las tareas incumplidas, los documentos sin escanear y el acecho del olvido. Cuenta ella en la pieza que lleva años cargando con las cajas de su tío, escarbando e imaginando posibilidades durante el lleva y trae de mudanzas, desamores, viajes, estudios y estos tiempos desastrosos que nos ha tocado vivir. “¡Qué tremendo mandato! ¡Qué obligación subterránea y a menudo inconsciente! Qué trampa del destino” dice en tono dramático citando a Rosa Montero. Sin embargo, Kairi parece haber descifrado múltiples rutas de escape de esa trampa, y se presentan a lo largo de la obra como un arsenal para que otras podamos bregar también con lo que nos toca.

“Cuando una hereda un archivo siempre habrá un déficit de algo. Siempre faltará una parte” dice en otro momento. Así como en Puerto Rico hablamos de lagunas para referirnos a las ausencias en la memoria, recientemente aprendí que en la República Dominicana usan la palabra bache. Es una coincidencia bonita, pues en el teatro se habla de baches para referirse a momentos imprevistos causados por error, donde sólo queda improvisar para rellenar y distraer a la audiencia. Así mismo responde Kairi, sin miedo a intervenir o a pasar las historias de su tío por su propio cuerpo y el filtro de sus experiencias.

En una isla en quiebra donde la cultura no existe sin autogestión, meterle mano al archivo familiar usando su propia vida y traumas como material es el mayor ejemplo de hacer con lo que hay disponible. La sintonía entre el teatro pobre de Pedrito y el de Kairiana no termina ahí y no es una mera decisión estética, como ella misma explica, sino un reconocimiento del contexto de Puerto Rico y un posicionamiento político hacia las maneras de producir arte aquí. En este archivo no hay cajas libres de ácido ni control de humedad. En vez, el escenario está lleno de tupperwares de plástico; cajas de dudosa efectividad contra el hongo pero accesibles a cualquiera que quiera conservar comida en la nevera.

La pieza comienza con la lectura de dos cartas de Pedrito al Banco Popular de Puerto Rico escritas en 1998, en las que detalla su situación económica y advierte que no estará cumpliendo con los pagos de su préstamo porque la UPR no le ha renovado contrato y necesita darse un merecido viaje. Kairiana responde con la lectura de una tercera carta al banco, escrita por sus padres en 2015, explicándole a Richard Carrión por qué no pudieron continuar pagando su hipoteca luego de retirarse del Departamento de Educación de Puerto Rico. La lectura de estos textos no-teatrales genera una intimidad inmediata y establece el tono de la pieza; quedamos ablandadas, tiernitas, en un espacio confuso entre ganas de reír y ganas de llorar. Más adelante, escuchamos un par de cartas de amor del amante de Pedrito desde la Cárcel de Las Cucharas en Ponce, y Kairi nos cuenta de sus propios amores frustrados y logrados en tiempos de crisis. Asume la tarea de la archivista como una no sólo de clasificar sino de conectar, cuestionar y compartir, desde un lugar tan vulnerable como lo han sido estos documentos a la merced del clima.

Recientemente, en una entrevista con Laura Moscoso para el periódico feminista Todas, Kairiana le narró: “Este fue el primer trabajo: hurgar en el archivo papel por papel, documento por documento; maravillarme, descartar, inventar un sistema para clasificar”. En lugares vaciados de memoria, con archivos debilitados por el desinterés y la humedad, todas tenemos la posibilidad de asumir un rol generando mecanismos para el recuerdo y documentando por diversos medios nuestras propias realidades y encuentros. La protagonista se sincera con la audiencia usando el archivo de su tío como punto de partida y retorno, pero marcando decididamente sus propios rumbos. Su talento por la reescritura y la adaptación de textos se lo adjudica a los días en que su papá le hacía las asignaciones de historia y ella trabajaba los textos hasta que parecieran suyos. En este caso, no sólo Kairiana encarna a Pedrito sino que hace su propio relato al momento de contar los de él y no tiene miedo de irse por todas las tangentes, sin freno, hacia lo desconocido. Todo es posible material histórico, todo es posible material teatral.

Archivo Santaliz no es sólo una pieza de teatro contundente sino un archivo de relaciones y vínculos, un proyecto que da continuidad y espacio de colaboración a varias vidas marcadas por el teatro pobre y callejero. Tengo la gran fortuna de conocer a Kairiana desde hace más de 20 años, cuando éramos adolescentes tomando talleres de teatro con Maritza Pérez y participando en comparsas en marchas por Vieques y la libertad de los presos políticos. Ahí también conocí a Pelé Sánchez Tormes, que funge como asistente de dirección y producción de Archivo Santaliz, además de operar el circuito cerrado, y a Marién Vélez, encargada del diseño de luces de la pieza. Las tres colaboraron también en el diseño del espacio, que marca una poesía escénica económica y puntual. Cuando las cuatro éramos parte del grupo de teatro Jóvenes del ’98, viajamos por la isla presentándonos en plazas, centros culturales, campamentos de verano y canchas de baloncesto, entre muchos otros espacios. Nuestra pieza Hostos Hoy se adaptaba a cualquier lugar con tal de colocar un par de pelucas y sombreros a los lados de lo que denominábamos escenario. El país aún no estaba en quiebra y ninguna de nosotras imaginaba lo que sería este presente impresentable, pero ya habíamos asumido la vocación de resolver, de necesitar poco para crear las condiciones propicias para expresarnos.

El año pasado, Kairiana, Pelé y yo aprovechamos el PUA y vivimos unos meses juntos dedicándonos a nuestros proyectos en Cabo Rojo. El desempleo pandémico nos sirvió para producir una obra teatral y una película, y para que Pelé regresara a Puerto Rico después de años en Nueva York. Como bien explica Kairiana en Archivo Santaliz: “Nuestra fortuna política siempre ha sido tan desventurada y tan precaria, verdad. Y yo defiendo la precariedad, en tanto y en cuanto yo la decida”.

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