Especial para En Rojo
Claudia me pide impresiones de lectura sobre Sirenas, su segundo libro, publicado por la editorial Riel en 2023. Me he dejado provocar por el ardor de fuego de su última entrega. También, debo decir, por su poemario anterior, Versión de viaje, publicado por Folium en 2018, cuyos poemas han resonado en mí desde entonces. ¿Cómo resistir la fuerza expresiva de esos versos que se escriben en el vaivén del viaje sobre un mar abismal que acerca y aleja, a la vez, las orillas? Mucho de ello hay en este su nuevo libro.
Celebro su más reciente poemario haciendo honor a la ternura de los afectos. Diré sin empacho que, además de haber sido colega en su paso demasiado breve por la Universidad de Puerto Rico -y señalo que lamento profundamente haber perdido el gran lujo de tenerla como colega según merece, con plaza-y de haber sido colaboradora de nuestra columna Será otra cosa en el periódico Claridad, Claudia es mi amiga poeta más joven o, quizás, mi amiga joven más poeta. Me enorgullezco de ese hecho, de su amistad lujosa en inteligente humor y brillante palabra.
Esta vez vuelvo a Sirenas buscando alguna comprensión que ofrecerles, intentando dibujar puntos que me permitan leerlo llamando a la razón. Sin embargo, afirmo a toda voz: no hay porqué explicar la belleza, ni la conmoción provocada por el cúmulo de palabras que reúne este poemario. Pero algo habré de decirles hoy sobre esa voz y sus sirenas. Deberé proponerles algunas claves de lectura. Empezaré con dos postulados: Claudia Becerra define la poesía como experiencia; Claudia Becerra es una sirena.
Mi experiencia de lectura comienza con la hermosura de la edición. No es secreto que un libro es la factura de muchas manos; se sabe que las decisiones editoriales, por ejemplo, determinan tipografía, colores, papel, entre otros aspectos. Esta edición de Sirenas lo convierte, sin duda, en un libro objeto. Las ilustraciones abstractas en blanco y negro de Allison Cruzado Tavárez densifican los significados e impresiones del proyecto poético de Claudia Becerra. La lectura comienza con las formas que sugieren hojas, piedras, redes, grietas o cuadrados. Ofrecen y proponen un diálogo entre el diseño y la palabra. A mí, tan dada al tacto, las ilustraciones me han provocado el deseo de pasar mis manos por las páginas, de tocar los poemas.
Entonces, me adentro a la palabra. Escojo como primera ruta los epígrafes, esos marcos que son como el faro para una travesía: “De pronto suena en la noche una sirena/ de alarma, larga, larga, el aullido lúgubre de la sirena’” de Ernesto Cardenal; “The reason we don’t see you/ The reason’s just a sound” de Nicolas Jaar. Cardenal me lleva a otro monstruo, la cegua, que al igual que la sirena, grita y encanta. Jaar, a la confrontación, o mejor decir, a la yuxtaposición de imagen y sonido. Al menos ya sé que para entrar a este concierto de palabras, se debería, por momentos, cerrar los ojos. Pero desisto de explicar a Claudia a través de otros. Me aviento al libro y sigo la voz. Sé que me extraviaré, pero ese es el juego formulado por el monstruo alado, ¿no?
Compuesto de veinte poemas, Sirenas propone dos ritmos o partes, así lo señala la propia poeta en entrevista con Víctor Torres[2]. El primero experimenta con el sonido de la música, particularmente con el álbum del mismo título de Nicolás Jaar, artista chileno de género electronic experimental ambient house (apenas puedo pronunciarlo). El segundo, más dolorido, son poemas sobre uno de los muchos retornos de la poeta. Entre uno y otro ritmo, aparecen puntadas de la historia de Odiseo en pos de su Ítaca y el canto de sirenas que provocan extravíos.
El diálogo con Jaar resulta un experimento visceral que nos recuerda la cualidad acústica de la palabra. No sé si Nicolas sabe de Claudia, pero yo solo sé de él gracias a ella. Me sumo como lectora-espectadora-oidora de una escritura que reconoce su intertextualidad sin tapujos, que asegura que el arte solo puede ser conversación, junte, encuentro. Resulta que los títulos en inglés de la primera parte del poemario de Becerra (“Just Killing Time”, “American I’m for The Birds”, “No”,” History Lesson”, “Three Sides of Nazareth” y “Leaves”) establecen relaciones con algunas de las piezas del álbum de Jaar. Me lanzo a la experiencia. En honor a Claudia, abrimos una botella de vino-requisito indispensable para tal práctica musical-(uds. harán lo propio) y recordando la lluvia verde sobre el agua de una noche de verano en mi casa, escuchamos a Jaar y leemos a Becerra. ¿Resonancias?, muchas, ¿no las llamó correspondencias, Baudelaire? La experimentación con la vibración sobre la materia, la incorporación de la sonosfera sobre el sonido clave, el uso de la palabra como música, el interés de sacar el sonido de su contexto de origen, la dificultad de un arte experimental, además de los temas tratados, son muchas de las asociaciones entre las obras.
En el primer poema de Sirenas, “Just Killing Time”, por ejemplo, el sonido de las sirenas de la ciudad apertura el texto y la hablante lírica decide mirar naderías, como: “la madera/abrasada por ejemplo/comunicándose en saltos de luz.” Y de aquello que parece inconsecuente, se formula la revelación: “Desde el fondo oscuro/algo hueco, muy por detrás del fulgor se expresa.” La yo poética tramita la cotidianidad del perder el tiempo para buscarle significados a su existencia. El juego de sentidos del vocablo “sirenas”, la fuerza de las imágenes enjundiosas, la apuesta por la palabra como desvelamiento de este poema son constantes en Sirenas. Parecería que la más importante revelación en esta primera parte del poemario es la sensación de que la historia se repite, de que “lo hicimos otra vez y otra vez y otra vez”, pues aunque “ya dijimos No, el sí está en todo” al decir de Jaar. Aun así, habrá que arder hasta en sueños.
El segundo ritmo o parte del poemario ofrece en poemas breves un nuevo regreso al origen. Leo el primer poema de esta parte:
Cual fuego fatuo
Volvemos a este lugar
aún cuando nadie
pueda certificar dónde
ni para qué
ese lugar existe
La voz poética retorna al país natal o a su imaginario de él y duda de su empresa. Melancolía es el nombre para el sentimiento de pérdida que no reconoce o distingue el objeto perdido ¿Qué se ha perdido? ¿Cuál es el sentido del retorno? ¿Qué monstruos ancestrales reaparecen? ¿A esto se ha venido?, son las disquisiciones de una voz que se halla entre “el not-yet and the no-longer” al que alude el epígrafe de George Simmel.
Llegar para hacerse casa, como una especie nueva que se adapta al estar aquí, en un país que no le hace lugar. Ese regreso a ninguna parte se experimentará como una casa repleta de grietas que no acaba su derrumbe y que se sostiene sobre el cansancio de quienes insisten en retornar porque, para usar una imagen de Claudia, se es una hoja “que sigue atada a la raíz”. Estos estupendos poemas recogen la experiencia vital de una generación empeñada en vivir cual matojo que nace entre cemento en nuestro país roto.
No diré que la voz de Sirenas es odiseica, pero hay algo de ello en su insistencia en el origen. Sin estar atada al mástil, “sin trocitos de cera en los oídos”, el yo poético logra el viaje al país de la melancolía con plena conciencia de su fatuo deseo. Hay que tener valor para nombrarla, para colocarse triunfante en una oda a la tristeza anticipada.
Se piensa que sólo la alegría es revolucionaria; se equivocan. El triste desafío de seguir remando, a pesar de las lecciones de historia, es el arte milenario de los insurrectos. Claudia propone su navegar con palabra exacta e imágenes sorprendentes en su construcción.
Acontece que Claudia se me ha vuelto sirena. Y de las mejores, digo yo, monstrua alada, de irresistible voz melodiosa con la que hechiza y desafía navegantes. Quizás, hasta se torna sirena de sí misma, obstinada con el extravío del lugar de origen.
Su seductora voz poética hace que una también se pierda en el mar de la lectura, de la experimentación sonora, del país que también es sirena. Acepté el gozoso reto del descarrío. ¿Acaso la maravilla de un buen libro no es provocar la sorpresa en la lectura, hacernos navegar en él sin rumbo, atentos a las orillas a las que nos lleva o en las que nos abandona? No hagan caso a Circe, adéntrense en el canto de Sirenas.