#AquíViveGente:carta abierta para bregar con el colonialismo académico “light”

 

 

 

Rima Brusi e Isar Godreau

Especial para En Rojo

Hace poco recibimos una invitación de última hora para colaborar con  un equipo  de académicos de EEUU interesados en obtener un “grant” para “explorar” y “visualizar” la institucionalización de un programa diseñado por ellos en los recintos de la Universidad de Puerto Rico. Su acercamiento, aunque interesante, no nos parecía particularmente apropiado para el contexto histórico y las necesidades de la isla, pero la metodología ya estaba planteada y la receta ordenada. ¿Qué querían,entonces?  “Consultoras” puertorriqueñas que, por mil pesos al año, les brindaran información para añadir a su propuesta, permiso para incluir nuestros nombres y expertise para darle más credibilidad a su proyecto, y nuestra disponibilidad para facilitarles el trabajo en la isla y reclutar estudiantes. 

 No son los únicos. Tampoco son malas personas. Son académicos que se identifican como solidarios, y son parte de un patrón que, en nuestros círculos, conocemos bien. Cansadas de explicar, una y otra vez, los problemas inherentes a su acercamiento al estudio de nuestro país, y con la ilusión de articular una respuesta constructiva que los invite a reflexionar, hemos escrito esta carta abierta para investigadores que, como ellos, quieren “ayudar” a Puerto Rico, pero desde un acercamiento y actitud desinformados que ilustran, y a la vez invisibilizan, dinámicas imperialistas. Para esta categoría de investigadores, y con la esperanza de que encuentren formas más efectivas de ayudar, va dirigida esta carta:

Querido académico de una universidad estadounidense:

Apreciamos tu interés en visitar nuestro país–sus playas, campos, universidad y comunidades–para hacer investigación.  Pero fíjate: llevamos décadas bregando con este tipo de visitas e invitaciones, apoyando a investigadores basados en universidades norteñas con sus necesidades de hospedaje, transporte, comida y hasta traducción, contestando preguntas, acompañando y ofreciendo recomendaciones sobre a dónde ir, cómo vestir, con quién hablar, a dónde comer… Pero con demasiada frecuencia, estos  proyectos de investigación diseñados e implementados por académicos en EE.UU., aunque bien intencionados, refuerzan las mismas dinámicas coloniales que han llevado a Puerto Rico al punto difícil en que se encuentra ahora en ámbitos como vivienda, ambiente, salud y educación.

Queremos dejar algo claro: esta carta NO es para les aliades del norte que sí han establecido colaboraciones genuinas con  Puerto Rico y que le han ofrecido experiencias valiosas de investigación a estudiantes boricuas a través de los años, que sí los hay, y cuya solidaridad y colegialidad atesoramos. Tampoco es para los casos descarados y sin remedio de investigadores que prefieren no pensar en estas cosas y seguir tomando nuestras comunidades por asalto, agitando a medio mundo, extrayendo “datos”, asoleándose en nuestras playas con los “fondos externos” que nuestras universidades no están en posición de obtener para luego regresar al norte a publicar sus resultados y preparar nuevas propuestas mientras los boricuas de cuya situación y trabajo gratis se beneficiaron se quedan atrás, igual o peor. Esta carta abierta está dirigida a ustedes, los académicos “liberales” y, en principio, solidarios, que exprimen a Puerto Rico sin estar fully aware de lo que hacen. La escribimos para atender ese despiste persistente en un escrito  que les ayude a repensar sus proyectos y evitar repetir un patrón extractivista donde ustedes  lideran, controlan los fondos y “consultan” a expertos locales sin integrarlos de manera significativa y/o sin compensarlos adecuadamente.

Este patrón (llamémoslo colonialismo académico “light”) atraviesa múltiples disciplinas de investigación, refuerza desigualdades en lugar de atenderlas, y se repite una y otra vez. En Puerto Rico existe (y sobrevive a duras penas y contra toda suerte de obstáculos) mucho trabajo relevante y valioso, que las propuestas que ustedes escriben, con demasiada frecuencia, ignoran, citan selectivamente, o usan a modo de “token” para legitimar proyectos pensados y dirigidos desde fuera. Una y otra vez, vemos cómo iniciativas locales que podrían fortalecerse y servir como fuente de aprendizaje son eclipsadas por esfuerzos “nuevos” que no logran integrar el conocimiento puertorriqueño de manera significativa.

Esto del tokenismo no es una rabieta nuestra o un deseo poco elegante de protagonismo: es un problema real y una dinámica tan colonial como los elementos más visibles de nuestra condición política (elementos que, por cierto, muchos proyectos que ustedes identifican como “ciencia social” se las arreglan, de alguna manera, para ignorar.) El problema recurrente de la tokenización versus la inclusión significativa implica que en los proyectos y resultados que contribuyen a las carreras de ustedes (investigadores visitantes), los puertorriqueños quedan, con frecuencia, reducidos a una suerte de “Viernes” boricuas para los “Robinsons” Crusoe norteños: mencionados de pasada en “agradecimientos” y referencias; citados como “colaboradores intelectuales”  sin que sus aportaciones sean realmente incorporadas, su papel reducido a una consulta superficial en lugar de una participación genuina; o silenciados y al tiempo directa o indirectamente plagiados, su intelecto tratado como un dato más.

Las raíces históricas de este patrón están tan arraigadas y presentes como las de fenómenos que son coloniales de manera más material y visible: la Junta no electa que nos rige, la extracción descarada de los mal-llamados “inversionistas” multimillonarios que nos roban, los políticos que nos explotan, las empresas que guisan de los fondos destinados a nuestra salud y educación, los turistas y expats que suben el costo de vida y techo y que le plantan verjas a nuestras playas, y así. La diferencia (y el motivo de esta carta) es que en el caso de ustedes, los scholars, el cluelessness no tiene lugar ni excusa: you should know better. We want you to do better.

Los fondos federales y privados de investigación fluyen de manera desproporcionada hacia universidades en EE.UU., mientras los académicos e instituciones puertorriqueñas, que ya operan con recursos limitados, reciben poca o ninguna compensación por sus contribuciones. No hace mucho, uno de ustedes nos preguntó, sin ironía, que si esta es la situación, ¿por qué los investigadores puertorriqueños no allegan más fondos externos para sus proyectos? Bendito sea dioh, contestamos: Primero, que nuestros investigadores sí escriben propuestas, investigan con y sin ellas, y buscan beneficios concretos para nuestra gente a pesar de los  recursos siempre escasos y las vacas siempre flacas; segundo, que si no hacen más o no consiguen más chavos es justamente por el deterioro de nuestra universidad y de las estructuras necesarias para allegar fondos externos, incluyendo condiciones tan básicas como la electricidad. Los recortes que socavan la capacidad de nuestra universidad para poder competir por estos fondos no son un fenómeno aislado: son una de tantas transferencias de recursos colectivos al ámbito del lucro y lo privado. Por poner un ejemplo: el capitalismo colonial que le ha quitado la mitad del presupuesto a nuestra universidad pública le ha otorgado exenciones por esa misma cantidad a uno solo de nuevos proyectos de “desarrollo”, “Esencia”, diseñado para robarnos playa y sustento y que ni siquiera han empezado a construir.

Hagamos el siguiente ejercicio de empatía, a ver si pueden ponerse en nuestros zapatos por un instante: imagínense colonizados y oprimidos por un país que los invadió hace más de un siglo; que ustedes y sus colegas, amigos y familiares a diario andan repartiendo cuerpo, alma, energía e intelecto en múltiples frentes, todos ellos urgentes: defendiendo la costa, el derecho a la vivienda, las escuelas, la universidad, los derechos humanos, y tantas otras cosas bajo asedio, todos los días. Imagínense que al mismo tiempo que les quitan recursos en todas las esferas esenciales para la supervivencia,  les exigen cosas como “eficiencia”, “costo-efectividad” y “resiliencia”, términos que ahora significan, en esta colonia matria nuestra, no un uso apropiado de los recursos (esos, repetimos, nos los quitan vorazmente y a diario) sino nuestra resignación sonriente a la precariedad permanente.

Y ahora, todavía en nuestros zapatos: imaginen que, en ese contexto, investigadores (buena gente pero perennemente clueless) de “afuera”, en instituciones del mismo imperio que los ocupó y a diario los aplasta, los invitan a colaborar. ¡Colaborar, qué alegría! ¡Crear conocimiento, hacer cosas buenas por el país! Pero no, no exactamente: estos investigadores no les preguntan a ustedes cuáles son los temas más apremiantes de investigación, ni cuáles son las necesidades de colaboración. De alguna manera, las preguntas ya están formuladas y ustedes terminan sirviendo de guías, anfitriones, reclutadores, babysitters o traductores para los investigadores do-gooders que tienen fondos externos para visitar, pero no el lenguaje o las herramientas culturales para navegar el país sin ayuda. Así las cosas, ustedes terminan dedicándose a engorrosas gestiones administrativas de a pie, conectando a los visitantes con personas claves, y recomendándoles las mejores playas, las pocas que todavía los colonizadores no alcanzan a comprar del todo. Terminan regalando conocimiento intelectual y práctico obtenido con décadas de esfuerzo y sumándole, a su ya cargada agenda de vida en un país bajo asedio, el trabajo físico y emocional de una colaboración desigual.

Esperamos que el ejercicio anterior les permita ver con mayor claridad lo que nos pasa, y cómo a menudo la ilusión de “colaboración” se cuaja en estudios que generan fondos y publicaciones para los visitantes sin producir ningún impacto tangible para los habitantes o instituciones en Puerto Rico. Los vemos en “proyectos piloto” que ignoran o no fortalecen el trabajo ya existente y ampliamente “piloteado” en la isla; en subvenciones de gran escala donde los académicos locales quedan marginados mientras los PI de EE.UU. recogen datos y agradecen la colaboración; o en grants exploratorios donde investigadores y estudiantes locales—quienes lidian diariamente con las mismas condiciones de precariedad que los investigadores externos estudian y documentan—terminan ofreciendo trabajo emocional e intelectual gratuito.

Puerto Rico no es un sandbox para la imaginación colonial, es un país: #AquíViveGente.  No puede seguir siendo tratado como un laboratorio intelectual para académicos de EE.UU. Es una colonia que ha soportado décadas de crisis—política, económica y ambiental. La educación pública ha sido desmantelada sistemáticamente por el colonialismo y el capitalismo, con el impacto agravado por huracanes, terremotos y una pandemia. En este estado de emergencia permanente, los oportunistas del desastre—políticos, cabilderos y buitres financieros—se benefician, desviando fondos de las universidades públicas hacia instituciones privadas con fines de lucro, especulando con los cientos de escuelas cerradas (en su mayoría ilegalmente) después del huracán María, apropiándose de tierras costeras y privatizando servicios esenciales.

Ante esta realidad, los investigadores afiliados a universidades en EE.UU. no deben seguir operando bajo el mismo libreto colonial de viajar, “colaborar”, extraer, asolearse y regresar. Cualquier proyecto académico en Puerto Rico debe considerar el contexto sociopolítico y económico más amplio, incluyendo cómo la propia investigación académica corre el riesgo de replicar las estructuras de poder que han contribuido a la crisis en la educación pública.  Si estás dispuesto, estimado colega, a reconocer y evitar este tipo de colonialismo extractivista “light”, tu propuesta debe buscar beneficios directos y medibles para Puerto Rico, garantizar la participación significativa de académicos puertorriqueños como co-investigadores o personal senior desde el inicio, y estructurar preguntas, métodos, estructuras y presupuestos que reflejan esa prioridad. Así diseñado, tu proyecto será no sólo más justo, sino de mejor calidad, te lo aseguramos: se trata, como dicen a veces allá, de un win-win.

No decimos todo esto para “cancelarte”: escribimos esta carta en el espíritu constructivo de una herramienta para la conversación y colaboración genuinas. Para hacerla  aún más útil, te enlazamos al final un esfuerzo colectivo que, desde nuestra diáspora, presenta (en inglés) ejemplos, condiciones y recomendaciones para la estructuración de proyectos de manera ética. Te invitamos a acercarte a nuestra realidad con los ojos, el corazón y el intelecto verdaderamente abiertos. Tu simpatía nos simpatiza, pero no es suficiente.

Sinceramente- Rima Brusi e Isar Godreau

Nota de RB: desde la diáspora, quiero agradecer la solidaridad de muchos investigadores basados fuera de Puerto Rico, tales como los autores de las recomendaciones disponibles en el enlace, especialmente Adriana Garriga López, siempre dispuesta a pensar juntas sobre asuntos como éste.  https://converge.colorado.edu/working-groups/puerto-ricans-and-covid-19/

 

 

 

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