El WSJ habla de una “nueva alianza”, que apoda (no sé si con intención jocosa) CRINK, que incluye los otros dos polos importantes (China y Rusia), además de los villanos usuales: Irán y Corea del Norte. Si BRICS es la alianza económica contrincante, CRINK es un “eje” enemigo surgido luego del desastre de Ucrania, de la misma forma en que el “Eje de la Resistencia” Irán-Hezbollah-Hamas-Yemen responde a las políticas gringo-israelitas sobre Palestina.
En cualquier caso, para lidiar con CRINK y BRICS, al menos, los gringos necesitan controlar el Ártico, que aceleradamente se derrite, tanto para propósitos comerciales como militares; esto explica el rollo con la posición estratégica de Groenlandia.
Trump no es un “loco caprichoso” al que se le metió en la cabeza la idea alucinada de poseer Groenlandia porque sí, sino que esta movida responde a los intereses de la llamada “seguridad nacional” estadounidense. La cabronería fulminante y épica, esa cualidad que realmente hace de Trump, al decir chomskiano, “the worst criminal in history”, es que él sabe que el calentamiento global es real; dado que las placas de hielo de Groenlandia se están derritiendo a las millas como parte de los efectos del antropoceno, la movida de ocupar o poseer un territorio privilegiado en el Ártico es más que imperativa. Permitir que Rusia y China controlen la región polar, muy pronto navegable, equivale a una claudicación.
El cataclismo ambiental se evitará —si es que se evita— gracias al capitalismo, la tecnología y la innovación, considerando que los medios que ha propuesto la izquierda (reducir las emisiones de carbono) no están contemplados seriamente ni por las potencias imperiales ni por los países en vías de desarrollo. Pero ese es otro tema. Por el momento, una de las consecuencias de este evento climático motiva la anexión de la isla norteña.
¿Y la caribeña? Ajusto los versos palesianos: “¿Puerto Rico? Mi isla ardiente, para ti todo ha terminado. En el medio del mar Caribe, Puerto Rico, isla en declive, bala como un cabro estofado”. La anticuada “posición geográfica estratégica” de la colonia boba al día de hoy no significa nada, lo que promueve su expulsión del abrigo imperial, sea bajo Trump o bajo otro presidente (incluso demócrata: pensaría que también bajo alguien como AOC, quien deberá seguir instrucciones del Pentágono y las élites de su partido). Vislumbro una redefinición del estatus de la isla como consecuencia del cambio climático —la independencia, digo—, para bien o para mal. Reconozco que el uso de bolas de cristal es muy fortuito.
Existe la alternativa adicional de seguir cargando con Borikén para arriba y para abajo, claro. Tampoco veo que tenga que entorpecerse nuestra función de paraíso fiscal para los ricos y famosos: sería cuestión de llenar cláusulas y firmar un par de papeles. Puerto Rico podría continuar siendo un laboratorio para alcanzar la independencia, dado que lo más probable es que nos seguiría gobernando gente como JGo, Pierluisi, AGP, Fortuño, etc..