Stalin del sol

 

Hay insultos que son elogios. Me explico.

Acabo de leer un artículo del renombrado periodista Oleg Yasinski, sobre el Centenario de la ex Unión Soviética. Oleg nació en Kiev y es hoy un ciudadano de Argentina, país en el cual se nacionalizó.

Es un artículo cargado de nostalgia, sobre la infancia y juventud de una población que fue educada en el amor al prójimo y servicio a los demás, y donde lo pasaron muy mal aquellos que “nunca soñaron con hacer algo más allá de su bienestar personal”. Esa generación descubrió muy joven que el dinero no lo era todo en la vida.

Del artículo me sorprendió una afirmación: “La gente siente una enorme necesidad de aferrarse a su memoria histórica, donde predomina aquel proyecto que con sus luces y sombras nos hacia soñar con un mundo diferente”, y su declaración de que “los pueblos juntan dinero para reponer las estatuas de Lenin y Stalin”.

¿De Stalin?

Aprendí a detestar a Stalin cuando visite la casa de Trotsky en Coyoacán, después de la de Frida y Diego. Ver la extrema austeridad de los Trotsky, y después el video sobre su muerte, me provocó un profundo sentimiento de repulsa.

Entiendo que sin su tenacidad y testadurez de campesino de Georgia y ex seminarista, el pueblo ruso no hubiera podido derrocar a los nazis, pero también entiendo que las reformas económicas que impulso para convertir a Rusia en una potencia industrial, costaron la desaparición del campesinado, en el sentido literal de la palabra.

Ahora, al margen de una evaluación de Stalin, que no puede depender de Occidente, donde hay Gulags todos los días y abundan los campos de concentración para los emigrantes, el asesinato de los negros, la desprotección de mujeres, niños y ancianos, confundir a Stalin con Fidel Castro es un insulto.

Vi la ira de Fidel cuando acusaron a Cuba de tortura. Ordenó una investigación en todas las cárceles de la isla y exigió a la OEA, que nunca protestó contra Guantánamo, que enviara una comisión que viajara por todo el país y encontrara uno solo, una sola persona que dijera que había sido torturada.

A Fidel debemos la liberación de SurÁfrica, el retorno de Nelson Mandela, el apoyo a los movimientos de liberación en los países más atroces de Latinoamérica y Centroamérica. Fue un Alejandro Magno a quien Cuba le quedaba chiquita, y su llamado fracaso económico tiene que ver con un bloqueo económico real que ya dura seis décadas. No toleraba el diletantismo, el snobismo, la comemierdería. Era soberbio en el dominio del conocimiento. Pero que nadie ose faltarle el respeto y menos quienes no tienen méritos sociales ni humanitarios para hacerlo.

Que nadie ose

 

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