Especial para CLARIDAD
Puedo afirmar, con la serena certeza, como si estuviera contemplando el horizonte al amanecer, que los medios noticiosos norteamericanos silenciaron la visita de la delegación puertorriqueña pro-estadidad que desembarcó en Washington DC, como una inesperada tormenta tropical en medio del invierno.
Los delegados estadistas, incluyendo puertorriqueños demócratas de diversos escondrijos de la metrópolis, se reunieron llenos de esperanza y fervor, para participar en la Cumbre a favor de la estadidad en la capital de la nación estadounidense. Entre el bullicioso cabildeo en los pasillos del Congreso y las fiestas de cócteles y bocadillos que destilaban un aire de complicidad, algunos encontraron en esos momentos de camaradería el refugio necesario para sus sueños de progreso.
Sin embargo, como un rayo de sol que se desvanece al atardecer, el tema de la estadidad para Puerto Rico desapareció del mensaje a la nación que el presidente Donald Trump pronunció el pasado martes ante los miembros del Congreso.
La estrategia inicial de la Gobernadora era que su presencia en Washington y la celebración de la Cumbre llamarían la atención del presidente y de sus asesores, quien se esperaría que pronunciara palabras de aliento sobre la estadidad.
Pero los asesores del Presidente, en un alarde de imaginación desaforada, solo vislumbraron en su discurso la oportunidad de convertir a Groenlandia en el próximo estado 51 de la nación norteamericana. Sus vastos suelos de recursos naturales y la escasa población que habita en ese rincón del mundo parecieron hechizar sus pensamientos, desviando la mirada al Caribe hacia los gélidos paisajes del Ártico.
En un giro inesperado, como una novela de realismo mágico, la Gobernadora decidió cambiar de rumbo a mitad de camino y abandonó su estrategia inicial de exigir un proyecto de ley favorable a la estadidad, como lo había conseguido cuando los demócratas estaban en el poder. En lugar de enfrentar esta adversidad con una estrategia clara y coherente, la Gobernadora se conformó con presentar los resultados del plebiscito no vinculante del pasado noviembre de 2024. Esta decisión fue vista como un intento desesperado por evitar un rechazo desde el podio presidencial.
El resultado de la visita ha dejado un sabor amargo. A pesar de los esfuerzos por presentar la visita como un paso significativo hacia la estadidad, la realidad es que el ambiente político en la capital estadounidense es adverso a las aspiraciones de la gobernadora y sus séquitos. Desde el inicio, la visita estuvo marcada por una serie de eventos que parecían más enfocados en la autopromoción de los delegados que en lograr avances concretos para Puerto Rico.
Este enfoque en la autopromoción no solo generó críticas en las redes sociales, sino que también planteó dudas sobre la seriedad y la preparación de la delegación para abordar los temas críticos que afectan a Puerto Rico. Mientras las imágenes y los gestos simbólicos dominaban la narrativa, muchos se preguntaban si se estaban aprovechando realmente las oportunidades para entablar diálogos significativos con los legisladores clave.
Además, la percepción de incomodidad por parte de algunos congresistas en las fotografías no pasó desapercibida, lo que llevó a especulaciones sobre si estas interacciones eran genuinas o simplemente forzadas para cumplir con una agenda mediática. Este tipo de estrategias, aunque puede generar visibilidad a corto plazo, claramente desvió la atención de los problemas estructurales del país que requieren soluciones urgentes y colaborativas con los Estados Unidos, como lo exige la base del partido estadista, y la oposición política del país.
Todo ese andamiaje elaborado por la Gobernadora y su delegación estadista, se vio como un intento de consolidar una base política en Puerto Rico en lugar de un esfuerzo real por avanzar en el tema de la estadidad que se encuentra muy mal parada en Washington. Esto dejó a muchos ciudadanos preguntándose si las prioridades de la delegación estaban alineadas con las necesidades del país.
Los observadores tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos no tardaron en señalar la falta de resultados tangibles de la visita. Además, la resistencia del Partido Republicano a la estadidad para Puerto Rico es evidente. Los líderes republicanos en los comités del Senado y la Cámara de Representantes, que tienen jurisdicción sobre el futuro político de la isla, no tienen en agenda el tema de la estadidad. Esta realidad política hace que los esfuerzos de la gobernadora y su delegación parezcan aún más desconectados de la realidad.
En resumen, es hora de que la Gobernadora y su equipo reconsideren su enfoque y busquen estrategias más efectivas para lograr objetivos concretos que mejoren la situación de Puerto Rico.
La incapacidad de la Gobernadora para asegurar la visita de algún miembro del gabinete del presidente Trump a Puerto Rico es obvia. Esta falta de atención directa por parte de altos funcionarios federales ha colocado a un lado la crisis energética y la necesidad de un plan integral para la sustentabilidad alimenticia. La implementación de un programa de desarrollo agrícola sostenible podría no solo fortalecer la economía local, sino también reducir la dependencia de importaciones, un aspecto vital para la resiliencia de Puerto Rico frente a futuras crisis. Sin embargo, la ausencia de un diálogo efectivo con el gobierno federal ha limitado el progreso en estas áreas esenciales.
Por ejemplo, en su reciente gira por América Latina y el Caribe, el Secretario de Estado, Marco Rubio, evitó incluir a Puerto Rico en su itinerario, a pesar de ser considerado un aliado cercano de la Gobernadora. Desde la República Dominicana, Rubio propuso la instalación de un cable submarino como solución para mitigar la crisis energética de la isla, una idea que, aunque presentada como un avance, ha sido percibida por muchos como insuficiente y simbólica.
Esta propuesta de Rubio evoca imágenes de tiempos pasados, cuando los arrimados dependían de la generosidad del hacendado para acceder a servicios básicos. Para algunos, este gesto refleja el limitado compromiso que la gobernadora ha logrado negociar con Estados Unidos, dejando en evidencia la falta de soluciones estructurales y sostenibles para los problemas críticos de Puerto Rico.
El autor es abogado de Washington, DC