Vigilias

Luna llena Myrna Baéz, 1979

 

 Vanas y engañosas son las esperanzas del insensato, y los sueños exaltan a los necios. Como quien quiere agarrar la sombra o perseguir el viento, así es el que se apoya en los sueños. – Eclesiastés, 34, 1-2. (Cita de Libro de sueños (1976), Jorge Luis Borges)

Confieso que me cuesta descansar. A menudo me desvela lo mundano.

Hace poco un reconocido comentarista de televisión, radio y podcasts lanzó una pregunta venenosa al aire. En el contexto de las amenazas de pausas, cierres y consolidaciones de programas universitarios, preguntaba con su acostumbrado cinismo: “¿Y el paro de la UPR en Río Piedras de hoy es para que [sic] precisamente…?” Ante la respuesta de Rafael Bernabe, que enumeraba cinco demandas medulares de los sectores más activos de la comunidad universitaria, el comentarista respondía: “Faltó la paz mundial”. Más adelante, le reprochaba a diversas personas, propagar “un wish list sin ton ni son”. Se ha quedado conmigo esa frase. Acusaba una naturaleza arbitraria y extravagante en las posturas del movimiento. Para el comentarista político, algunos reclamos pertenecían a ese plano en que lo aparentemente inalcanzable se confunde con lo risible: algo así como la paz mundial en boca de reinas de belleza.

¿Qué era lo que le resultaba ridículo? ¿La exigencia de una reforma universitaria? ¿El retorno al 9.6% del fondo general? Sin importar que la mayoría de estos reclamos sean completamente realizables, cualquier propuesta le evocaba el material de los sueños.

He ahí el misterio. Defender la restauración –por no hablar del fortalecimiento– de nuestra mejor institución social ha caído en el territorio de lo ilusorio, aquello sin lógica. En el orden que se nos ha dispuesto, lo concreto es sacrílego: por incomprensible, por vano, por ocupar un espacio que se debe reservar vacío.

 Despertemos y pongamos pies en la tierra aquí, en nuestro enclave histórico. Con la consolidación de una nueva derecha a nivel global y el agravante de nuestra situación colonial, los proyectos de orientación social no sólo son incompatibles con el espíritu de los tiempos, sino que han perdido el sentido y hasta han llegado a convertirse en la fuente de todo mal colectivo. Así, la universidad pasa de ser la piedra angular del progreso socioeconómico y el emblema del alto grado de desarrollo técnico de nuestra sociedad a ser una ineficiencia presupuestaria y peor aún, el germen de ilusiones nocivas.

Esta degradación de lo común no es exclusiva del ámbito universitario, aunque sí se manifiesta ahí con mayor virulencia. Corresponde al espíritu tan irracional como inexorable de un modelo económico en crisis. Nuestra economía de enclave, cautiva de la crisis global que atraviesa el capitalismo del siglo XXI, se retuerce y delira.

Los síntomas abundan en el cuerpo social. Para las mismas fechas, el ex-secretario de Hacienda Francisco Parés se oponía enfáticamente a la implementación del impuesto mínimo global, arguyendo que eliminaba “esa competitividad para fines competitivos” que ofrece el modelo económico (histórico) de Puerto Rico. En la misma conversación profesaba la necesidad de cerrar hospitales, por ser ineficientes y por estar en condiciones deplorables, a la vez que denunciaba la insensatez de mantener once recintos universitarios. Hacía alarde de decirlo dentro del mismo recinto, como si se tratara de un intento de combatir la enfermedad desde el foco de infección. El recorte de lo inútil asegura la salud del organismo a pesar de “la incomodidad” que supone perder la visión del crecimiento.

Ceñirnos a nuestras nuevas circunstancias implica reducir la vista a nuestra siempre decreciente existencia. Cercenar lo que hemos sido para continuar siendo.

No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable! ¡qué vértigo! – Jorge Luis Borges, “Las ruinas circulares”, 1944

El son de nuestros tiempos nos ordena a marchar despiertos por senderos más estrechos. ¿Qué es lo que no entiendes de simples sumas y restas? ¿Por qué no confías e insistes en construir? En este dilatado fin de la historia, ¿acaso no oyes nuestros pasos firmes sobre los abismos?

Fíjate que la vigilia nos ha permitido atestiguar verdaderas maravillas en estos firmamentos, ahora despejados por abandonos y ausencias. Sobre nuestras cabezas hemos visto volar la lluvia de estrellas de dos mil millones de dólares de riqueza colectiva a las manos de diez firmas consultoras. La reestructuración de nuestra deuda ha caído en las buenas manos de quienes no sufren de sueño.

Dicen que abramos los ojos. Que entendamos que las vigilias son por nuestro bien. ¿No oyes el son de los tiempos? No dejes de buscarle la música. No vaya a ser que con esa materialidad que tienen tus anhelos se sedimente una tierra que nos sostenga, en la que podamos descansar.

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano…¿entonces qué?– Coleridge (Cita de Libro de sueños (1976), Jorge Luis Borges)

 

 

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