42Tweets: Narrativa y crítica de mujeres del Caribe hispánico Manifiesto

Los manifiestos siempre han estado de moda en el mundo literario. He redactado este en forma de tweets, lo que ha puesto en boga el mundo mexicano tan cercano a nosotr@s por sus mariachis, las telenovelas narco, la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz y los relatos de Elena Poniatowska. Con ellos intento trazar los principales elementos que influyen y que configuran el quehacer literario de las narradoras y las críticas del Caribe hispániaco. Por supuesto, el saber es una construcción social. Podrían elaborarse unos cuantos más.

La narrativa de mujeres del Caribe hispano no tolera ya el androcentrismo, verdad de Perogrullo.

Cualquier forma de atacar el patriarcado es buena, sobre todo si es por Internet o en una plaza pública.

Las escritoras del Caribe hispano se apartan del modelo no inclusivo del crack, compuesto por hombres, aunque practican algunos de sus postulados.

Los personajes femeninos ya no son totalmente pasivos. Ahora son patólogas forenses, periodistas, artistas, escritoras o desajustadas por el patriarcado que cuentan sus historias para que no se repitan.

El Caribe sí existe, fragmentado, expoliado, colonizado y neocolonizado, vinculado a la heterogeneidad latinoamericana, según la define Antonio Cornejo Polar.

El Caribe sigue siendo un lugar exótico, de verdes palmeras y mujeres en bikini que bailan reggaetón y trap. Por eso su literatura se interpreta desde la salsa, la bachata, el son cubano, la melancolía y la pobreza.

Los críticas caribeñas, a pesar de que a veces no tienen dinero para los vuelos de avión, se infiltran en algunos congresos para combatir el eurocentrismo vestidas de Henri Christophe. Lo mismo hacen muchos hombres y miembr@s de la comunidad LGBT. A veces invocan a Mackandal y la licantropía.

Las críticas casi siempre sobreviven a expensas de sus salarios, sus hijos, exmaridos, amantes y el mercado.

Narradoras y críticas escriben aún bajo el paso de huracanes, insertando la poesía en su práctica escrituraria, para calmar los vientos y los ríos desbordados. (De hecho, en el país hay una eclosión de poetas.) Diosa te salve, Yemayá/llena eres de Ashé.

La parodia sirve para la risa, para reconocer que el corpus de estudio de Bajtin es europeo; para retratar la corrupción, el patriarcado y el capitalismo mundial.

Lo sexual se escribe sin miramientos, con finura, gusto, pasión y erudición, hijas de salvajes al fin.

De la escopofilia (observación de lo sexual para obtener placer) de Anais Nin hemos pasado a la descripción más directa de la antropología sexual. Una buena escritora es una etnógrafa sexual.

Muchas escritoras añoran el compromiso político de García Márquez (su centro de periodismo) y de Julio Cortázar (su apoyo a los derechos humanos), a pesar de que construyen una utopía más integradora en la que cabemos las mujeres en diversas variantes performáticas. “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca.”)

Los conjuros y la afroreligiosidad están haciendo mayor presencia en la literatura de las narradoras del Caribe hispano unidos a las nuevas tecnologías cibernéticas y la esfera global.

Los ancestros africanos no han abandonado a las narradoras. Por eso son mencionados en los relatos, aunque todavía veladamente. La culpa la tienen la filosofía europea y los currículos centrados en los dioses griegos que, por cierto, no bailan, actividad intelectualizada en el Caribe…

Las ciudades son recorridas ahora por la mirada femenina: “the female gaze” en vez de “the male gaze” como dicen en inglés. Ya el “flaneur” no es siempre un hombre.

A pesar de la hibridez impuesta por los libros de texto en inglés, las escritoras escriben en un maravilloso y caribeño español, a veces con variantes y errores propios de la zona. La mayoría de los hombres hace lo mismo.

Las escritoras y críticas que utilizan el inglés, sobre todo en la diáspora, incursionan en este como acto de apropiación y sofisticación.

La revolución cubana no es un queso Roquefort, como decía Roque Dalton de la revolución francesa. Es un territorio tan embargado por los Estados Unidos como Puerto Rico. La invasión de los norteamericanos a República Dominicana aparece en la literatura.

El quinquenio gris de Cuba ha sido triturado por todas y todos. Faltan ahora los remanentes del racismo. La celebración de San Lázaro es cada día más grande y los santeros recibieron al Papa en La Habana.

Los viajes para curar enfermedades y hacerse el santo en Cuba continúan. En República Dominicana se practica el vudú por influjo haitiano.

La negritud y la belleza negra son temas cultivados, aunque todavía debe de tener mayor presencia. Desde 1804, fecha de la liberación de Haití de un poder imperial, andamos en esas.

Si se puede escribir una narrativa que escandalice mediante el entretejido de raza, sexo, epistemología, cibercultura y parodia, mejor todavía. No importa lo que digan Donna Haraway y Paul Virilio.

La antiheteronormatividad se ha ido infiltrando poco a poco en los discursos narrativos. La heterosexualidad no excluyente ha logrado más aceptación.

Las escritoras de la última generación confunden a sus lectores a propósito cambiando a las narradoras de manera velada. Ya los relatos lineales están pasando de moda.

El ecologismo y las luchas ambientales han logrado un espacio en la literatura. Ahora plantas y animales son tratados de forma distinta. El antropocentrismo está siendo cuestionado.

Los “grandes” metarrelatos importan menos. En eso las narradoras se parecen a los miembros del crack. Pero eso sí, no se deja de cantar a los combatientes del colonialismo.

A causa de la revolución digital varias narradoras y críticas han invadido las redes con diversas militancias.

El realismo sucio de Pedro Juan Gutiérrez y la literatura detectivesca de Leonardo Padura, aunque son grandes escritores cubanos, no constituyen los modelos a seguir. Son mejores el cine de Tarantino, el arte, la poesía, algunos latinoamericanos críticos de la homogeneidad y cierta literatura norteamericana. Las mujeres están comenzando a validarse como modelos.

La polifonía de los relatos es evidente: desde personajes nómadas, detectives desequilibrados, personajes góticos, mujeres sin cordura descompuestas por el patriarcado, artesanos obreros, seres marginales, travestis y expresidiarios, norteamericanos invasores y escritores, entre muchos otr@s.

Es una literatura compleja y de mayor exigencia formal, estructural y cultural, pero sospecha de las exclusiones femeninas del crack o de cualquier otro movimiento.

El nacionalismo está ahí, agazapado, diverso, inclusivo, como artefacto de lucha.

El cronotopo hasta la fecha es certero. Casi siempre caribeño, se encuentra donde se necesite.

Coexisten estéticas divergentes y un diálogo intergeneracional. Mi arte de estar viva y pronunciarlo

Si México es todavía una isla, Puerto Rico es un islote y las narradoras y críticas luchan contra esto con sus mejores armas corporales.

Casi todas quieren mejores ofertas del mercado para atacar el neoliberalismo, sobre todo después del huracán María.

Ya no se escribe a lo Isabel Allende, pero se sospecha de la misoginia.

La desunión del Caribe hispano, por razones políticas, es evidente. Algunas narradoras y críticas comparten la vieja idea de la Confederación Antillana, aunque algunos latinoamericanos no nos entienden posiblemente por nuestro supersincretismo, (esa extraña mezcla de españoles, africanos, indígenas, chinos, árabes, dominicanos y otros que resulta en cierto color), como escribió el autor de La isla que se repite.

Las narradoras no se ciñen siempre a la verdad absoluta. A veces mienten sigilosamente. Las críticas omiten en ocasiones algunas verdades.

Entre narradoras y críticas hay oscuros horizontes compartidos. .

La deuda externa de 72 mil millones de Puerto Rico, la política de Donald Trump hacia Cuba y los naufragios dominicanos las han impactado a todas. Temen que el poder totalitario censure sus relatos e interpretaciones.

En definitiva, las buenas narradoras usan la literatura contra mentiras y verdades absolutas. Ambos son peligrosos para la vida intelectual, académica y pública. La libertad de la literatura contrarresta la mentira y el plagio.

La autora es catedrática de la Universidad de Puerto Rico en Bayamón.

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