Betances y la abolición de la esclavitud en Puerto Rico en 1873

 

Los esclavos en Puerto Rico, por medio de rebeliones y fugas de las haciendas como cimarrones, estuvieron luchando intensamente por su libertad desde finales del siglo 18. A partir de mediados del siglo 19 contaron con el apoyo y solidaridad de abolicionistas reformistas y revolucionarios en España y en la colonia. La abolición en 1873, en definitiva, hubo de lograrse en un contexto político favorable en España y gracias a las luchas de los esclavos mismos y los abolicionistas puertorriqueños.

La Revolución Gloriosa

El 18 de septiembre de 1868 dio inicio la revolución que derrocó a la reina Isabel II, hija y heredera al trono de Fernando VII de la dinastía Borbón. Entre 1808 y 1814 sucedió la Guerra de Restauración de la Independencia de España, hecha en nombre de Fernando VII, contra la Francia invasora encabezada por el emperador Napoleón Bonaparte.  Contrario a todas las intenciones liberales y democráticas de la mayoría de los españoles, al que llamaron primero “El Deseado”, una vez derrotada Francia y restaurado en el poder, el rey abolió la Constitución liberal de 1812 e impuso la monarquía dictatorial (también llamada absolutista); en lo sucesivo se le llamó el rey Felón.

La Revolución Gloriosa dio paso al Sexenio Democrático de 1868-1874. “Democracia” con muchas limitaciones, exclusiones y prohibiciones.  Una coalición de partidos políticos que en su mayoría favorecía una monarquía constitucional, y una minoría que abogaba por la República sin reyes se alternaron en el poder en seis ocasiones. Se les hacía difícil o imposible establecer mayoría en el Congreso para formar los gobiernos.   A falta de acuerdo interno, incluso aprobaron la aberración de poner en el trono a un rey nominal italiano, Amadeo I Saboya, del 2 de enero de 1871 al 10 de febrero de 1873, cuando abdicó.

En junio de 1872 el Partido Progresista Democrático Radical asumió el gobierno con Manuel Ruiz Zorrilla como presidente. Pero España en todo ese período se caracterizó por la inestabilidad política.

 

La colonia atropellada

A España le quedaban solo dos colonias en América; Puerto Rico y Cuba. Con el Grito de Yara del 10 de octubre de 1868 se desplegó la Guerra de los Diez Años por la independencia de Cuba. El Grito de Lares del 23 de septiembre de 1868 por la independencia de Puerto Rico fue derrotado militarmente; a lo que siguió una represión política despiadada hasta 1870. Estaba prohibido abogar por la independencia, por lo que los revolucionarios tuvieron que organizar y actuar siempre de forma secreta y clandestina.

Mientras tanto, en el escenario político legítimo o permitido el Partido Conservador (Incondicional Español) y el Partido Liberal Reformista disputaron la representación en la Diputación Provincial (legislatura) y en la municipal y la de Diputados a Cortes, como todavía se le llama al Congreso español. En el contexto de la Gloriosa, a Puerto Rico se le concedió elegir 11 representantes y a Cuba 18. Durante el gobierno progresista de Ruiz Zorrilla, y sucesivamente durante la Primera República que duró apenas del 11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874 (derribada por un golpe militar) los liberales pudieron lograr ciertas reformas. Los liberal-reformistas defendían sus posturas en los periódicos La Razón y El Progreso.  En ese espacio fue que el gobierno de la República, siendo presidente Estanislao Figueras, accedió a abolir la esclavitud el 22 de marzo de 1873.

El Partido Conservador era el principal opositor a la abolición inmediata de la esclavitud y a las reformas que otorgaran más poder a los puertorriqueños. Para ellos las reformas eran la antesala de la independencia. Estaba integrado por la clase de hacendados esclavistas y comerciantes monopolistas, principalmente españoles. Sus puntos de vista eran promovidos y expuestos en el Boletín Mercantil de Puerto Rico, fundado en 1839. La Gaceta de Puerto Rico era el periódico oficial del Gobierno. Casi siempre estaban en sintonía.

Los conservadores estaban dirigidos por ricos con pretensiones nobiliarias: José Ramón Fernández, Marqués de la Esperanza, puertorriqueño de nacimiento, español de ideología, dueño de la Hacienda la Esperanza (Manatí), ahora museo agroecológico; Juan Bautista Machicote Yrizarri, Marqués de Machicote, Jefe Político y de Orden Público, y hacendado azucarero en Carolina; Pablo Ubarri Capetillo, Conde de Santurce y dueño del Boletín Mercantil, entre otros. En la Asamblea del Partido Conservador en el Teatro Municipal de San Juan, el 4 de agosto de 1872, según documenta el historiador Lidio Cruz Monclova, tildaron a los liberal-reformistas de “traidores y malos españoles” y declararon “guerra cruda” contra ellos.

Durante las elecciones de diputados al Congreso, entre el 24 y 27 de agosto de 1872, por ejemplo, esas tropelías que en el siglo 20 se asocian a los fascistas de Italia y nazis de Alemania, se materializaron en coerción y multas a electores para que votaran por los conservadores y al uso de elementos del Ejército, la Guardia Civil (cuerpo policiaco) y el Instituto de Voluntarios (cuerpo militar compuesto de civiles conservadores) contra el pueblo. En San Juan, señala Cruz Monclova, una turba recorría las calles ocasionando desorden y amenazando con invadir la Fortaleza, secuestrar al gobernador y embarcarlo a España. Del 30 de julio al 25 de noviembre de 1872 el general Simón de la Torre, de rara orientación reformista, gobernó la colonia. Este tuvo que tomar medidas para reprimir y contener a los conservadores. El 24 de diciembre de 1872 el gobierno del Partido Progresista presentó al Congreso el proyecto para encaminar la abolición en Puerto Rico; (Historia de Puerto Rico, siglo XIX, Tomo II Primera Parte, 1979).

La abolición inmediata (no gradual) de la esclavitud era promovida tanto por reformistas como por revolucionarios puertorriqueños. De hecho, fue uno de los principios políticos y morales de la revolución independentista de 1868, y promovida por su líder el Dr. Ramón Emeterio Betances. Sin embargo, en casi todos los textos de historia y en la propaganda partidista autonomista el logro de la abolición se lo adjudican a la campaña de la Sociedad Abolicionista Española, dirigida por el puertorriqueño Julio Vizcarrondo Coronado, a las gestiones de los diputados reformistas como Román Baldorioty de Castro, José Julián Acosta, Francisco Mariano Quiñones, y otros; y al diputado Rafael María de Labra (nacido en Cuba, criado en España), tenido como el decano de los autonomistas de Puerto Rico y Cuba. La lucha de los propios esclavos generalmente es ignorada en el discurso reformista.

Los conservadores se valieron del Boletín Mercantil, especialmente, para atacar a los reformistas. En sus artículos, frecuentemente, se referían al dirigente del Grito de Lares, Betances, a quien odiaban a muerte; y al espectro de Segundo Ruiz Belvis (muerto en noviembre de 1867) y cuyo recuerdo todavía hacía cundir el pánico entre los reaccionarios.

José Pérez Moris, autor de Historia de la insurrección de Lares (1872) y director del periódico conservador, fustigaba continuamente a los reformistas y advertía contra las repetidas conspiraciones independentis- tas. En el artículo “Refutación”, firmado por Escarricaseo, rechaza artículos en El Progreso y La Razón en que, para negar el auge independentista en el pueblo, alegaban que mucho de lo expuesto por Pérez Moris eran inexactitutes y “un enjamblre de farsas”: “¿Cómo podrán negarnos, por ejemplo, los ultra-reformistas que no fue cierto el movimiento separatista de 1838, habiendo una causa fallada y ejecutada, y cuando aquellos desagradables sucesos pasaron a la vista de todo el mundo?”. Los reformistas hacían todo lo posible por minimizar el apoyo a la independencia en Puerto Rico, que no los confundieran con independentistas, y por aparecer en no pocas ocasiones como igual o más que los españoles; eso es parte del retrato del colonizado.

En su réplica el autor con el curioso seudónimo preguntaba también: “¿Cómo podrán negarnos que la vida del puerto-riqueño Betances ha sido y es, una no interrumpida serie de trabajos separatistas, y cuando existen datos irrecusables que prueban esto hasta la saciedad?” (Boletín Mercantil de Puerto Rico, Año XXXIII, Núm. 6, domingo 12 de enero de 1873, p. 2).

Un fantasma recorría a Puerto Rico, el fantasma del revolucionario Betances.

 

El reformismo desnudo

El Boletín Mercantil, operando también como bureau de la inteligencia de la clase dominante colonial, estaba muy atento a los movimientos y escritos de Betances. Se mantenía lo más actualizado posible sobre sus pasos. Él era tan temido como respetado como contrincante político por su prestigio en el país y su reconocido liderazgo.

Ramón Emeterio Betances formaba parte de la generación de pocos universitarios puertorriqueños de 1848, doctor en medicina de la Universidad de París, con fama de “médicos de los pobres”, dirigente de la revolución independentista de 1868 y abolicionista ardiente. Sobre Betances hay una bibliografía extensa. Consúltese: Félix Ojeda Reyes, El Desterrado de París. Biografía del Dr. Ramón Emeterio Betances,1827-1898 (San Juan: Ediciones Puerto, 2001); Paul Estrade, En torno a Betances: hechos e ideas (San Juan: Ediciones Callejón, 2017); Ada Suárez Díaz, El Doctor Ramón Emeterio Betances y la abolición de la esclavitud. Tercera edición revisada (San Juan: ICP, 2005), entre otros.

Los ideólogos del colonialismo, indudablemente hábiles fabricantes del engaño, procuraron la oportunidad para hacer coincidir su punto de vista reaccionario hasta con el de revolucionario. Ellos pretendieron hacer creer que los intereses de clase y correspondientes políticos del Boletín Mercantil coincidían con los de Betances en las observaciones sobre el reformismo colonial y sus consecuencias.

El artículo titulado “El reformismo desnudo”, sin identificar autor, del Boletín Mercantil del 9 de febrero de 1873 comienza con el lamento siguiente: “Como era natural ante las desdichadas reformas que ha acogido el ministerio radical, los más declarados enemigos de España alzan un clamoreo general de alegría, y predicen que, resuelta que sea la cuestión social tal como se ha presentado, e introducidas que sean otras innovaciones anunciadas, la independencia de las Antillas es una consecuencia inmediata”. Una de las artimañas discursivas de los conservadores era (y es) la de exagerar y alarmar para incitar y justificar la represión política; (“El reformismo desnudo”, Boletín Mercantil de Puerto Rico, Año XXXIII, Núm. 18, 9 de febrero de 1873, p. 2).

La cuestión social a que se referían era la de la abolición de la esclavitud; la cuestión política era la de la situación colonial de Puerto Rico. Por supuesto que la abolición no conllevaba la independencia, que no estaba en los objetivos de ninguno de los gobiernos del Sexenio Democrático por más “radical” o “progresista” que tuviera uno de los partidos políticos en su nombre. Pero el asunto social, ciertamente, tenía a los hacendados esclavistas bien inquietos y con razón.

La innovación de la abolición inmediata no era una medida meramente reformista. Cuando se trata de un cambio radical de unas relaciones sociales de producción, en este caso las esclavistas, realmente eso es un acto revolucionario; aunque sea por decreto desde arriba y de una instancia imperial exterior como la del Gobierno de España. Usualmente este tipo de cambio fundamental en la historia ha sido el resultado de una revolución armada llevada a cabo por unas clases medias y/o populares contra el sistema socioeconómico y político establecido. Por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789 de la burguesía capitalista contra la monarquía y aristocracia feudal y señorial. Pero la acción institucional de España, realmente, estuvo precedida y abonada por un proceso histórico revolucionario que se calentó desde el interior y abajo por las clases oprimidas en Puerto Rico.

“El conocido laborante puerto-riqueño D. Ramón Emeterio Betances ha publicado en París un largo manifiesto en que se atribuye las reformas, no al partido que gobierna, sino a la presión extranjera, haciendo un largo catálogo de cargos a la nación y burlándose de Castelar, de los radicales y de todos los cándidos que creen que con reformas se destruye el insurgentismo”, escriben en el segundo párrafo del artículo citado. El Castelar aludido era Emilio Castelar, partidario de la República (para España…).

¿Qué manifiesto era ese de Betances? Se trata del texto, “La abolición de la esclavitud en Puerto Rico y el gobierno radical y monárquico de España”. En la historiografía puertorriqueña este texto fue publicado en la antología editada por Carlos M. Rama, Las Antillas para los antillanos (San Juan: ICP, 1975, pp. 70-78). Rama (1921-1982) fue un sociólogo e historiador uruguayo, estudioso de Betances y de la lucha por la independencia en las Antillas, y del movimiento obrero latinoamericano; autor de La idea de la Federación Antillana en los independentistas puertorriqueños del siglo XIX (Río Piedras: Ediciones Librería Internacional, 1971), entre otros.  El historiador francés Paul Estrade consiguió la ficha bibliográfica del folleto de Betances con fecha del 29 de diciembre de 1872, y publicado unos días después (París: Imp. De Rouge frères, [1873); Paul Estrade, Editor, Betances. Obras Completas, Volumen XV Bibliografía (San Juan, Zoom Ideal, 2018; p. 54).

Rama opinó que el texto, “posiblemente uno de los primeros de Betances al reinstalarse en París en 1872”, no tenía el propósito de ser introducido en la isla, sino que estaba dirigido al público de España e Hispanoamérica en general. Los redactores del Boletín Mercantil, en cambio, escribieron en una nota al calce: “Impreso en español, es evidente que no lo hizo el autor para que circulara en Francia, sino en las Antillas y particularmente en Puerto Rico. Sabemos que la Autoridad anda alerta con los escritos clandestinos, pero ignoramos si habrá logrado interceptar los millares de manifiestos que Betances habrá enviado a esta isla”. Otra posibilidad es que tuvo ambos propósitos y lo más lógico es que se intentara introducir en Puerto Rico donde era más pertinente. En el Boletín Mercantil no dijeron cómo cayó en sus manos, pero les llegó.

Betances afirmó que ni a la España progresista, radical o de los republicanos “tan hábiles en la palabra como lentos en la acción” les correspondía la gloria de la abolición. “Mucho ruido viene haciendo en el mundo el gobierno radical y monárquico de España, con su decreto de abolición inmediata de la esclavitud en Puerto Rico”, él observó. Contrario a la tergiversación del Boletín Mercantil no fue principalmente a la “presión extranjera” a la que cedió el gobierno español. Hubo factores externos pero también internos poderosos y muy concretos de las Antillas coloniales. Es típico de la ideología reaccionaria atribuir conflictos sociales y políticos a instigaciones y “conspiraciones” provenientes de otros países y negar las contradicciones y factores propiciadores de sus propias relaciones de dominación e internos en cada caso. Betances lo que dijo fue: “Justo es, por lo tanto, reducir las cosas a sus naturales proporciones, darles su valor verdadero y atribuir solamente a cada cual lo que le pertenece”. El gobierno de España llegó a la abolición de Puerto Rico en 1873 a empujones, ya no podía eludir o posponer más la cuestión y calculó que le convenía. No fue por su benevolencia y sensibilidad humana espontánea.

Betances hizo una síntesis histórica de los esfuerzos abolicionistas precedentes. Recordó que en 1817 Inglaterra y España llegaron a un acuerdo (a instancias del primero) de suprimir el tráfico de esclavos; Inglaterra proporcionó 400,000 libras esterlinas (moneda británica)  para indemnizar a los comerciantes esclavistas. El gobierno de España, denunció Betances, lo que hizo fue comprar cuatro barcos de guerra y se mantuvo el contrabando de esclavos a Puerto Rico y Cuba. En investigación académica posterior, el historiador Arturo Morales Carrión documentó, por ejemplo, las actividades de los traficantes  de esclavos Casimiro Capetillo y Okeri dueño de la goleta Zema, Santiago Comas al mando de “la goleta espa؜ñola La Preciosa” y otros, incluso con la complicidad de gobernadores como el general Miguel de la Torre (quien ortorgaba licencias…), en la década de 1830. Dedica un apartado al caso del “encallamiento” (¿la fachada?) del barco Majesty, en la costa de Humacao, que en febrero de 1859 aprovecharon para suministrar más de 800 esclavos negros declarados “emancipados”, pero realmente re-esclavizados a diversos hacendados (especialmente azucareros), entre ellos el conservador Machicote,  en el país; estos y otros datos en su obra, Auge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico, 1820-1860 (San Juan; Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe / ICP, 1978). Betances se hubiese deleitado, e indignado más de conocer,  y a la vez reconocer los hallazgos de la ciencia histórica.

Otro tratado contra el tráfico esclavista en 1845, señaló Betances, igualmente fue burlado por “los piratas africanos” y “los negreros de Cuba y Puerto Rico”, con la corrupción de gobernadores sobornados. Betances destacó el hecho de la abolición de la esclavitud en las colonias francesas propiciada por la revolución de 1848 (cuando él iniciaba estudios en París) y el rol importante del ministro Víctor Schoelcher. Así mismo hizo notar el grito de libertad para los esclavos demandado de todos los rincones de América.

Con respecto a Puerto Rico, en particular, Betances puntualizó varios hechos en el país que también abonaron el camino abolicionista: (1) las sociedades secretas organizadas en 1858 “para liberar a los recién nacidos” (alusión al pago de 25 pesos en la pila bautismal con que compraban su libertad), y otra “que se ocupa de embarcar y dirigir hacia las islas vecinas o a los Estados Unidos” a esclavos prófugos;  (2) la participación de los comisionados Segundo Ruiz Belvis, José Julián Acosta y Francisco Mariano Quiñones en la Junta de Información de Ultramar en Madrid en 1866-67, exigiendo radicalmente “la abolición inmediata, con indemnización o sin ella, con organización o sin organización del trabajo”. Esa y otras peticiones de reforma política y económica fueron burladas por el entonces gobierno conservador del ministro Antonio Cánovas de Castillo cuando todavía reinaba Isabel II; el Informe sobre la abolición de la esclavitud en Puerto Rico que Quiñones (autonomista) indicó fue de autoría de Ruiz Belvis (independentista) fue publicado con el título, Proyecto para la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (Río Piedras: Editorial Edil, 2008).

Y aunque no se logró en 1868, (3) subrayó la abolición revolucionaria de la esclavitud como uno de los  principios políticos del Grito de Lares: “La insurrección puertorriqueña, tan desgraciadamente iniciada y sofocada en Lares, que llevaba en su programa, no solamente la abolición de la esclavitud, sino el reconocimiento, para el esclavo, de todos los derechos del ciudadano, tuvo al menos por resultado eficaz el hacer ver a los españoles que los puertorriqueños no podía soportar por más tiempo la ignominia de tan odioso yugo”. Los esclavos, junto a la clase de los jornaleros (la más numerosa del país), tomaron parte en el Grito de Lares. Alrededor de 50 (10%) figuran entre los sobre 600 arrestados; sin incluir los no capturados; véase Francisco Moscoso, La Revolución Puertorriqueña de 1868: el Grito de Lares (San Juan:  ICP, 2003).

En cuanto al sistema de producción en Puerto Rico, lo que venía sucediendo progresivamente desde la década de 1830, especialmente, era la disminución del trabajo de campesinos agregados y de esclavos, y la formación y crecimiento de la clase de jornaleros. Para el 1867, el total de esclavos en Puerto Rico cifraba alrededor de 40,000 en una población de 650,000; la mayoría de la población se componía de familias jornaleras. Casi 40% de los presos del Grito de Lares eran jornaleros. Como apuntó Betances, después del empuje revolucionario en España y en Puerto Rico de 1868, “el pueblo entero de Puerto Rico manifiesta de tal modo sus opiniones que se cuentan por millares los esclavos a quienes los propietarios han entregado espontáneamente la libertad”. Esta afirmación tiene un sólido respaldo documental. En el Archivo Histórico Nacional (AHN) de Madrid, sección Ultramar, Legajo 5100, hay cerca de 200 expedientes titulados Relación de esclavos emancipados de la isla de Puerto Rico, entre 1871 y 1873. Esa documentación está accesible en el Portal de Archivos Españoles, en internet, y solo aguarda la iniciativa de algún o de algunos estudiantes para hacer una valiosa aportación de investigación histórica.

Contrario a lo escrito en el Boletín Mercantil, Castelar no es ni mencionado. El arma de la sátira de Betances iba dirigido a todos los  españoles, en particular a los de sus clases gobernantes: “¡Loor, pues al Gobierno radical y monárquico que viene a satisfacer los deseos de todos!”. De quien se mofó fue del ministro Segismundo Moret que había presentado el “débil proyecto, muerto de raquitismo…que daba la libertad a los esclavos de más de sesenta años, «la libertad de la muerte», como la han llamado”. Algo no indicado por Betances, sin embargo, es que la Ley Moret del 4 de julio de 1870 fue promovida por Baldorioty, Luis Padial Vizcarrondo y otros liberal-reformistas, y otorgaba la libertad a hijos e hijas de esclavas a partir de la de la fecha de la revolución española del 18 de septiembre de 1868.

Finalmente, Betances denunció la explotación de los chinos importados en Cuba y advirtió estar atentos a la reglamentación del trabajo que se intentaría imponer tras la abolición, con esta observación: “Posible es que no sea éste un ku-klux-klan español; esto es, una nueva organización para extirpar de la isla la raza de color, que en ella forma la mayoría de los habitantes, decididos a no dejarse extirpar; pero nada improbable parece que, bajo otro nombre, reaparezca la esclavitud, y que sea, como para los chinos libres de Cuba, ese Reglamento de trabajo, el ku-klux-klan de la libertad, en palabras concedidas a los africanos de Puerto Rico”. Todas las citas son del texto en la antología citada de Rama.

Betances no dijo que a las reformas seguiría la independencia, que era el mete-miedo ideológico de los conservadores y de su órgano el Boletín Mercantil. Pero sí albergaba la esperanza, él siempre optimista, de que igual que se romperían las cadenas de la esclavitud tanto en Cuba como en Puerto Rico, en ambas naciones hermanas también se conquistaría la libertad con la independencia. Lo que quedó desnudo, realmente, no fue solo el reformismo que sí hizo sus aportaciones, sino el colonialismo retrógrado de España.

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El autor es historiador; fmoscoso48@gmail.com; 4 de abril de 2022; para el Claridad / En Rojo conmemorativo del natalicio de Betances.

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