Estimado amigo Francisco:
He leído tus 4 libros y te he reconocido como un excelente profeta del Señor. Me has forzado a ir a los diccionarios, sobre todo, los de Google. Eres, y también te pareces un poco, a Martín Descalzo (quien ya murió). Cuando joven, te cuento, era medio jipioso: andaba por la capital (y por Manhattan) con mi levita y mi sombrero de copa. (Ya me había salido del seminario, porque el seminario era medio inmoral. Hoy mis amigos, debido a mis «cataratas», me difaman y me acusan de auto-homofóbico y de homosexualidad para que no pueda bregar con mis treinta y ocho (38) libros.1 Pero este es «el ojo de la aguja» con el cual el Señor me ha hecho bregar. El dirá cuándo escribiré (los libros han caído sobre mí) y cuántos insomnios seguiré sufriendo. Pero yo sé, como tú sabes, que Parakleto está delante de Dios defendiéndonos (o defendiendo mi mal carácter, mi poesía –o mi literatura: Del asombro al escándalo [filosofía], La novela de Jesús [novela], 2 La muerte de mamá [antinovela], Los poemas de Orfeo [poesía], etc.-
Perdona que te diga todo esto, porque tú no me conoces, pero yo te he leído bien, yo te he leído prójimamente. Un día escuché que tú pedías que oraran por ti y desde entonces no he dejado de hacerlo. El Señor sabe que estoy pidiendo por ti. Que estoy pidiendo por tu misericordia y por tu bendición sin tener el poder para hacerlo. Estoy pidiéndole a Dios que el Señor te haga más Buda. Estoy pidiendo que el Señor te haga más Osho y más Suzuki. Y que el Señor te haga más Jesús. (Espero no haber pecado por mi pedido, y por el atrevimiento de acercarme a ti como poeta-«ateo».)
Por tus libros también sé que estás en contra del «capitalismo de la angustia». Pero yo todavía espero en la bondad y en la misericordia del Señor. Yo que he leído en Isaías la muerte de la Muerte sé que Dios realizará para Jesús el milagro de la muerte desaparecida para siempre. Yo también he leído la ternura de Dios para liberarnos de la «Segunda Muerte»: «Esta es la segunda muerte» (Ap. 20:14). «Y ya no habrá muerte» (Ap. 21:4). La muerte habrá desaparecido para siempre.
Sólo deseo que Juan, el evangelista, no haya delirado en la presencia apocalípticamente del ángel. Sólo deseo que yo no haya leído mal y que yo no haya leído poéticamente ni surrealistamente. A veces deseo que lo esquizo de Dios, que la metagramatización del Zen sea más que la locura de van Gogh, que la locura de Artaud, que la locura de Matos Paoli o que lo esquizo de mis propias «visiones». Que no me arrepienta de ser poeta, como Nietzsche, ni me arrepienta de ser poeta como Platón. (Porque así como el universo se expande, así también el Señor se expande y la poesía se expande).
A veces de noche el miedo me sacude, aunque ya estoy vacunado contra el Covid-19. ¿Quién es más fuerte, entonces, la pandemia o Parakleto? Mis «amigos» me robaron la docencia en el 2012 para que ni mi literatura ni mi poesía tocaran socráticamente a los jóvenes. Para que los jóvenes no se convirtieran en los «libres pensadores» en que se convirtieron. Yo había sido arrojado, pues, de la docencia misma. En tu último libro tú planteas, y tú insinúas que el trabajo es el regalo del Señor. Eso me hace volver sobre mi «pequeña tragedia» en donde mis colegas conjuntamente me despojan del «regalo mismo del Señor para mi vida». Ellos no sabían, yo tampoco lo sabía, que Parakleto, el Espíritu Santo, me había hecho un regalo más particular todavía: ila poesía misma!
Hay muchas cosas que el Señor hará y que todavía yo no sé. Vendrán muchas sorpresas y vendrán muchos dolores que todavía no conozco. Pero también sé, como tú sabes, que puedo estar cruzando «mi hora inevitable de la verdad». (¿Veré al Señor, acaso, con los ojos miopes de esta verdad? ¿veré por casualidad al ángel de Isaías? ¿veré al «ángel-fuerte» de Juan, o ya lo vi cuando vi el fantasma del Zen? ¿o ya lo vi cuando vi el espanto de la realidad en Manhattan? ¿Es que yo tenía que ver lo innombrable del Ser?
¿Lo vio Nietzsche, lo vio Heidegger? ¿Es que, acaso, no pudieron hablar de «EL» budistamente ni Osho, ni Suzuki?)
iNo sé cuántas cosas más podrá darme el Señor, o pondrá en mi boca el Señor! iPero yo aguardo temerosa, poeta y humildemente por su voluntad! Yo aguardo «los libros terribles» que El pondrá en mi cabeza. iYo espero ver al «ángel terrible» del espanto! iYo aguardo por la palabra del Señor, y por el vocabulario maravilloso de Jesús!
A veces tengo miedo y a veces me recorre el espanto. Pero desde niño, el miedo había decidido acompañarme. Tengo setenta y seis años (76) y el miedo no ha dejado de seguirme.
Quién te ha leído y quién te volverá a leer gustosamente,3 tu amigo,
Yván Silén
1Pero aún así, todos mis amigos, todos mis ALLEGADOS y todos mis enemigos han utilizado mi libertad para tratar de hacerme desaparecer. 2 De esta novela me agradaría enviarte un ejemplar. Hay un "secreto" de Jesús en ella, pero los ministros todavía no han podido descubrirlo. 3 Me gustaría leer y comprar "Dios es joven".