Claro de poesía:Formas del viaje

Especial para En Rojo

Dentro del amplio panorama de la poesía puertorriqueña actual, la obra de J. P. Emmanuel (San Juan, 1971) se encuentra entre las más singulares. Su lugar en ese ámbito no está exento de mitologización. Parte del aura de secreto que gravita en torno a su poesía se debe a lo poco que este autor ha dado a la imprenta. En 1997 Julio Ortega recogió algunos de sus poemas en la Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI. En 2005, una selección de su poesía integró el último número de la revista El Mono Adivino. A partir de ahí, J. P. Emmanuel guardó un inexplicable silencio editorial que no vino a romper hasta 2018 con la aparición de seis de sus textos en Isla escrita: antología de la poesía de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. El sujeto de la poesía de J. P. Emmanuel celebra los hallazgos que emanan de su tránsito por accidentados territorios íntimos. Pero la mirada de ese sujeto errante va mucho más allá del registro de sus derivas. Indaga en los paisajes de la mente humana y sus arquetipos, un gesto que conecta esta poesía con preocupaciones similares en la obra de Pessoa, Juarroz, Szymborska y, en particular, Lezama Lima. La huella de este último en J. P. Emmanuel es marcada. Se advierte en la ampulosidad del lenguaje y en la visión del viaje como garantía de conocimiento.

 

Nuestro río

Nuestro río se ensancha
en una parte de su cauce y forma una charca.
La charca es perfectamente redonda y azul.
Redonda por un perímetro de piedras chinas
y azul por una formidable colonia de microorganismos.
Ese río es nuestro.
Nos vestimos igual,
caminamos en la ciudad con la misma aceleración.
No sembramos nuestros alimentos
(pero los sembraremos pronto).
Escribimos en la noche bajo luz de lámpara
(pero ya escribiremos a candelabro,
como Tomás, como Agustín)
y algunos de nosotros, iconoclastas,
lo somos más.
Nada existe codificado en nosotros,
que con las mismas barajas
de día jugamos al póquer
y de noche pedimos discernimiento y oráculos.
Debe estar sintiendo cada uno de los nuestros,
cuando asaltamos los bares juntos o por separado,
cuando sembramos el espanto de la sequía
en los litros de vidrio
y de las botellas solo sobrevive la estampa y el hedor,
la vida de Stephen Dedalus.
Como en todas las tribus,
en la nuestra jamás falta pan y cerveza,
y la cortesía necesaria para nuestros visitantes,
aunque no la merezcan.
Nosotros somos una tribu
fascinada por la mitología celta.
Anhelamos sin confesarlo poder leer todos los libros,
visitar todos los países, amar todas las religiones
compadeciendo su sociología,
ser felices ahora y no tener que esperar para ello.
La asistencia al río es ley.
La devoción a sus microorganismos es voluntaria.
La casualidad nos congrega varias noches a la semana,
sepa nuestro dios cómo.
Ninguno de los nuestros ha llegado jamás al ojo del río
donde un poco después se abre una charca.
¿Por qué esas cositas azules están allí?
Es probable que produzcan alimentos
por fotosíntesis y que circunvalen el agua
como cualquier protozoario.
Es probable que entre animal y vegetal sean ambas cosas.
Somos iconoclastas, y podemos extender
nuestras conjeturas hasta el infinito
y responder con una modesta aseveración a todo:
nuestro río se ensancha
en una parte de su cauce y forma una charca.

El alfabeto es la tabla periódica

 

El alfabeto es la tabla periódica

de letras que son átomos.

La palabra es la tabla periódica

de letras que son moléculas.

La oración es la tabla periódica

de letras que son células.

La página es la tabla periódica

de letras que son órganos.

El libro es la tabla periódica

de letras que son vida.

¿Cómo las mismas letras son materia

de materias tan diversas?

Cada creador de alfabetos

es un creado de átomos.

Cada creador de palabras

es un creado de células.

Cada creador de libros

es un creado de vida.

Cada creador de libros

es un creado de todo lo demás.

¿Y de qué es creado el creador, si alguno,

de todo cuanto miramos?

Crear es estar siendo creados por la creación que creamos,

como una alfombra mágica que se desenrolla

sobre los hilos que la forman,

como la pregunta que nunca se explica.

Todo libro podrá desandamiarse

escaleras abajo hasta la letra, pero no más.

Toda vida podrá desandamiarse

escaleras abajo hasta letra, pero no más.

Toda vida podrá desandamiarse

escaleras abajo hasta el átomo, pero no más.

Todo detenerse se detendrá

en un punto que no avanzará más.

Viviremos sin saber de qué está hecha una letra,

pero sabiendo que de ella se hace, en un lenguaje, todo lo demás.

Viviremos sin saber de qué está hecho un átomo

pero sabiendo que de él se hace, en la vida, todo lo demás.

Y jamás sabremos qué secreta forma viva

del movimiento de formas hila tantas vidas y lenguajes,

infinitas en infinitas combinaciones,

y por qué su esfuerzo, y para qué sus razones.

 

(Inéditos)

 

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