Creer en la victoria de la Vida

Especial para En Rojo

A partir de ese domingo, cuando aún sentimos el peso y el dolor provocados por esa pandemia, durante 50 días, las Iglesias cristianas más antiguas celebran la fiesta de la Pascua. Es la proclamación de que Jesús resucitó. Él no sólo sobrevivió a la muerte sufrida en la cruz. Recibió del Padre una vida nueva que se manifiesta en las comunidades que en él creen como energía divina de amor y fuerza transformadora del mundo.

Los textos bíblicos proclamados en Pascua son hermosos. Cánticos expresan la confianza de que si Jesús resucitó, el mundo está salvo. Oraciones piden a Dios la gracia de que la realidad de la resurrección provoque en toda la humanidad la vida nueva, basada en la solidaridad y en la justicia amorosa del Espíritu. El desafío de cada celebración de la Pascua es que esa fe debe concretarse en señales concretas de renovación de la vida, tanto de las personas que creen, como en la acción de todos los hombres y mujeres que se consagran a transformar la realidad del mundo.

Quien mira ese mundo desde la fe puede preguntarse cómo esa realidad pudo llegar a ese punto extremo de injusticias y desigualdad social, a pesar de una cultura en la cual la religión era central. En los años 60, en sus escritos, Mons. Helder Camara, entonces arzobispo de Recife, expresaba su sufrimiento, al recordar que las naciones que más oprimen a otros pueblos se dicen cristianas. Y, en los años 80, en Riobamba, en Ecuador, las personas que acompañaban a Mons. Leónidas Proaño, obispo de los indios, en su lecho de muerte, lo oían gemir y afirmar llorando: «¡Qué tristeza cuando pienso que mi Iglesia fue la principal responsable de la muerte y de la esclavitud de los indios!”. Esos hombres que así se expresaban dedicaron toda su vida por amor a Dios y a la Iglesia . Su gemido era un lamento de amor como el grito de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

Celebrar la resurrección es creer que Dios responde a ese clamor por la justicia. Él inspira una vida nueva a muchos hermanos y hermanas que se disponen a testimoniar la presencia viva de Jesús con nosotros en el camino de liberación de los pequeños. Esos testigos de la resurrección creen verdaderamente que el universo está embarazado de resurrección. Y la vida nueva que Jesús recibió del Padre reunirá a él todas las criaturas. La resurrección no es sólo un acontecimiento del pasado, pero es esperanza de una vida nueva en un mundo en lo cual brillen la paz y la justicia. Todavía vivimos en la madrugada aún no clara de ese nuevo día. En breve, el sol va a surgir y la luz del Cristo resucitado iluminará toda nuestra vida. Que tengamos todos una buena y renovadora celebración pascual.

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

 

 

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