De la ciencia anticapitalista y otras insurgencias[1]

 

¡Somos islas!; laboratorio probado para las más perversas experimentaciones de todo tipo, aquellas que permiten la destrucción de sus habitantes y sus recursos en pos del beneficio capitalista nacional y global.[2] La ciencia ha servido bien como discurso de apoyo a tales maniobras político económicas, como ilustran el uso del agente naranja o la toma de nuestras tierras cultivables por Monsanto, por mencionar solo dos ejemplos. Pero ¿qué, si la ciencia se quiere anticapitalista? ¿Qué, si busca vías para un desarrollo económico, material y social sostenible orientado al beneficio común?[3]

Ciencia para la insurgenciarecoge setenta y cinco columnas del líder comunitario, biólogo y profesor universitario, Arturo Massol Deyá, publicadas durante más de dos décadas en periódicos del país como Claridad, El Nuevo Día, La Perla del Sur, Diálogo,80 grados, así como en revistas científicas, y en su blog de viajes, Siempre te quieres ir. Los textos, de tesitura y temas variados, se aúnan en el interés de Massol Deyá de resistir y proponer alternativas a las políticas públicas neoliberales de los gobiernos de turno en Puerto Rico y Estados Unidos, responsables del deterioro de la vida cotidiana y el futuro ambiental del archipiélago.

El volumen supone una importante bitácora de la lucha ambiental y comunitaria de su autor desde el lente científico y el rigor de la investigación. Conocemos el imprescindible trabajo de resistencia que, desde Casa Pueblo en Adjuntas, él, sus padres, Tinti Deyá y Alexis Massol, y toda una comunidad han venido gestando desde hace cuarenta años. La trayectoria activista de Casa Pueblo incluye imprescindibles éxitos en la protección de nuestro archipiélago, ejemplificados en su oposición a la explotación minera, a las prácticas tóxicas de la Marina de Guerra de Estados Unidos en Vieques y a la construcción de “Vía Verde”. También conocemos sus proyectos ambientales, culturales y pedagógicos, como el Bosque Escuela La Olimpia Ariel Massol Deyá y la campaña de Insurgencia Energética, que al fortalecer la organización comunitaria y constituir alternativas concretas de otra vida para el país revelan los nefastos presupuestos capitalistas de desarrollo.

Una persistente voz de alerta denuncia en estas páginas, de columna a columna, las depredadoras medidas de desarrollo de los gobiernos coloniales desatentos al bien común, así como sus nefastas consecuencias ambientales y económicas. La ciencia, discurso que se alía fácilmente a proyectos de explotación económica y humana, sirve aquí para lo contrario: documentar e informar sobre la contaminación y el expolio ambiental, convirtiendo este libro en un registro científico del daño ecológico en Puerto Rico. Por ejemplo, a más de una década del cierre del polígono de la Marina de Guerra de Estados Unidos, Arturo informa, a partir de sus investigaciones y las de otros científicos, de la toxicidad de la laguna Anones en Vieques, del repunte de los niveles de plomo en la Playa Carrucho y del desatinado proceso de limpieza impuesto por la Marina, caracterizado por la quema y detonación. Éste, no solo ha empobrecido la vegetación y la pesca de la zona, sino que también ha afectado considerablemente la salud y la vida en la Isla Nena. Lo peor es la complicidad de las agencias federales y estatales ante el crimen ambiental.

Aprendimos en cuerpo propio, sobre todo desde el paso del huracán María, que los proyectos de desarrollo de infraestructura y de rescate son oportunidades de enriquecimiento de unos pocos bajo la óptica neoliberal. Este libro también es bitácora de las medidas depredadoras de la clase política del país, que firma leyes y otorga permisos a diestra y siniestra, que aprueba contratos e inicia proyectos de reconstrucción desastrosos y fraudulentos, debidos sólo al beneficio político y al lucro personal y corporativo. Quizás el mejor ejemplo sobre la alianza del gobierno con el capital privado que nos brinda Massol Deyá sea el mal llamado proyecto “Vía Verde” o gasoducto, la construcción de un tubo de 93 millas de norte a sur de la isla, propuesto por el gobierno de Luis Fortuño para “resolver” el problema de insuficiencia energética del país.  El científico dedica gran parte de sus columnas a denunciar este proyecto y su secuela pos María, “el gas natural”.

Mas, como en este libro la ciencia también se moviliza para ilustrar, fortalecer y ejemplificar posibles vías de desarrollo más justas y sostenibles, la denuncia de “Vía Verde” y el gas natural, permite a Massol Deyá exponer su más importante proyecto ambiental y político en el presente: la insurrección energética. Partiendo de la idea de que “quien genera energía se puede autogobernar”, y ante el desafío que supone el calentamiento global y las crisis energéticas, fiscales y de gobernabilidad de Puerto Rico, Massol Deyá hace un llamado a la transformación energética del país. Nos urge movernos de la actual dependencia total de los combustibles fósiles, el gas natural entre ellos, a la utilización de energía renovable como el sol, el viento y el agua. Su propuesta viene sustentada por el éxito de proyectos comunitarios concretos que incluyen desde una cultura de bajo consumo energético y la invención del Posterriqueño en colaboración con UPR Mayagüez, hasta el diseño e implantación de microrredes fotovoltaicas que generan suficiente energía para la operación de negocios y residencias. Para Massol Deyá, la agenda de futuro esta clarísima: la insurrección energética como proyecto ambiental y político.

También en estas páginas se hace espacio para la reflexión de tono personal, en la que la ternura y la ciencia se imbrican. A veces sirve para la contemplación de la naturaleza, como en los textos que provienen de su blog Siempre te quieresir. Allí el científico viajero nos invita a acompañarlo en sus periplos por México, Bolivia, Venezuela, Brasil, Cuba o Panamá para, desde otro lugar, admirar la magnitud planetaria en la migración de las mariposas monarcas, en el altiplano boliviano o en las Cataratas del Iguazú. Otras veces, aborda el costo personal de la crisis en el manejo de los desastres naturales. Así, en “Andrea”, una de las columnas más hermosas del volumen, Arturo, el padre, expresa su dolor por la mudanza de su hija menor a EEUU debido a la crisis pos María: “Quienes se van se llevan mucho más que así mismos. Se llevan su rostro, sus manos, y lo cotidiano toma otra rutina mientras un raro silencio se apodera del fin de semana…”. ¿Quién, hoy en Puerto Rico, podrá darse el lujo de no encontrarse en estas palabras?

Por su parte, la tristeza se cuela en otras columnas de duelo, al reconocer el legado de importantes líderes ambientales, políticos y comunitarios como Brunilda García Ayala y Enrique Fernández Toledo, entre otros y otras. El duelo marca la huella del trabajo y nos alienta a continuar el camino trazado. Quizás por eso, “Los 10 años de Ariel”, columna dedicada a su hermano Ariel Massol Deyá, cierre el libro con la seguridad del científico-militante de que sus muertos son “presencias permanentes” en su lucha ambiental.

El valor de este volumen no estriba solo en la persistencia de una voz de denuncia con rigor científico. Lejos de un tono apocalíptico, estos textos se escriben con la confianza y la esperanza en la lucha comunitaria y la conciencia ambiental. Incluso los desastres naturales, que son más bien desastres de manejo público de un evento natural, se utilizan para reflexionar y proponer formas alternas de enfrentar las crisis. Arturo continuamente nos motiva a participar de su agenda, que no es suya, sino de todas y todos.  “¿Qué queda? Estar alertas, organizarse y responder como pueblo, trascendiendo barreras ideológicas para protegernos. De eso se trata, de enfrentar la amenaza y prevenir futuras crisis”.

Apostar por un futuro Puerto Rico diseñado desde la justicia social y ambiental es la verdadera insurgencia de este volumen. Un Puerto Rico en el que todas las personas tengan igual acceso a los medios materiales y sociales necesarios para vivir y desarrollarse: seguridad hídrica, energética y alimentaria. Un Puerto Rico con justicia ambiental, en donde todos los sectores nos enfrentemos de igual manera a los desafíos de los daños medioambientales. Incluso, un Puerto Rico con responsabilidad planetaria, porque no habrá futuro sin el deseo de justicia intergeneracional y global. Para ello, no sólo basta estar atentos al deterioro del ambiente e intentar detenerlo; hay que diseñar y accionar posibilidades de desarrollo sostenibles.[4]

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[1]Prólogo a la primera edición de Ciencia para la insurgencia(San Juan: Ediciones Callejón, 2020)
[2]Beatriz Llenín Figueroa ha examinado profundamente la insularidad caribeña como espacio experimental para la consolidación y expansión de todas las fases del capital-colonial-patriarcal en“Situar la crisis y ceremoniar su pago: ensayo en cuatro actos” Revista Cruce, (abril-2018): 55-71. Véase también su tesis, Imagined Islands: A Caribbean Tidalectics” Graduate Program in Literature, Duke University, 2012.
[3]Para una discusión sobre el accionar anticapitalista, véase de Eric Olin Wright, How to Be an Anticapitalist in the XXI Century, Verso, 2019.
[4]Para una discusión de estas prácticas de justicia social y ambiental, véase el texto de Wright antes referido.
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