Diálogo interreligioso y lucha por la justicia

En toda la historia, la humanidad siempre hizo la experiencia de cómo el diálogo es difícil, tanto entre una persona y otra, como aún más, entre grupos de culturas diversas. En todas las formas de colonialismo, es común lo desconocimiento y la negación de aquel que es diferente. En la cultura dominante, el diálogo es muy raro. En el campo político, el mismo hecho de un gobernante proponer el diálogo puede ser visto como signo de fragilidad. Infelizmente, en América Latina y Caribe, algunas veces, las fuerzas opresivas si unen en contra el camino de justicia y liberación. De otro lado, los grupos y organizaciones sociales comprometidos con la liberación de los pobres ni siempre logran unirse.

En la carta sobre el Cuidado con la Tierra, nuestra casa común, el papa Francisco propone un diálogo entre las religiones y también entre los movimientos sociales. Ese diálogo podrá favorecer una más amplia alianza de toda la humanidad en favor de la justicia, la paz y el cuidado con la naturaleza. De hecho, en el mundo actual, el sistema dominante firma sus posiciones sobre el absoluto del mercado y la divinización del capital e de los intereses de una ínfima minoría de la humanidad. Es urgente que todas las tradiciones espirituales si unan para afirmar a la humanidad que esa idolatría del dios mercado es cruel. Asesina mucha gente y destruye la tierra y la naturaleza.

Es urgente que las religiones reafirmen: lo más sagrado es la vida. No tiene sentido una fe o religión si no es para servir à la valoración de la vida y de la libertad de todos. En años más recientes, en varias Iglesias, ha surgido un modo de vivir la fe abierto a aprender con el otro y convivir con lo diferente.

Cuando aceptan la pluralidad, las tradiciones espirituales pueden complementarse y enriquecerse. Casi todas los caminos religiosos descubren que siempre en el inicio de su camino había una preocupación con la vida de las personas y con el amor vivido como solidaridad. Hoy, para que las religiones puedan dialogar, es importante que cada grupo pueda reconocer el elemento de verdad que existe en lo otro y abrirse al que Dios nos revela, no solo desde su misma tradición, sino desde el camino espiritual del otro.

El diálogo sincero y verdadero es un acto de justicia social, de crecimiento humano para todos los lados y al mismo tiempo, profundamente espiritual. En 1964, el papa Pablo VI escribió: ¿Fue Dios que provocó el diálogo con la humanidad. Entonces, el diálogo es un acto divino. Quién dialoga, hace una acción iniciada por lo mismo Dios” (encíclica Ecclesiam Suam, 2).

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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