Editorial-En picada el  bipartidismo electorero en Puerto Rico

 

El aparatoso derrumbe en la confianza del pueblo puertorriqueño en los dos partidos que se han turnado el gobierno colonial en nuestro país, ha empezado a hacerse cada vez más evidente. Y se notará mucho más en la medida en que avance el proceso hacia las elecciones generales del próximo año 2024. Esto ha ocurrido lentamente, en la medida en que nuestro pueblo ha tenido que enfrentar un gran cúmulo de desgracias, desde aquel año 2006 cuando comenzó a manifestarse la crisis económica y fiscal incubada por más de 100 años de coloniaje de Estados Unidos en Puerto Rico, y 60 años de administraciones gubernamentales incompetentes y corruptas de los partidos Popular Democrático (PPD) y Nuevo Progresista (PNP). Estas habían arrastrado a nuestro país al abismo de un endeudamiento público sin final. Ese año 2006, del mal llamado gobierno compartido, paralizó de un día para otro la gestión pública y sirvió de aviso a lo que vendría después.

De ahí en adelante, no ha habido tregua. La espiral de préstamos siguió creciendo hasta que la deuda alcanzó la inimaginable cifra de $72 mil millones, y las agencias evaluadoras del crédito y los mercados financieros- que tanto se beneficiaron de sus tratos.con Puerto Rico- tiraron a nuestro país a pérdida. El resto es historia bien reciente. La infame Ley PROMESA del Congreso de Estados Unidos y los sufrimientos infligidos a nuestro pueblo por las decisiones arbitrarias e insensibles de una Junta de Control Fiscal (JCF) impuesta, y de un proceso de quiebra injusto hacia Puerto Rico y sesgado a favor de los grandes conglomerados financieros de Estados Unidos, los mismos acreedores que contribuyeron a la ruina de nuestras finanzas públicas. Luego sucedieron en cadena dos de los peores desastres naturales ocurridos en Puerto Rico en más de un siglo y la pandemia del Covid-19, una crisis mundial de salud pública sin precedentes.

Paralelamente, el liderato político de los partidos PPD y PNP ha ido en caída libre. Sometidos y maniatados por la JCF,  sobre ellos ha caído el poder del Congreso, del Presidente y del sistema Judicial de Estados Unidos, poder que se ha dejado sentir como en los primeros tiempos de la colonia. Estados Unidos destrozó la fachada de gobierno propio que le servía de pantalla al PPD. Dejó al descubierto el rechazo absoluto de todas sus instancias de gobierno a la pretensión de la Estadidad, dándole una estocada a la llamada » razón de ser» del PNP. También desnudó -sin ambages y sin que les cause vergüenza- ante los ojos del.mundo  la naturaleza colonial de su dominio sobre Puerto Rico.

Esta es la situación del presente en un Puerto Rico que no puede crecer ni progresar porque ha sido sumido en la peor dependencia económica y política, por.designio de la metrópolis y por la codicia, la ventajeria y la dejadez de unas castas políticas más interesadas en administrar la colonia- y el presupuesto y las transferencias federales- que encaminar a Puerto Rico por vías propias de desarrollo económico y social sostenible, y darle al pueblo un buen gobierno. A nadie pueden culpar,  sino a ellos mismos, por la debacle de este Puerto Rico disminuido por las.cuatro esquinas, estos personeros de unos partidos huecos  que aún se atreven a pedirle al pueblo su confianza, después de haberle defraudado una y otra vez.

Por eso, estas últimas décadas han visto las peores  divisiones y luchas de poder al interior de ambos partidos, y han retratado su corrupción interna y los  múltiples y escandalosos casos de ilegalidades con fondos públicos que se han ventilado, y que les han costado una merma dramática en su base electoral al PNP y PPD.

Desde el año 2000 en adelante, ningún gobernador o gobernadora de Puerto Rico lo ha sido por más de un cuatrienio. Y cada vez son más frecuentes y enconadas las primarias por las candidaturas principales, como sucede ahora mismo hacia el 2024, una lucha fratricida que parece.más un grito de «sálvese quien pueda» que una campaña electoral donde se debaten ideas y proyectos que mejoren la vida de la gente.

Mientras, la imagen y estima pública de dichos candidatos políticos se sigue erosionando ante un electorado desencantado con el bipartidismo anquilosado y estéril, y unos candidatos y candidatas en quienes confiaron sólo para sentirse desengañados hoy.

 

Artículo anteriorSiguen en vilo los donativos legislativos
Artículo siguienteManifestantes izan la bandera de Palestina en el asta del Capitolio