Editorial : Trabajo precario o cero trabajo

Según las estadísticas de empleo en Puerto Rico publicadas en un artículo de prensa reciente, los empleos de tiempo parcial han desplazado los de tiempo completo. En cinco meses, desde septiembre de 2018 hasta febrero de este año, se habían perdido 80,000 empleos de tiempo completo (empleos de 35 ½ horas o más a la semana). Mientras, los puestos de tiempo parcial (30 horas semanales o menos) subieron en 57,000. Es un entorno laboral precario donde miles de trabajadores y trabajadoras optan por trabajar dos y tres jornadas de tiempo parcial y hacer de tripas corazones para sobrevivir y poder pagar sus cuentas. Es el resultado directo de la llamada Reforma Laboral que implantó este gobierno de Ricardo Rosselló y el PNP. Lo advertimos y está ocurriendo. Desnivelar a tal magnitud la ecuación laboral a favor de los patronos es una mala iniciativa, mucho más en una economía y sociedad en crisis. 

El trabajo precarizado abona a la inestabilidad de estas familias, y a muchos de los problemas sociales y emocionales productos de la combinación letal de estrés y pobreza.

No debe sorprender a nadie que las mujeres sean las más impactadas por esta tendencia. Durante el último año se han perdido en exceso de 32,000 plazas de tiempo completo ocupadas por mujeres, un impacto enorme en relación al peso específico que éstas tienen en el mercado laboral de Puerto Rico. Aquí hay una proporción altísima de familias encabezadas por mujeres y éstas conforman más de la mitad de la fuerza trabajadora y del mercado laboral. El trabajo precarizado abona a la inestabilidad de estas familias, y a muchos de los problemas sociales y emocionales productos de la combinación letal de estrés y pobreza. Si se le suma el hecho de que en el trabajo de tiempo parcial prácticamente no existen los beneficios marginales de plan médico, vacaciones y enfermedad pagadas, o incentivos como el bono de Navidad, se tiene un cuadro más claro de las tensiones que esta situación genera, y del efecto que tiene en la economía del País que sus trabajadores y trabajadoras no dispongan de los recursos necesarios para poder ahorrar, o adquirir bienes duraderos como una vivienda. 

En su típica actitud enajenada, los cínicos despachan el asunto hablando de tendencias y proyecciones ininteligibles, o advirtiendo que “es mejor tener cualquier trabajo que no tener ninguno”. Quienes hablan así son aquellos que, por lo general, están acomodados y nunca han tenido que barajar situaciones como las que a diario enfrenta nuestra población sub empleada. En el referido artículo de prensa, el propio secretario del Trabajo y Recursos Humanos, Carlos Saavedra, cuya función es ser el “abogado” de los trabajadores, intentó restarle importancia a la reducción en los empleos de tiempo completo. “Aun aceptando que aumenta el empleo “part time”, el efecto no es negativo en el mercado laboral porque los salarios están subiendo”, dijo. Lo que no dijo fue que-aun cuando suba el salario- un empleo de tiempo parcial no genera el ingreso suficiente ni los beneficios, para que un trabajador o trabajadora pueda sostenerse a sí mismo, y mucho menos una familia. Tampoco mide el costo social y emocional devastador de tener que trabajar dos o tres jornadas de tiempo parcial para poder sobrevivir.

A través del mundo, las fuerzas progresistas combaten la tendencia hacia el trabajo precario, considerada uno de los más nefastos efectos de la globalización y el capitalismo desenfrenado. El impulso neoliberal ha creado un mundo de empleo irregular, mal remunerado, inseguro, sin protecciones e insuficiente para sostener un hogar. También ha destrozado las enormes conquistas y derechos alcanzados por los trabajadores y trabajadoras, hechos “sal y agua” ante el embate depredador de la codicia capitalista. 

Hay que denunciar esta tendencia que, no solo explota al trabajador inmisericordemente sino que también destruye las bases de una sociedad que aspire a ser productiva. Debatirse entre “trabajo precario o cero trabajo” no debe ni puede ser la opción para los trabajadores y trabajadoras en Puerto Rico. 

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