El camino espiritual de la solidaridad compasiva

Para los pueblos de América Latina y el Caribe, así como para los movimientos populares, el mes de julio trae importantes recuerdos. El 24 de julio de 1783, en Caracas, nació Simón Bolívar, el libertador. El 26 de julio es para los cubanos la memoria del inicio de la revolución liberadora. El 19 de julio en Nicaragua, la memoria de la victoria sandinista en 1979.

El 17 de julio también se recuerda la Pascua de Bartolomé de las Casas, que, en los inicios del siglo XVI, era un fraile dominico que vino al Caribe para ser señor de esclavos y al ver el sufrimiento de los indios, se convirtió. Se hizo misionero y teólogo para luchar en defensa de los pueblos originarios. Defendió la dignidad de los indios ante el Rey de España y escribió el primer tratado de teología y espiritualidad que enseña que, en los cuerpos de los indios esclavizados, es el propio Jesucristo quien es explotado por los que se dicen cristianos.

Hoy, casi cinco siglos después, podemos lamentar que, al protestar contra la esclavitud indígena, Las Casas no supiera denunciar el propio sistema colonizador. Y algunos le acusan de haber aceptado el tráfico de africanos para sustituir a los indios en las minas e ingenios de la colonización. No hay ninguna prueba de ello. De hecho, cuando murió en 1566, Las Casas no preveía este problema. El tráfico de africanos secuestrados para ser esclavos en América floreció más en épocas posteriores, a partir de las últimas décadas del siglo XVI. En cualquier caso, aun con sus contradicciones, los escritos de este gran misionero son referencia para una nueva concepción intercultural de la misión y para leer la historia desde el punto de vista de las víctimas y no de los vencedores.

La espiritualidad lascasiana sostiene que la misión cristiana no puede tener como objetivo ganar adeptos a la fe. Debe valorizar la presencia divina en toda realidad humana y respetar la diversidad de las culturas. De lo contrario, las misiones católicas y evangélicas no llevarán a las comunidades la buena nueva del Evangelio y sí la destrucción de las culturas, el colonialismo y la muerte.

Aún hoy, por todo el continente, pueblos indígenas y grupos afrodescendientes siguen siendo masacrados, víctimas de un modelo de progreso que ve en ellos un estorbo para la concentración de tierras, el agronegocio y los beneficios de las grandes empresas.

La memoria de Las Casas nos llama a defender la vida y la libertad de los pueblos originarios, por razones humanas y sociales, pero también como exigencia espiritual de nuestra fe. En 1815, en su “Carta a Jamaica”, Simón Bolívar consideró el elemento religioso como aglutinador del alma americana y formuló “la urgente necesidad de una unión de nuestros pueblos, ligados por elementos culturales y religiosos comunes”.

En estos días, del 18 al 22 de julio, se realiza en Mato Grosso, oeste brasileño, el XV Encuentro Nacional de Comunidades Eclesiales de Base, con el tema: «Comunidades de base: ¡Iglesia en salida, en busca de la vida plena para todos!». El lema del encuentro es la palabra bíblica: “¡Mirad! Yo crearé un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva” (Is 65,17). El Amor Divino quiere realizar esta renovación de la vida y del mundo a través de nosotros. Esta debe ser nuestra espiritualidad.

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