El Consejo Ecuménico de Iglesias

En todo el mundo, la ONU y organismos internacionales intentan establecer relaciones de diálogo y cooperación entre los pueblos, mientras grandes potencias quieren sacar más provecho de la venta de armas y de la guerra, preferentemente contra pueblos pobres de África y Asia. Apoyan dictaduras asesinas y corruptas siempre que estén aliadas con el imperio norteamericano, mientras invocan defensa de la democracia y derechos humanos, cuando se trata de gobiernos que no aceptan el servilismo a los intereses estadounidenses, como es el caso de Cuba y Venezuela.

Recientemente, el Papa Francisco ha propuesto à las Iglesias, pero también al mundo, un caminar juntos, que, en la tradición eclesial, se llama sinodalidad. Hasta ahora, esa propuesta ha encontrado muchas dificultades para arraigar en una institución que todavía tiende a considerar la jerarquía y el poder como elementos sagrados e irrenunciables. A muchos obispos y sacerdotes les cuesta entender que la sinodalidad no niega ni entra en conflicto con los ministerios, pero supone que se renuncie à la jerarquía como poder sagrado.

Como siempre aprendemos unos de otros, es bueno recordar que hace 76 años, el 23 de agosto de 1948, se creó el Consejo Mundial de Iglesias, con sede en Ginebra (Suiza). El Consejo es una comunidad de Iglesias cristianas que caminan juntas en diálogo y cooperación al servicio de la Justicia y la Paz en el mundo, así como del cuidado de la Tierra y la naturaleza. El CMI agrupa actualmente a más de 340 iglesias y diversas organizaciones ecuménicas cristianas, presentes en más de 120 países. Participan numerosas iglesias ortodoxas, anglicanas, bautistas, luteranas, metodistas, calvinistas y otras. Aunque la Iglesia Católica no forma parte de esta organización, mantiene un diálogo permanente y participa en diversas comisiones y órganos vinculados al Consejo Mundial de Iglesias.

En décadas pasadas, hubo asambleas ecuménicas que parecían avanzar en dirección a un Concilio o Sínodo de las diversas Iglesias que acordan caminar juntas. Hoy, hay propuestas para un Foro Cristiano Mundial, cuyo objetivo no es uniformidad institucional, sino la unidad en la diversidad y a través del servicio à la humanidad.

En estos días, el movimiento ecuménico ha visto partir para Dios a un gran trabajador por la unidad, el pastor valdense italiano Paolo Ricca. El insistía que ya no podemos vivir en una cultura, en la que preguntas a alguien de qué religión eres y la persona te responde: católico o protestante. Católico o protestante es la forma de ser cristiano. Católica o evangélica es la Iglesia à la cual alguien pertenece, pero la religión es el cristianismo.

Paolo Ricca nos enseñó que si seguimos siendo sólo cristianos confesionales, seremos cristianos a medias. Jesús nos llama a ir más allá de la identidad confesional y superar la autosuficiencia de cada Iglesia para vivir el testimonio de la unidad. Jesús nos enseñó que Dios siempre nos habla a través de los demás.

En las recientes sesiones sinodales en el Vaticano, diversas personas tienen acentuado la importancia del diálogo espiritual como camino permanente de la Iglesia cristiana. Por eso debemos abrirnos cada vez más a la ecumenicidad de la fe y al pluralismo de las culturas y religiones para construir la fraternidad que es la comunidad de la Vida en el planeta Tierra.

 

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