El doble baremo diplomático de Estados Unidos

No parece haber equidad ni uniformidad en la conducción de la diplomacia que rige la política exterior estadounidense. Su diplomacia y las relaciones políticas con los países del mundo no es coherente en la evaluación para determinar cuánto cada régimen de gobierno de cada uno de ellos cumple con el concepto universal de democracia. La evaluación siempre se amolda a sus intereses económicos y geopolíticos del momento.

Para Estados Unidos, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, es un dictador y el régimen político de ese país no es democrático. Empero, el gobierno estadounidense confiere su aquiescencia diplomática a la monarquía autocrática de Arabia Saudita y considera a ese país como un magnífico aliado internacional. Una política de buenas relaciones diplomáticas con el régimen de un país, a cuyo príncipe heredero Mohammed bin Salman las agencias de inteligencia estadounidenses interceptaron una conversación en la que decía en 2017 a su ayudante, Turki Aldakhil, que “usaría una bala” contra Jamal Khashoggi, el periodista asesinado en octubre, en caso de que éste no pusiera fin a sus críticas al gobierno saudí. Khashoggi era columnista del periódico estadounidense The Washington Post al momento de ser asesinado en una visita al consulado saudí en Estambul, Turquía, para tramitar documentos relacionados con su planificada boda con una mujer también de ese país.

Esta pudiera ser la evidencia más detallada hasta la fecha de que el príncipe heredero consideró asesinar al Sr. Khashoggi mucho antes de que un equipo de agentes saudíes lo estrangulara dentro del Consulado Saudí en Estambul y desmembrara su cuerpo con una sierra para huesos. No importó que el asesinato de Khashoggi provocara semanas de indignación en todo el mundo para que Washington mantuviera inalteradas sus buenas relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, ni que legisladores de alto nivel, demócratas y republicanos, solicitaran una investigación.

La conversación entre el príncipe Mohammed y Aldakhil se produjeron por la alarma que estaba causando a la monarquía de Arabia Saudita las cada vez más fuertes críticas de Khashoggi al gobierno saudí en sus columnas de opinión publicadas en el importante e influyente diario The Washington Post. Ese mismo mes, el Sr. Khashoggi comenzó a escribir columnas de opinión para The Washington Post. Los principales funcionarios de Arabia Saudita discutían formas de atraerlo a Arabia Saudita con el fin implícito de apresarlo o asesinarlo.

En la conversación, según una reseña publicada el viernes, 8 de enero de 2019 por The New York Times, el Príncipe Mohammed dijo que si Khashoggi no quería regresar a Arabia Saudita, debería ser llevado al país por la fuerza. Si ninguno de esos métodos funcionaba, dijo el príncipe heredero, entonces iría tras Khashoggi “con una bala”. La información fue extraída de un informe de inteligencia producido a principios de diciembre de 2018.

En el artículo de marras del Times se dice que el gobierno saudí ha negado que el joven príncipe heredero haya desempeñado algún papel en el asesinato, y el presidente estadounidense Donald Trump ha mostrado públicamente poco interés en tratar de obtener información sobre quién fue el responsable. El Príncipe Mohammed se ha convertido en el gobernante de facto de Arabia Saudita y un aliado cercano de la Casa Blanca de Trump, especialmente Jared Kushner, el yerno del presidente, se añade en el artículo.

Conforme a lo revelado por The New York Times, la conversación parece haber sido recientemente transcrita y analizada como parte de un esfuerzo de las agencias de inteligencia para encontrar pruebas de quién fue el responsable de la muerte de Khashoggi. La Agencia de Seguridad Nacional y otras agencias de espionaje estadounidenses ahora están revisando los años de las comunicaciones de voz y texto del príncipe heredero que  han sido interceptadas y almacenadas de manera rutinaria, como lo ha hecho la agencia por otros altos funcionarios extranjeros, incluidos los aliados allegados a Estados Unidos.

Lo que llama la atención en estos momentos de tensión diplomática con Venezuela es el doble baremo de política diplomática de Estados Unidos en la evaluación de las actuaciones de los mandatarios o funcionarios cuando se trata de un país o de otro para lo que media únicamente el interés económico o geopolítico estadounidense y no verdaderamente si hay en el país o por sus mandatarios respeto a los derechos civiles y humanos y conceptos universales de democracia en sus políticas de gobierno.

Es de ingrata recordación las expresiones de Condoleezza Rice, ex secretaria de Estado de Estados Unidos bajo el gobierno de George W. Bush, catalogando como “buen amigo” y buen aliado de Estados Unidos al sanguinario dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema.

Obiang Nguema gobierna dictatorialmente desde hace más de tres décadas a Guinea Ecuatorial con el beneplácito de las grandes potencias imperialistas, a cambio de la expoliación de sus riquezas naturales.  Llegó al poder luego de ejecutar al anterior presidente Francisco Macías, su tío.  Los robos y asesinatos en esos 32 años de dictadura de terror le ha permitido amasar una fortuna que lo convierte en uno de los hombres más ricos del planeta.

Bajo su dictadura, Obiang Nguema no sólo ha saqueado los pagos de las compañías petroleras por la extracción del hidrocarburo, sino que se ha apropiado aproximadamente de la mitad de los terrenos edificables del país.  Los opositores al régimen son asesinado o encarcelados, al tiempo que se les despoja de cualquier bien que posean.  Se estima que durante el mandato dictatorial de Obiang Nguema, el gobierno ha exterminado a cerca del 10% de la población.

Conforme a un informe de Amnistía Internacional, los detenidos por la Policía y el Ejército son torturados de manera brutal, mediante métodos tales como mutilaciones, roturas de huesos, estupro, descargas eléctricas en los genitales o la clavadura de tenedores en la vagina de las mujeres detenidas.

El autor es comunicador.

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