Especial para CLARIDAD
Por lo menos de los fundadores del Estado Libre Asociado se puede decir que articulaban lo que entendían que era un nuevo tipo de relación con los Estados Unidos como un mecanismo que podía resolver los problemas sociales y económicos de Puerto Rico. Cuánto lograron con ese mecanismo es materia de debate. Pero el discurso de Pablo José Hernández el pasado 25 de julio, en la conmemoración de la Constitución de Puerto Rico, reduce el problema colonial a uno meramente jurídico. Al hacer eso, vacía el debate sobre el estatus de Puerto Rico de cualquier contenido concreto, programático. Al hacer eso, imposibilita un cambio de rumbo.
Pablo José reconoce que el Estado Libre Asociado y el autonomismo se encuentran en un “estancamiento”, en “crisis y desorientación”. Se debe, según él, a la imposición de la Junta de Control Fiscal y a dos decisiones del Tribunal Supremo de Estados Unidos (Puerto Rico vs. Sánchez Valle, U.S. vs. Vaello Madero). Estas limitaron “la soberanía [de Puerto Rico] en casos penales” y reafirmaron: “que el Congreso podía tratarnos diferente en programas de bienestar social, y reconoció que no teníamos más autonomía que los estados”.
La economía aquí brilla por su ausencia. El análisis de Pablo José no toma en cuenta el fracaso del proyecto petróleo-químico en la década de los 1970, que fue el proyecto económico emblemático del ELA; tampoco toma en cuenta que, posterior a este fracaso, la economía en gran medida vendría a girar alrededor de la Sección 936, es decir, de un inciso en la ley tributaria federal; ni toma en cuenta que la eliminación de la Sección 936 por el Congreso de los Estados Unidos llevó a una crisis económica y fiscal en 2006, dos años previos a la Gran Recesión; no toma en cuenta que esta crisis transformó por completo la composición social de Puerto Rico, los niveles y los estilos de vida, la demografía. El mundo que el ELA creó estuvo dando tumbos tres décadas hasta finalmente desplomarse en la primera década del siglo XXI. Pablo José no responde a esta historia, a la materialidad de la crisis del ELA. Solo a su espectro.
Como se trata de una discusión sin contenido, la defensa del autonomismo y del ELA mejorado no depende de que estos sean un mecanismo más apropiado para el país que se desea. Ese país deseado ni siquiera fue materia de discusión en el discurso. El método del descarte basta. “La estadidad para Puerto Rico es imposible”, dice. “La independencia sí está disponible, pero los puertorriqueños abrumadoramente la rechazan […]. Y si la estadidad no está disponible ni es deseable, y la independencia está disponible pero no es deseable, por eliminación, parece que solo podemos mantener lo que tenemos”. No estamos ya ante la idea del “mejor de dos mundos”, sino “el menos malo entre todos”.
Es el mismo método que usan, dicho sea de paso, sectores estadistas o independentistas que han perdido fe en que la historia de este país será la obra del propio pueblo. Con descartar jurídicamente (¿?) las demás opciones, se tiene la batalla asegurada, como si la definición del país que queremos se resolviera igual que se resuelve una lista de compras.
Ante la crítica que le han hecho al autonomismo por sus carencias al definir “ELA mejorado”, Pablo José presenta “tres principios”: “economía”, “identidad”, “democracia”. Lejos de especificar un proyecto, sin embargo, cae en generalidades. “Economía” se reduce a “fortalecer la economía puertorriqueña”, que implica depender menos de fondos federales (aunque también dice que luchará por aumentarlos) y a “maximizar recursos” producto de la autonomía. “Identidad” se reduce a la no asimilación, y a participar en más foros internacionales, “como hacemos ya”. “Democracia” quiere decir trato igual en programas federales, un mecanismo para consentir o no en la aplicabilidad de leyes federales en la isla y clarificar los poderes del Congreso y los de Puerto Rico en esta relación. Justo después, sin embargo, aclaró que “tampoco necesariamente impulsaremos cada uno de estos ejemplos concretos”.
El problema de fondo es que la preocupación de Pablo José es la refundación del Partido Popular Democrático, no la refundación de Puerto Rico. Si lo segundo fuese el caso, se necesitaría, realmente, un análisis concreto de la crisis de la colonia capitalista, haría falta un proyecto económico coherente y detallado, un análisis de cuáles pudieran ser vehículos políticos que impulsaran ese proyecto. Se requeriría el apelar a las necesidades del pueblo trabajador, como incluso intentaron hacer, con todas sus contradicciones, los fundadores de su propio partido. Aquí, sin embargo, se apoya meramente el espectro del ELA, es decir, un ELA vaciado de su contenido original, sin las corporaciones públicas que le caracterizaron, por obra del mismo PPD (los intentos de la privatización de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados y la Telefónica bajo el gobierno de Rafael Hernández Colón; la privatización del aeropuerto que fue respetada por Alejandro García Padilla; la privatización de la Autoridad de Energía Eléctrica que es obra bipartita), sin autonomía fiscal, en fin, sin proyecto social.
Pablo José no es una figura política capaz de fundar ni proponer, parece, sino solo de aprovecharse del vacío para continuar con su aspiración, de carácter, no social y colectivo, sino individual. Por eso, la llaneza de su análisis de la historia y de la realidad inmediata. Mucho más se pudiera decir sobre su forzada interpretación de los logros del autonomismo.
Una alternativa real a las múltiples crisis con las que carga Puerto Rico requiere de una discusión y de un análisis colectivo, que no podrá llegar a otra conclusión que a la superación de la colonia y de la supeditación económica de Puerto Rico a los Estados Unidos. En ese momento, quizás, la palabra “refundación” tenga algún tipo de contenido, y no sea un mero espectro. O, en todo caso, si lo fuera, que sea como el espectro del padre de Hamlet, anunciando, como decía Hostos, la revolución.