En Rojo
Hace par de años descubrí a Mark Fisher. Ya había muerto, así que fue algo como ver un fantasma.
Sus textos están llenos de fantasmontología -fantasma + ontología- y de discurso agónico y delirante. Lo conocí a través de un librito, “Capitalist Realism: Is there no alternative” y luego a través de su vlog, K-Punk, y videos en You Tube.
Lo que me gusta de Fisher es que se enfrenta al purismo paralizante de la izquierda. Ese purismo que a veces funciona como endofagia es desmontado poco a poco por Fisher apuntando su análisis a lo que el llama “ejércitos de trolls tóxicos» y que no es otra cosa que moralismo organizado en caza de brujas.
Para él, “las redes amplifican nuestros peores impulsos, incentivando por medio de algoritmos la indignación rápida y desmantelando casi por completo todo sentido de camaradería, conciencia de clase y solidaridad” Al morir -por decisión propia- escribía un programa político conformado alrededor del concepto de “Comunismo ácido” que me gustaría reseñar en otro momento.
Si bien uno podría pensar que su acercamiento al cine y la cultura popular lo asemeja a Zizek, contrario al esloveno Fisher propone un programa, si bien fragmentario e inconcluso. Tampoco practica la autofagocitación. Me recordó a veces “El capitalismo funeral” de Vicente Verdú, pero este no tiene un marco teórico desde el que fundamentar una alternativa a la fatalidad.
Es paradójico lo que digo en el párrafo anterior. Mark Fisher se quitó la vida en enero de 2017. Entonces, ¿lo venció la fatalidad? Creo que no. Pero este no es el espacio para explicarlo. Sólo quiero invitarles a que lo lean.