Heladería sexual en El Bagdad

Por Némesis Mora Pérez / Especial para En Rojo

Nunca pudo chuparla entera. Apenas le alcanzó para dos caladas. Fue un sorbo a medias. Un trago a medio pocillo. Una vela sin su mecha. 

Las amateurs tienen prohibido hacer lo mismo que las más versadas. Y Rossy, que es larguísima y carnosa por cualquier lado que se le mire, pertenece al bando de las principiantes. Su cara la delata desde las gradas, donde un pakistaní casi se estrangula el falo por cada vez que Rossy saca y entra el dildo violeta. Sus ojos azabachados y posados sobre el limbo se divisan desde la barra de acaudalados, donde dos San Miguel cuestan 30 euros. Su boca, pintada con un lápiz labial que ya escasea, parodia más un vómito por venir que un orgasmo en camino.

-“Joder, que estoy trauma’o. ¡Mírale la cara a esa mujer! ¡Que es mentira! ¡No lo está disfrutando! Pero si a mi lo que me excita es que los dos disfrutemos”, soltó Rauly bajo risas de borracho cansado. 

Rauly es miembro organizador de la despedida de soltero de sus dos fieles amigos. Uno se pasea por El Bagdad disfrazado de Lobo y el otro de Caperucita Roja. Son del País Vasco pero se saben los detalles más recónditos del club de sexo en vivo más concurrido de toda Europa. Así que el baile privado de bienvenida, y exclusivo para los que no volverá a ser solteros, no los tomó por sorpresa. 

A eso de la 1:00 de la mañana, cuando El Bagdad empieza a tener más gentío, suben al lobo a la plataforma giratoria que yace en el medio de la tarima. Le sacan la verga, le ponen un condón con la boca y el lobo entra en trance. 

Pero antes de que el lobo subiera, el fortachón con rasgos tímidos fue el primero en probar la plataforma redonda y cubierta de purpurina rosada. Al fondo, retumba uno de los clásicos más grandes de Madonna para los 80’: 

Like a virgin

Touched for the very first time

Like a virgin

When your heart beats next to mine

Pura ironía. Pura guasa. Puro teatro, hubiera dicho La Lupe si estuviera en vida. Rossy fue la encargada del macizo, al que le bajó los calzones marca Diesel con falsa veteranía.

 -“No, Rossy, no”, gritaron dos mujeres que servían tragos desde la barra. 

-“Rossy, ¡te dije que noooo!”, volvieron a gritar.

-“Que no se puede, Rossy”, chillaron con ánimos de regaño moviéndose frente a la tarima.

Nunca pudo chuparla entera. A penas alcanzó a darle dos caladas a la verga sin erección del más fortachón del público. No era la mejor noche para Rossy, tampoco para los diez hombres que habitaban la sala porno un domingo en la noche. 

Entre las bocinas ahora se cuela una de las pocas canciones que Evanescens logró propagar por el mundo: Bring me to life (Tráeme a la vida). 

Luego de hablar con Cándido, uno de los empleados de seguridad del club, llego a pensar que la canción es intencionada. Con tanta pornografía gratuita y accesible en la internet, traer a El Bagdad de vuelta a la vida a veces se torna complicado. Cándido se transporta al 1975, cuando el club recién abría sus puertas y la fila de espera le daba la vuelta al local, situado en la calle Nou de la Rambla y con una capacidad de albergar hasta 75 personas.

Lo único que el tiempo no parece alterar es la decoración altamente excéntrica e íntegramente bizarra, además del coste de la entrada. Unos 90 euros por dos horas de porno en vivo, con sus intermedios y escenas variadas. En un ambiente de sexo frío, casi helado, techo en cristal, figuras egipcias en cada esquina y butacas acolchonadas en las gradas. El Bagdad siempre huele a limpio, a una pureza que allí no existirá jamás. 

“El público ha disminuido a raíz del porno gratis en internet. Pero la realidad es que siempre tenemos público. Mira ahora. Un domingo y hay sobre 10 hombres y dos turistas de la China”. 

El telón se vuelve a abrir y una de las pocas diestras del club se remenea con sus tacones de charol -los pornos de El Bagdad nunca andan sin zapatos-. La Paula tiene más culo, más tetas y más cara de ninfómana que ninguna otra en el club. Se masturba con las piernas bien abiertas y con uno de los temas de Fifty Shades of Grey (Earned it de The Weeknd). ¡Tremenda gambeta!

El pakistaní le da un sorbo lento a su bebida transparente y cargada de hielo, como quien busca exterminar su cachondeo viril. Mientras que el americano de la esquina le deja 20 euros en las bragas. Son casi las 2:00 de la mañana y el gringo lleva ventaja. Paula se despatarra frente a él y le concede el consolador. 

Rauly se mueve de asiento y sin que le cupiera una San Miguel más se confiesa: “oye, pero ese coño sí que me lo comería completo”. 

Némesis es periodista independiente y cronista más independiente todavía.


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