El llanto de los niños y la penúltima bondad

Abrí los ojos esta mañana y lo primero que recordé fue el llanto de los miles de niños que han sido separados de sus padres y enjaulados en Estados Unidos. Seguido, me dije desilusionada: “no hay nada nuevo bajo el sol”. Este dicho popular se ha convertido en una especie de mantra al que acudo cuando acecha el peligro. Es un recordatorio que me hago cuando se presentan o avisto situaciones que a lo largo de la historia de mi vida o de la historia del mundo en general, amenazan con repetirse. De esta forma, así como reconociendo que dos más dos son cuatro, consigo al menos protegerme de una que otra desilusión. ¡No debemos olvidar que a veces tenemos la suerte de intervenir!

“No hay nada nuevo bajo el sol” se me parece mucho a la advertencia que reza: “Un hombre que no conoce su historia estará condenado a repetirla”. La tendencia es a repetir hasta la náusea y no hasta el cansancio, porque para desgracia nuestra, al parecer nunca nos cansamos de cometer los mismos errores, atrocidades, injusticias, etc., y ahí está la Historia para demostrarlo. Pero detienen y aprisionan en la frontera de Estados Unidos a estas familias y de repente, de un momento a otro nos preguntamos sorprendidos no solo por la bondad humana, sino que además, por la bondad americana que es superlativa. Entonces recuerdo que el Presidente Obama por ejemplo, en el caso de los niños inmigrantes no lo ha hecho con mayor bondad sino que con mayor discreción o ¿correción política?, a lo americano como nos encanta. Y ya deberíamos dejar de sorprendernos porque no hay novedad sino repetición y asco. La deshumanización ha sido a la vez práctica y consecuencia de nuestro sistema político y económico desde principios de la modernidad, y enjaular a niños como si fuesen pollos solo debe sorprendernos por lo despiadado, injusto e inhumano, pero no porque seamos capaces de tal cosa; porque a decir verdad, sabemos por experiencias previas hasta dónde somos capaces de llegar. Pero existe un filósofo, profesor de la Universidad de Barcelona, Josep María Esquirol, que en febrero de este año 2018 publicó un libro titulado La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana, que me ha embellecido un poco el panorama. Por momentos me ha hecho sonrreir y creer que todavía se puede hacer diferente y que que está en nuestras manos, como siempre. ¡Habrá que ver!

Propone que, a través de lo que llama el “repliegue del sentir”, constituido por el vivir (el sentirse viviendo), el amor y el pensamiento, llegamos a desarrollar mucho más nuestra capacidad de ser generosos, bondadosos sin ayuda de ninguna de esas prácticas pseudomísticas, filosofías y movimientos individualistas banales que estos tiempos han ido generando. Es un precioso ensayo que nos exhorta al pensamiento puro como antes de la “parodia tecnológica” que nos distrae y, a aprovechar la única vida que tenemos dejeando de lado la promesa de un paraíso futuro, porque el tiempo es ahora. Invita a la comunion, a los gestos simples pero fraternales, reconociendo la precariedad que nos constituye como humanos y que compartimos. Apuesta de esta manera a la posibilidad de ser cada vez más bondadosos y generosos con nosotros y el prójimo.

Estoy segura que esos niñitos, como tantos otros en el mundo que ahora mismo experimentan con terror lo inhumano de la humanidad, no han dejado de mostrar su capacidad de amor y bondad con sus compañeritos de celda compartiendo una manta, algún alimento, consolándose, acompañándose en la incertidumbre y la pena de saberse y sentirse desamparados.

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