El primer adiós de Andy Montañez

Andy y su hijo Harold Montañez. Foto Alina Luciano/ CLARIDAD

 

En Rojo 

Las cosas, por más buenas que sean, tienen caducidad. Un buen carro, un reloj chévere, hasta los mejores libros, con el tiempo, pierden sus lomos y sus páginas. Parece que a Andy Montañez no le aplica esa regla de vida porque, en su más reciente concierto, lució con el mismo ánimo risueño y cantó con un registro idéntico a sus grabaciones disqueras. Para sus fanáticos, quienes lo esperaban canturreando en la sala del Coca-Cola Music Hall, fue una noche llena de recuerdos y clásicos de la carrera del Niño de Trastalleres, en su “Primer adiós”, nombre del evento.

“Los he puesto a bailar, a reír, a llorar y, también, a pensar. Hoy comienzo a despedirme con el corazón lleno de agradecimiento y el sentimiento de haber cumplido bien la misión. Mi nombre, Andrés Montañez Rodríguez. En el barrio me conocen como Junior; en Puerto Rico como Andy, y de Puerto Rico para el mundo, como el eterno Niño de Trastalleres”, narró una grabación del salsero, seguida por unos ritmos que aluden a las músicas prehispánicas: el soplido de un caracol y el repique de la percusión.

Tras la introducción emotiva, en la que Montañez destacó lo que ha significado su carrera para él, el espectáculo estrenó la lista de melodías entrañables con el “Cantante errante”. Por cierto, la pieza reafirmó que, a pesar de las despedidas, el timbre inquebrantable de Andy aún suena como un intérprete de ópera convertido en un guarachero. Junto al sonero, le acompañaron: dos trompetas, dos saxofones, un trombón, tres percusionistas, un bajista y dos coristas. Todo bajo la dirección musical de Pedro de Jesús, compadre de Andy.

Dicen que soy un payaso, que no tengo ni valor de enredarme en otros brazos. Es verdad, soy un payaso, ¿pero qué le voy a hacer?

Mi primer adiós. Foto Alina Luciano/CLARIDAD

La voz del cantante se perdía entre el bullicio unísono de la audiencia, que bailó la noche apretujada, contenta y repleta de emoción. “Payaso”, “Te voy a enseñar”, “Aquí en mi pueblo” y “Vagabundo” figuraron entre las piezas notorias que, junto a su gente, Andy cantó cual pájaro en pleno trino. Algunos temas especiales, como el clásico “Cómo fue”, fueron interpretados con el guitarrista Rafael Taboas y el pianista Luis Marín.

Pero las colaboraciones no se limitaron a los colegas. Conmovido, el Niño de Trastalleres compartió el escenario con su hijo Harold, con quien entonó el tema “A mi manera” y lo dedicó a su hijo fallecido, Andy “Andicito” Montañez. Además, la dupla de padre-hijo interpretó “Renacer”.

“La carrera de Andy tiene muchos matices, diferentes etapas. Por ejemplo, a mediados de la década de 1970, el gran productor Frankie Gregory tuvo la buena idea de agrupar lo mejor de los músicos de esta tierra, y por supuesto, ahí estaba Andy […] fue bautizada como la Puerto Rico All Stars”, contó Elmer González, maestro de ceremonia.

Al concluir la breve anécdota, González insinuó que “esa orquesta se hizo para darle competencia a la Fania All Stars”, agrupación ínclita de la salsa. Montañez, con tono de risa, asintió que el orador “tiene toda la razón”.

La caducidad, que no perdona ni a las voces más diáfanas, obliga a Montañez a presentar muchas de sus canciones desde un sillón giratorio. No obstante, la voz intacta del sonero sigue la noche con “Amor por ti”, dedicada al fenecido compañero Pellín Rodríguez.

Mi primer adiós. Fotos: Alina Luciano/CLARIDAD

En el fondo, los monitores enormes proyectaron imágenes de un joven Andy Montañez en orquestas como Dimensión Latina, El Gran Combo de Puerto Rico y la Puerto Rico All Stars. En todas, aparece siempre aclamado, querido y, como evidencia de tal, vitoreado por el “público bailador”.

Porque eres, para mí, algo distinto que embruja mi ser. Me siento niño y anciano a la vez; me quitas la vida y me das el ser.

Como si la cantidad de colaboraciones no bastara, la voz de “Julia” invitó al timbalero Perín Morales Cortijo, mejor conocido como Don Perignon, al escenario. Mientras el percusionista ensartaba repiques a un ritmo “sabroso”, Andy deleitaba a los oyentes con “Casi te envidio” y “Me gusta”, con las que concluyó agradeciendo a sus músicos: Rolando Alejandro (trompeta), José Ruiz Vega (trompeta), Jorge Díaz (trombón), Sammy Vélez (saxofón alto), Roberto Calderón (saxofón barítono), Jorge Ocasio (conga), Ángel García (timbal), Javier Oquendo (bongó), Efraín Hernández (bajo), Reinaldo Montañez (coro) y Pedro David de Jesús (coro) y el binomio Fernando Rohena y Wanda Ríos, “band boy” y “band girl”.

La noche siguió con “Hojas blancas”, “Swing”, “Julia” y “Verano en Nueva York”. La última de estas cuatro piezas contó con la participación de Zayra Pola, una joven timbalera que Montañez conoció; estudiante en el Conservatorio de Música de Puerto Rico. El cantante la integró al espectáculo por su dominio del timbal, con el que retumbó un solo de improvisación que, con cerrar los ojos, sonaba igual a aquel timbal del elepé “Número 7” del Combo.

La despedida de la despedida

Después de 18 canciones interpretadas- casi- de forma corrida, el Niño de Trastalleres salió del escenario, dejando a la audiencia en una pausa de ansiedades y preguntas. Sin embargo, muchas personas supusieron la próxima y última presentación. Al ritmo de la plena, aparecieron panderos, pleneros y un cabezudo con la cara del salsero, avisando que llegó el momento esperado de cantar “Quién no se siente patriota”. El himno, que cerró el evento con una nostalgia sólida, reflejó cuánto este cantante vive entre los labios y corazones de su pueblo.

A diferencia de un buen carro o un reloj chévere, los cantantes de la estirpe de Andy Montañez no tienen caducidad. Quizás sus cuerpos y sus presencias físicas estén sujetos a esa ley, pero sus legados perviven en el espíritu de la cultura, y no hay adiós que quite eso.

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