Elon Musk, la sociedad digitalizada y el espectro del autoritarismo

 

 

Juan Rubén Cuadrado Ortiz

Vivimos en una era donde la tecnología está moldeando no solo nuestras vidas, sino también las estructuras fundamentales de nuestras sociedades. Uno de los nombres más influyentes en este contexto es Elon Musk, un visionario que ha impulsado una transformación digital masiva a través de innovaciones que van desde vehículos eléctricos hasta redes satelitales para conectar al mundo. Sin embargo, detrás del genio empresarial y tecnológico que define a Musk, se encuentran preocupaciones inquietantes relacionadas con su influencia en la política, la promoción del fascismo y su posición ante valores democráticos y su conexión con figuras polémicas como el Presidente Donald Trump.

Recientemente, Musk se ha visto envuelto en controversias que van más allá de sus empresas. Un gesto ampliamente interpretado como el saludo nazi “Heil Hitler” ha encendido alarmas sobre los valores que podría estar normalizando en la esfera pública. Como asesor no oficial del expresidente Donald Trump, ahora una figura central en la carrera para ser el presidente número 47 de los Estados Unidos, Musk encarna la interacción peligrosa entre la tecnocracia y el autoritarismo. Este tipo de gestos, simbólicamente cargados de odio y discriminación, deben ser analizados no solo por lo que representan históricamente, sino también por lo que implican para nuestra sociedad global digitalizada.

La relación entre las plataformas tecnológicas y la polarización política es cada vez más evidente. Bajo el liderazgo de Musk, Twitter (ahora X) ha adoptado políticas y discursos que muchos consideran un retroceso en la lucha contra el odio y la desinformación. El problema no radica únicamente en los gestos individuales o en las opiniones, sino en la manera en que estas plataformas globales pueden amplificar valores antidemocráticos. ¿Qué ocurre cuando figuras con tanto poder e influencia coquetean con simbolismos fascistas y los colocan en el espacio público?

Más allá de Musk, lo preocupante es el contexto político en el que estas señales encuentran terreno fértil. La realidad de un regreso derechista de Donald Trump a la Casa Blanca plantea riesgos significativos de un retroceso democrático, especialmente cuando sus posturas autoritarias encuentran eco en sectores tecnológicos que deberían ser guardianes de la innovación y el progreso. La digitalización de la sociedad se convierte en un arma de doble filo: mientras nos ofrece avances insospechados, también abre la puerta a la manipulación masiva de la opinión pública.

Como ciudadanos globales, debemos reflexionar sobre los peligros que el autoritarismo y el fascismo representan para nuestras democracias en esta nueva era digital. El liderazgo tecnológico no debe estar separado de la responsabilidad social, y figuras como Musk tienen la obligación de promover valores que refuercen las libertades y los derechos fundamentales, no de debilitarlos con gestos o políticas divisorias.

La sociedad digitalizada es nuestra creación, y, por lo tanto, somos responsables de definir cómo se utilizarán las herramientas que la conforman. Necesitamos líderes éticos y transparentes que nos guíen hacia el progreso inclusivo y equitativo, no hacia un pasado marcado por el odio y la opresión. Es tiempo de actuar para preservar y fortalecer nuestros valores democráticos antes de que sea demasiado tarde.

 

El autor es profesor de sociología y antropología social en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, recinto de Fajardo.

 

 

 

 

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