En Reserva-Abstemio Flores, para servirle

 

Especial para En Rojo

La democracia es un chiste. Fact. Cuando las decisiones del electorado están influenciadas por las mismas técnicas de mercadeo con que te venden margarina, hay algo profundamente mal. Obliga la pregunta ¿pa’ que votar?

Es junio del 2023 y ya desde hace unos meses, el PNP, esa colectividad con aroma a narco y notas de RICO Act, comenzó el proceso de llenar vacantes, decidiendo candidatos para todos los puestos electivos en cada región y municipalidad.

En los medios reseñan las reuniones en las que prominentes figuras políticas se reunen con grupos del sector privado para trazar alianzas y estrategias. De igual forma ya han activado sus contactos dentro de grupos comunitarios y ministeriales para iniciar las colectas. En fin, el bulldozer electoral avanza y a mucho más de un año de las elecciones ya huele a diesel.

El PNP se coge las elecciones BIEN en serio. Como Kobe en sus tiempos en LA, el penepé no sale a jugar, sino a ganar. No es para menos. Sus trabajos y dinero dependen enteramente de ello. El producto que vende su compañía es el país y para ello necesitan potestad legal sobre la totalidad de recursos y presupuestos públicos.

Me atrevo a decir que en este periodo de antesala a las elecciones es cuando único el penepé trabaja y se organiza por un fin en común, siendo el resto del cuatrienio un periodo de tirijala interno en el que la principal agenda es informar a directores de agencias sobre a quién hay que devolver favores en forma de contrato mientras identifican nuevos potenciales clientes.

Entonces, al otro lado estamos nosotros. Un diverso sector que entiende el bienestar social como uno colectivo, dígase ecológico, y no puramente individual. Me atrevo a llamarte en primera persona plural porque estás leyendo esto, en Claridad, por lo que de seguro tenemos más en común que diferencias insanables.

Eso o eres un espía informando alguna agencia de inteligencia, en cuyo caso, te deseo el peor aburrimiento y una carrera llena de insatisfacción.

Anyway, pues nosotros, tú y yo o cualquier parte de ese nosotros, nos reunimos a conversar y filosofar, sea en persona o en las redes, y terminamos agarrados del cuello en trifulcas sobre la utilidad del voto, con una parte de nosotros convencida de que mejor es no participar del circo político y simplemente no votar.

Al no participar de la patraña electora colonial negamos el poder federal a la vez que mantenemos nuestra dignidad al no formar parte de la burla que son los comicios. Me parece esto, con toda sinceridad, lógico y bien intencionado. Ahora, mal abono el orgullo y de él poca cosecha, porque votemos nosotros o no, ELLOS definitivamente lo harán.

¿Qué quiénes son ellos? Pues contratistas gubernamentales, inversionistas políticos, aspirantes a puestos y sus familias, toda la gente que les cree el cuento de la estadidad, pero sobre todo aquel muchacho administrando los seis perfiles falsos en Twitter a quien le prometieron un puesto en la alcaldía y llora de emoción tratando de darle la mano a Rivera Schatz cuando lo ve cabalgar frente a él seguido por las tumbacocos. Ellos, un junte de villanos de caricatura con todo y Minions como sacados de Despicable Me.

Porque créanme, ningún penepé ni sus aliados van a abstenerse en las próximas elecciones. Lleguemos a la coyuntura filosofal que sea, cuán bueno y lógico el argumento contra el bipartidismo, igual, el voto penepé va a suceder y hay un artefacto legal y constitucional, que si bien risible, legitimará el resultado del proceso dando paso a la transición de poderes.

Si reconocemos esto como cierto, votar es el único recurso legal que tenemos en nuestro poder para sacarlos. De lo contrario, seguiremos dependiendo de los resultados del repertorio de siempre: marchar, organizar un open mike, convocar una exhibición de arte político, u organizar la quincuagésima serie de coloquios con la que enfrentar los poderes.

¿Que si pienso que son necesarios? Pues claro, informan, discuten y documentan. Importan, claro que sí. La crítica me incluye y estoy siendo cínico solo en favor de ilustrar lo siguiente: las fuerzas de dominio luchan por ocupar los espacios de gobierno desde los que se accionan leyes, presupuestos, y designaciones. Cualquier espacio o plataforma que se nos concede sin resistencia, o con el apoyo y subvención del estado, tiene poco o limitado alcance sobre esos procesos.

Dice un amigo a quien quiero muchísimo que «Lo que hay que hacer es dejarnos de comer mierda y levantarnos» y sí, lo escucho, siento su convencimiento y me emociona. Por un segundo mi corazoncito telarañoso se sacude lleno de rabia y late en mí la esperanza.

Pero entonces le pregunto: ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿quién de nosotros posee el conocimiento operacional y táctico para dirigir este mítico levantamiento que enfrentaría, con éxito, al total de fuerzas locales y federales? Y él, se inclina el palo sobre la boca y subiendo los ojos apestado no ofrece respuesta, mientras el resto de los presentes mueven la conversación a discutir el último episodio de Succession.

Entonces a ustedes, que son amigos también, les pregunto: ¿vamos a seguir peleando, solamente, con arte y caserolas? ¿Cuántos estamos en una posición económica que nos permita perder días de trabajo para caer a la próxima protesta y permanecer por el tiempo que sea necesario, cogiendo pepper, macanazos y hasta tiros, dejando atrás hijos y familia que nos necesitan, hasta alcanzar un resultado? O será que nos limitaremos a poner un status que diga «Quería estar, pero estoy allí en espíritu», todo muy espectral.

De verdad que no quiero escuchar a otro titulado de tercera generación, que en su vida chambeó un full o ni tan siquiera liquidó una gallina pa una sopa, tratando de invitarme a un enfrentamiento militar por la honra de la patria.

Es un posicionamiento incómodo y que puede leerse malintencionado, pero real, no lo es. Como ustedes quiero un país dónde la prosperidad se arme en torno a decisiones lógicas y sustentables que respondan a los intereses de quienes creen y trabajan por una mejor convivencia.

Votar solamente no va a resolver nada, eso está claro y es cierto. El voto no es el acto final sobre el que resolver las dificultades de nuestras islas, pero sí hay algo de Catch-22 en no hacerlo. Nosotros nos abstenemos pero ellos igual irán y de nuevo ganará un Pierluisi, con ni una tercera parte del voto, que representa a su vez una quinta parte del total de posibles votantes.

En lo personal aspiro a un mundo sin necesidad de instituciones centralizadas que impongan su voluntad sobre la de nuestras convivencias, pero en lo que esas nociones se propagan, popularizan y se convierten en el clamor de la mayoría, ¿qué hacemos? ¿Cómo procedemos a una toma de poder si no es a través del voto?

Si hay una sociedad secreta de la que no sé, que tiene toda esta revolución ya planchá con un plan en una carpeta escondida detrás de la despulpadora de un cafetal en Jayuya y una milicia entrenada on call con pines de estrellas rojas y rash guards Patagonia de la que desconozco, pues díganme, me retracto y no vuelvo a tocar el tema.

Quiero saber si detrás de los slogan hay veracidad o si son parte de una fantasía como tantas que todos armamos para sobrellevar y navegar nuestra impotencia. Tan solo algo que decir para dejar salir vapor de la tetera. Tal vez es que no estoy en el chat de WhatsApp donde coordinan los esfuerzos revolucionarios. Nada, me dejan saber. Sé cocinar, por si están necesitando quién pele papas.

Artículo anteriorEntrevista a Félix Córdova [Tercera y última parte]
Artículo siguienteEl gobierno Lula cercado por las fuerzas retrógradas