En Reserva: “Tumbando a LUMA” y el perreo combativo, ¿pa cuándo?

Foto por: Farrique Pesquera, agosto 2022

 

¡Otra vez se fue la luz: f*cking LUMA! En medio de tantos apagones, tapones por semáforos dañados, falta de internet y agua porque se fue la luz, pienso en el verano del 2019. Me rasco la cabeza pensando ¿qué carajos estamos esperando pa tirarnos a la calle y sacar a LUMA? No quiero reflexionarlo desde mi “yo sindicalista” que tiende a desesperarse, sino desde mi “yo profe de literatura”, desde la sensibilidad de la creatividad.

La rabia colectiva y la indignación que desbordó las calles, plazas y pueblos de Puerto Rico en el 2019 fue acompañada por una explosión lúdica de creatividad e hibridez de insurgencias que mucho tienen que ver con esa generación que no se deja. Esa juventud que aún tiene muy presente la pedagogía lúdica de aprender jugando, que lucha perreando, baila para resistir, que se enfurece con pavera, que desahoga su rabia en la risa de un meme. Fue esa juventud la que convirtió a la universidad en laboratorio de su revolución con dembow intenso en la huelga de 2017, con micrófonos abiertos pa recitar poesía, juegos, fiestas con perreo, talleres de bomba y plena y hasta huertos dentro de los recintos. Adentro de los portones construyeron una “vida” que trascendía las típicas actividades huelgarias “más serias” y proponía ya ese otro mundo que demandaban.

Johan Huizinga explica que lo lúdico no sólo constituye una función humana tan esencial como la reflexión del homo sapiens y el trabajo del homo faber, sino que además la génesis y el desarrollo de la cultura poseen un carácter lúdico que no podemos desatender. Atender y entender mejor la rebeldía lúdica del pasado nos puede ayudar a encender formas de resistencia para este presente.

Zizek dice que: “La revolución no tiene que ser experimentada como la serie de penalidades que tenemos que sufrir para la felicidad y la libertad de las generaciones futuras, sino precisamente como esas penalidades presentes sobre las que esa felicidad y libertad futuras ya proyectan su sombra.” La catarsis política del verano del 19 tras la divulgación del chat “fue cosa seria” pero también muy chévere. Fueron insurgencias masivas, inclusivas, sin aparentes líderes. Hubo organizadores que coordinaron la seguridad, las rutas, pagaron el sonido, entre tantas cosas, (y hay que dar crédito a todas las organizaciones sindicales y políticas que hicieron ese trabajo) pero las multitudes desbordaban esa coordinación y ese caudillismo cedió los micrófonos a otras voces, representantes de un mundo lúdico. El disfrute de las protestas fue esencial para el levantamiento de país.

Hacer de la resistencia un “vacilón” podría significar para muchos una herejía, una degradación de la lucha y una mancha al ímpetu revolucionario. Quizás esto me caliente con la gente más cercana, que crecimos con la idea de “la patria es valor y sacrificio” o “patria o muerte, venceremos”. No obstante, aquella coyuntura política y la creatividad de un pueblo que estaba “jarto”, transformó el concepto de protesta. Surgía de los espacios lúdicos de grupos diversos, que se sintieron convocados a participar de la resistencia. Insertaron sus actividades cotidianas en la lucha para sacar a un gobernante. Las motoras del Rey Charlie, la bicicletada, el 5K por la renuncia, la kayakeada, el namaste en Fortaleza, el yoga aéreo en la autopista, la bomba y plena, los cacerolazos, los cuentos para niñxs en la Calle Resistencia y el perreo combativo frente a la Catedral de San Juan son ejemplos creativos de cómo podemos disfrutar más los procesos de resistencia.

Pedir la renuncia del gobernador electo de Puerto Rico, trascendía su persona. Fue un reclamo en contra de una deuda ilegal, de medidas de austeridad sofocantes, de un colonialismo en esteroides que nos impuso una Junta de Control Fiscal, de la corrupción de un gobierno mediocre e ineficiente que costó demasiadas vidas tras el huracán María. El “chat” fue un detonante para tomar la calle y dirigir toda la indignación a un objetivo concreto: Ricky. En ese “tomar la calle” hubo un empoderamiento y antes de “renunciar” oficialmente ya lo habíamos sacado. Estábamos convencidxs de lograr lo que queríamos.

Verano 2019. Foto por Farrique Pesquera

Ese convencimiento no se da de repente, el “Ricky Renuncia” tiene precursores y se nutrió de otras luchas, de otros espacios y momentos que fueron cuajando una indignación colectiva. De igual manera, esas luchas pasadas son base para nuestro reclamo de hoy contra LUMA y contra la agenda neoliberal de la privatización que tanto nos está costando. Es un caldo que lleva tiempo calentándose, que contiene la indignación de un proceso electoral lleno de corrupción y robo de votos, el coraje de unas restructuraciones y planes de ajuste de la deuda que rompen nuestros bolsillos, de la rabia ante los ataques despiadados a la educación, al magisterio, a lxs estudiantes, a la UPR y a la clase trabajadora. Ese caldo también lleva el desastre pandémico y la privatización de la AEE con el contrato de LUMA, que con 7 aumentos en un año no es capaz de dar un servicio meramente decente porque su objetivo nunca ha sido proveer energía accesible a la gente sino enriquecerse de nuestra crisis.

¿Qué necesita ese caldo para hervir? ¿Cómo traducir la indignación que ya tiene la gente en acciones directas y masivas que hagan temblar a nuestro gobierno y que nos permitan esa rebeldía lúdica y creativa que caracteriza a este pueblo? No tengo la respuesta, pero quizás va por la línea de que nuestros actos de resistencia nos den un poquito de vida plena y nos saquen del “survival mode” de la precariedad, que se conviertan también en espacios donde ya “seamos libres cuando estamos luchando por la libertad y ya seamos felices mientras luchamos por la felicidad” (Zizek).

Contra LUMA Foto por Victor Birriel.

Cuando resistimos de manera lúdica y en colectivo, se crea una cierta magia que cautiva y convoca multitudes. Yo apuesto por esa esperanza. Quienes han denunciado este contrato y sus consecuencias desde el inicio, puede que el cansancio los arrope, pero son una gesta que no se quita y seguirá en resistencia. Quienes aún no han organizado su rabia, llegarán. Quienes aún no sienten rabia, la sentirán. Y ahí estará la calle, esperando a ser tomada. Los zapatistas dicen “vamos lento, porque vamos lejos.” Yo quiero pensar que si esta resistencia de país ante los abusos de LUMA ha tardado tanto en cuajar es porque ese punto de ebullición será volcán.

Voy terminando este escrito mientras salgo a buscar a mis hijes a la escuela. Vamos pa la Calle Resistencia a gozarnos la lucha con la gente brava que ya está tomando las calles.

 

 

 

 

 

 

 

 

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