Entre el grito y la celda: Una historia sobre Lolita Lebrón: voz e imagen

En Rojo

 

La semana pasada tuve la oportunidad de ver, durante mi breve estadía en Puerto Rico, Entre el grito y la celda: Una historia sobre Lolita Lebrón. Quedé fascinada, 1ero porque nunca había tenido la oportunidad de ver la obra teatral en la que se basa y, 2ndo porque considero que es la única manera de llevar al cine la historia de esta formidable e incansable mujer. Para hacer una biografía, para abarcar etapas de la vida de alguien destacadx, para incorporar el sentir de una época es casi imposible seguir las directrices de filmes anteriores que pueden haberse acercado a este complejo quehacer fílmico. Es precisamente el estilo que escogen su director Efraín Rosa y su guionista, productora y protagonista Viviana Torres-Mestey (de un libreto original de Waldo Torres-Vázquez) lo que hace que este breve largometraje (70 minutos) nos revele a un ser tan enigmático como Lolita Lebrón. Por medio de imágenes entrecortadas y una voz imponente no importa las circunstancias, nos adentramos en la intimidad de su mente y cuerpo, ese que estuvo preparada a sacrificar por un ideal del que nunca titubeó.

Viviana Torres-Mestey ha indicado en sus entrevistas que su propuesta de cine “hace una fusión artística entre el teatro y la poesía para entrelazar los aspectos más significativos de la vida de Lolita Lebrón, específicamente antes y después de los actos de 1954.” El recorrido teatral de la obra comenzó en 2013 como “Lolita: un monólogo sobre la vida de Lolita Lebrón” con el auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) y después de múltiples presentaciones en Puerto Rico y el exterior, nos llega su versión cinematográfica. Y, de nuevo, afirmo que el resultado es la única manera de poder tener un acercamiento personal, lejano, público y privado de una mujer que brilló en vida desde antes de los actos de 1954, durante su encarcelamiento y luego en la libre comunidad y todavía hoy nos asombra su valentía y compromiso.

El filme utiliza dos fotos para de ahí partir a contar fragmentos de su historia sin facilitar una cronología: 1) un closeup de su cara envuelta en seriedad y acentuada por el color rojo de sus labios, 2) nuevamente su seriedad, con vestido formal y su grito de “Viva Puerto Rico libre” mientras apunta su pistola al hemiciclo de la Cámara de Representantes. Esa misma formalidad y seriedad se repetirá, junto a Rafael Cancel Miranda, Andrés Figueroa e Irvin Flores, al contestar a toda pregunta: “Vine a Washington a morir, no a matar”. La otra imagen que se repite es la de Lolita en su celda asignada en la prisión de Alderson en West Virginia, pero siempre contrapuesta con las imágenes de Lolita la trabajadora en las fábricas de textiles de New York, las preparaciones personales para el día del ataque al Congreso, los recuerdos de los campos de Puerto Rico, un hijo que desparece en el mar, todo enmarcado frente a las rejas que pretenden callarla y castigarla apartándola de todo lo conocido y querido.

Se establece un balance perfecto entre las imágenes y la voz de Lolita cuando el director y e/la montador/a integran con diferentes ángulos y velocidades el pietaje de época tanto de Puerto Rico como New York y Washington, D.C. Esto da un sentido de la época vivida sin permitir que la narrativa se congele. Lograr esto, en una imagen repetida que a la misma vez hace narrar el pasar del tiempo y los espacios, es un logro fílmico en sí. No es necesario crear un discurso nuevo para Lolita porque el filme utiliza sus propias palabras pronunciadas para el mundo oír e integra sus poemas escritos en la cárcel y recogidos años después: Sándalo en la celda y Grito Primoroso. Esas palabras escritas tienen la misma fuerza que sus declaraciones públicas a través de los años después de su indulto.

La Lolita que se nos presenta en el filme—la mujer enraizada en sus convicciones que nada ni nadie podía hacer titubear—es el recuerdo firme de lxs que la conocimos marchando junto a ella en cada manifestación para sacar la Marina de Vieques. Su vida se presenta a paso acelerado como a veces se siente la vida y los recuerdos imborrables de las experiencias vividas.

Artículo anterior“Yo creo que es momento para que la Junta saque sus maletas y se vaya”
Artículo siguienteHacia dónde va el mundo