Editorial: Educación y diálogo, antídotos a la violencia contra las mujeres

 

El hecho de que la Organización de Naciones Unidas (ONU) marque en su agenda el 25 de noviembre como el Día de NO más Violencia contra la Mujer, y todos sus países miembros lo marquen también con conmemoraciones y actividades diversas de educación y concienciación, resalta la gravedad de un mal social que cada año nos cuesta miles de vidas de mujeres, así como violaciones de todo tipo a los derechos básicos de la mitad de la población del planeta. Debía ser de vergüenza para el mundo entero que hayamos avanzado tan poco en la construcción de sociedades libres de violencia, sobre todo la dirigida a las mujeres y otros segmentos poblacionales vulnerables.

Según datos del Observatorio de Género, en Puerto Rico se habían registrado, hasta el pasado mes de octubre, 62 feminicidios o asesinatos de mujeres este año, lo cual es un promedio de más de 6 asesinatos por mes en los primeros 10 meses del 2022. Esto no incluye las niñas y mujeres reportadas como  desaparecidas, ni tampoco otras formas de violencia física, verbal o psicológica hacia ellas. Ante un cuadro tan desalentador, a veces pensaríamos que, en lugar de avanzar, hemos retrocedido ante las actitudes y conductas violentas que se manifiestan a diario en nuestro entorno.

El recrudecimiento de la  violencia hacia las mujeres va a la raíz del profundo disloque social y económico que ha atravesado Puerto Rico durante los últimos años y décadas. Un disloque que a veces se asemeja a una caldera a punto de estallar, donde imperan el impulso y la irracionalidad. Esa tensión también se advierte en las relaciones entre los géneros y hacia el interior de familias y comunidades.

Las mujeres en Puerto Rico son más de la mitad de la población y conforman mayoría entre las y los graduados de escuela superior y Universidad. Están masivamente incorporadas al trabajo, tanto en el servicio público como en la empresa privada, y cuentan con acceso amplio a los medios de información y comunicación y a las redes sociales. ¿Por qué, entonces, siguen siendo tan vulnerables a la violencia machista y de toda índole? La respuesta a esta pregunta es complicada, porque va a la médula de la historia y de los roles que la sociedad ha asignado por tradición a los géneros. Estereotipos y patrones que ya no son sostenibles en la sociedad actual, y mucho menos en la del futuro.

Detener la espiral de violencia contra las mujeres y las niñas en Puerto Rico es un asunto urgente. Para ello, no hay que inventar la rueda, sino comenzar a implantar las medidas de sentido común que expertas en este tema nos han ido señalando a través de los años. De la misma manera que la educación masiva ha servido para formar a nuestras mujeres en todas las áreas del saber, y prepararlas en diversas profesiones y oficios, la educación con perspectiva de género es la herramienta básica para comenzar la conversación en la que todos y todas debemos participar, sobre los géneros, sus roles y su diversidad en el Puerto Rico de hoy y del futuro.

 

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