Fe, eros y nación en Saciada, de María Arrillaga

 

Por Daniel Torres/Especial para En Rojo

 

 

En el “Capítulo único” de las segundas Moradas, Santa Teresa de Jesús nos dice:

…tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar, para que nos acerquemos a Él; y es esta voz tan dulce, que se deshace la pobre alma en no hacer luego lo que le manda; y ansí, como digo, es más trabajo que no nó lo oír…

Este anhelo constante de comunión con Dios sin poder ignorarlo es lo que se manisfiesta en la Mística Española a través de sus tres vías: purgativa (purificación del alma), iluminativa (someterse a la voluntad de Dios) y unitiva (unión del alma con lo divino).  El poemario Saciada (2019), de la poeta boricua María Arrillaga, publicado en la Editorial Isla Negra, cumple con estos tres estadios de arrobamiento místico a lo largo de sus cuatro partes: I. Camino a la ascética, II. La poeta iluminada, III. La ilusión del abrazo de la unión, IV. Migrar a la historia. Se cuenta cómo vuelve a los derroteros religiosos de su niñez y adolescencia para después de una vida casi alejada del Señor, en la tercera edad, acercarse a la contemplación de lo divino, experimentando la iluminación de la fe en la ilusión de ese abrazo unitivo hasta terminar migrando hacia la historia.  En sus propias palabras lo explica de la siguiente manera: 1- “I. Azótenme, azótenme hasta casi matarme. Antes de que/muera, regálenme el consuelo de los Santos Óleos”…/2- “Me moriré, Señor/Llevándome tantas cosas que no entiendo”/3- “Mi corazón es un círculo impenetrable de oro macizo”…/4- “Hermana avispa/ ¡Saludos!”.  Estos primeros versos de cada una de las cuatro partes del libro nos sientan la pauta para el proceso de transformación de la voz poética a través de una poesía testimonial que da fe de la vuelta hacia el Camino, vocablo usado por los antiguos cristianos para referirse a las enseñanzas de Jesús de Nazaret.  Inicia el poemario con un acto de penitencia y azote público donde la hablante lírica sufre y goza el suplicio del arrepentimiento en una escena dramática que se desarrolla en el Viejo San Juan, escenario junto con la ciudad de Nueva York de los espacios de contemplación de la poeta. En la segunda parte se resigna a la muerte y comienza a purgar sus faltas, pero en la tercera parte su corazón se hace oro macizo en un círculo impenetrable porque ha sido tocado por el Amado y, en la cuarta parte, celebra como San Francisco de Asís la comunión con la naturaleza en el vuelo alegre de una avispa que la visita.

En un lenguaje antipoético, pero también altamente lírico, propio de su estilo literario, Arrillaga nos lleva en una aventura de 230 páginas para ser testigos de cómo una mujer caribeña vive y afirma su fe, su devoción a ultranza más allá de conservadurismos inútiles. Manteniéndose fiel a la estética de su poesía erótica femenina, que ha marcado su quehacer literario desde poemarios como Vida en el tiempo (1974),  Cascada de sol (1977) y Frescura 1981(1981); entre muchos otros, conjuga de una manera admirable tanto lo erótico como lo religioso. Saciadavuelve a la esencia misma de la mística que desde el Cantar de los cantares hasta los místicos españoles como Fray Luis de León, y más aún con el Cántico espiritualde San Juan de la Cruz (“Vivo sin vivir en mí”)  y los escritos de Santa Teresa de Ávila, hablan del arrobamiento del cuerpo como si fuera un orgasmo (como la flecha que va a atravesar a la santa representada en Éxtasis de Santa Teresa(1647-52), escultura barroca de Gian Lorenzo Bernini).  En palabras de María: “Me crece el amor de Jesús/Tanto…”/…/”Reclama mi amor/Cada instante de mi respiración”/… /”Con Él duermo… Incluso a veces siento su fragancia…”/“Pero Él me quiere así/Como en este instante soy”.  Y más adelante celebra este hecho de estar saciada:

El palacio de mi alma abrió de par en par todas sus puertas

Dardos diamantinos acuciaron las ventanas

Ostentando una nación de rosas arrojadas, escarlatas

De mi pubis devenidas

Embriagadas con Tu sangre

Sólo María Arrillaga puede tan espléndidamente conjugar eros y fe desde el espacio femenino de la menstruación para ofrecerla como ofrenda de su devoción ascética.

Otro aspecto, entre los muchos que se pueden destacar en Saciada es la vena nacionalista de la poesía de Arrillaga, quien desde los años setenta hasta el presente se ha pronunciado a favor de la defensa de la cultura puertorriqueña como presidenta del PEN Club de Puerto Rico, en su momento, y secretaria del Comité de Escritores de la Mujer del PEN Internacional.  En varias instancias ilustra en Saciadasu afirmación de lo puertorriqueño, pero siempre en un contexto universal, como en el poema en prosa “Lares 2014” donde hace una crónica de su celebración diaspórica desde Nueva York de esta fiesta patria del Grito de Lares, el único día cuando Puerto Rico fue libre, el 23 de septiembre de 1868, insurrección que fue después ahogada por las fuerzas españolas que dominaban la Isla.  En la “iglesita francesa en Nueva York L’Église de Notre Dame”, en el momento de la oración y la reflexión, en este día singular para los puertorriqueños de izquierda, la poeta celebra ante el altar de Juana de Arco, una de sus tutoras en este viaje místico que es Saciada. Y ante esa mártir nombra “nuestros héroes y heroínas que, como tú, combatieron y ofrecieron su vida por nuestra patria Puerto Rico//Pedro Albizu Campos, Lolita Lebrón, Juan Antonio Corretjer, Clemente Soto Vélez, Blanca Canales… Óscar López Rivera”. Y hermana a estos mártires boricuas con “Nelson Mandela, Mandiba, héroe nacional sudafricano, [quien] afirmó su solidaridad con los héroes puertorriqueños un 21 de junio de 1990”.

Fe religiosa unida a una erótica a lo divino, lucha y compromiso políticos, literatura, arte y voluntad de estilo hacen de Saciada, el último libro de poemas de María Arrillaga, una obra magna porque estar saciada, plena, completa es el ars poeticaque persiguen estos versos.  La portada del libro muestra, con un detalle de La anunciación(1438-45), fresco de Fra Angélico, el momento preciso en que María, la futura madre de Jesús, es saciada ante el ángel Gabriel o llena del espíritu santo para dar a luz al Verbo y luego cuando visita a su prima Isabel, la madre de Juan el Bautista, pronuncia una de las oraciones más conmovoderas de la historia sagrada, El Magnificat: “Magnificat anima mea Dominum…” (“Alaba mi alma al Señor…”). La Virgen está llena del espíritu quien la deja saciada con la semilla del Redentor en su vientre. Otra vez Arrillaga hermana el misterio de la inmaculada concepción con este erotismo a lo divino de la unión del alma con Dios en la figura de la Madre al escoger esta emblemática imagen de Fra Angélico como portada de Saciada.

Ohio University

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