Pandemia y desquite hasta el 2 de enero

 

Por Manuel de J. González/CLARIDAD

Entre 17 de agosto y el 2 de enero Puerto Rico vivirá meses interesantes y muy peligrosos. Tanto el peligro como el interés lo estará protagonizando la persona que resultó contundentemente derrotada en las elecciones primarias del PNP: Wanda Vázquez, gobernadora en funciones desde hace un año. Al no ser candidata ya no tendrá que guardar forma alguna, por lo que su personalidad calculadora y vengativa estará en acción, en ésta ocasión con los poderes del gobierno a su disposición. Mientras ella pone en marcha su desquite desde un gobierno cada vez menos efectivo, el país vivirá lo que tal vez sea el periodo más duro de la pandemia que nos afecta desde marzo.

El discurso que Wanda Vázquez dio la noche de su derrota es un ejemplo muy vivo de cómo actuará a partir de ahora. En ningún momento reconoció la victoria de su oponente ni le ofreció apoyo. En cambio, condenó la campaña que éste hizo, recordándole que un grupo significativo de votantes del partido la apoyó. Le advirtió que tendrá que ganárselos y que para esa tarea no podrá contar con ella. En ningún momento se ofreció a ayudarlo. Todo lo contrario, terminó sus palabras de despedida como candidata recordándole a sus enemigos que será gobernadora “de todos los puertorriqueños” hasta el 2 de enero. Más que un recordatorio, esa última frase fue una advertencia dirigida a Pedro Pierluisi y todos los que le apoyaron

A partir de este momento Wanda Vázquez es una persona sin futuro político, por lo que ya no tiene que guardar apariencias. Y, a pesar de su derrota, conserva el mismo poder que le cayó en la falda hace un año y todo indica que se propone utilizarlo a plenitud. Sobre cómo lo utilizará pocos deben tener dudas.

En todos los cargos públicos ocupados por la todavía gobernadora ha desplegado una enorme capacidad para el desquite y la venganza. Exige lealtad absoluta y quienes no se alineen a sus deseos hace todo lo posible por destruirlos, sin importar la forma. Lo que ocurrió con la exsecretaria de Justicia, Denisse Longo, es el último ejemplo. No tuvo ningún reparo en fabricarle supuestos conflictos éticos para justificar sacarla del medio, una vez se atrevió a investigar sus desmanes desde Fortaleza. Así había actuado antes y así actuará en el futuro.

Todo eso estará ocurriendo precisamente cuando el país necesita a gritos de un gobierno medianamente eficiente. No sólo tenemos ante nosotros una pandemia fuera de control. También sufrimos una virtual paralización de la economía que antes del último golpe ya estaba en depresión, y una Junta de Control Fiscal que vigila y constriñe cualquier intento por mejorarla. Ese estado de cosas requiere de un gobierno efectivo, dirigido por alguien sin agendas pequeñas. El de Wanda Vázquez representa lo contrario.

Al lado de Vázquez en lo que resta del cuatrienio estará el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz. El otrora “tiburón” resultó golpeado en la primaria (quedó a la saga entre los candidatos senatoriales por acumulación), por lo que también tiene por delante su agenda de desquite.

Hace exactamente un año Rivera Schatz, manipulando las cosas desde el Senado, impidió que Pedro Pierluisi ocupara la gobernación, abriéndole el paso a Wanda Vázquez. Luego promovió la candidatura de la novel gobernadora para tratar de detener otra vez a Pieruisi. Todo se le desvaneció el pasado domingo 16 de agosto, no sólo porque su opositor ganó, sino porque en el proceso él pasó a ser un líder de segunda. Pero, igual que Vázquez, conserva su parcela de poder hasta finales de año. Desde allí podrá aprobar y bloquear nombramientos. Durante los meses que le faltan al cuatrienio seguirán actuando como una pareja rencorosa sin que el partido al que dicen pertenecer los pueda controlar.

Pedro Pierluisi salió vencedor en estas primarias.

Respecto a los ganadores de la primaria, se confirma una dupla conservadora en los dos partidos que se han repartido el poder insular durante los últimos cincuenta años. Pierluisi en el PNP es más de lo mismo, una figura gastada y repleta de cuestionamientos. En cuanto al Partido Popular, aunque Carlos Delgado Altieri nunca ha disputado una contienda nacional, es un retrato vivo del inmovilismo político que ha controlado ese partido desde siempre. Entre él y Eduardo Bathia, quien llegó en segundo lugar, hay poca diferencia, aunque en el caso de Delgado se añade un peligroso acercamiento al fundamentalismo religioso y una limitada cultura política, que lo hace manipulable.

La renovación no se asomó a ninguno de los partidos que celebraron primarias, más bien lo contrario. Carmen Yulín Cruz, quien puso su futuro en la balanza para intentar darle un giro distinto al PPD, quedó en un lejano tercer lugar. Cuando se postuló advertí que ese intento de renovación se estrellaría contra la realidad de un partido caducado, incapaz de regenerarse. Así fue.

A pesar de la intensa cobertura noticiosa, alimentada por el fiasco organizativo del domingo 9 de agosto, cuando debieron abortar la primera votación, el bipartidismo no salió fortalecido de su primaria. Los votantes que acudieron a los colegios representaron menos de la mitad de los que votaron en 2016. Es cierto que la pandemia es una explicación para ese bajón, pero el desgaste de ambos partidos también es evidente. El liderato que se confirmó en las elecciones internas, viejo y con las mismas malas mañas, es un buen ejemplo de los males que enfrenta el bipartidismo.

Volviendo a lo que falta del cuatrienio, no olvidemos que en los cuatro meses y medio que tenemos por delante también se estrenará una nueva Junta de Control Fiscal que, tal vez con un militar a la cabeza, vendrá a completar lo que la primera empezó. Tendremos, por tanto, a la dupla de Wanda y Tommy descargando bilis desde sus parcelas de poder, mientras los verdaderamente poderosos, la nueva JFC, nos dicta nuevas recetas de austeridad en medio de la pandemia.

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