Especial para En Rojo
Imagina esto: una isla que en su interior contiene un lago, y dentro de este lago se encuentra otra isla más pequeña, que a su vez alberga otro lago, en el cual se encuentra otra isla aún más pequeña. A estas estructuras geomorfológicas se les conoce como islas recursivas. Luzón, en las Filipinas, es un ejemplo notable. Esta isla alberga el lago Taal, dentro del cual se erige un volcán inactivo que, en su cráter, contiene un lago en cuyo centro yace la Isla del Volcán. Otro ejemplo es Pulau Samosir, en Indonesia, ubicada en el centro del lago Toba, el cual forma parte de la isla de Sumatra. Pulau Samosir es la mayor isla contenida dentro de otra isla, y en ella habitan alrededor de 100,000 personas.
El hallazgo de este tipo de islas es raro y su documentación implica técnicas fotográficas que parecen sacadas del cine. Por ejemplo, en el año 2014, el sensor OLI, a bordo del satélite Landsat 8 de la NASA, identificó una isla recursiva sin nombre. Para lograrlo, el sensor capturó una secuencia de imágenes satelitales en un juego de expansión y contracción de escala. En el centro de este análisis satelital se encuentra una isla en forma de caballito de mar, que mide poco más de 300 metros de oeste a este. Esta isla se sitúa dentro de un pequeño lago, también sin nombre, que constituye una parte considerable de otra isla más grande. Esa isla, a su vez, se refugia en un lago situado a unos 90 kilómetros tierra adentro desde la costa sur de la Isla Victoria. Aquí no vive nadie.
El juego expansivo del sensor evoca, sin saberlo, a la película Powers of Ten (1977), de Charles y Ray Eames. La película comienza con una vista aérea de un hombre y una mujer haciendo un picnic en un parque junto al Lago Michigan, en Chicago. Desde una altura de un metro, observamos a las figuras sobre una manta rodeada de comida y libros. El hombre intenta dormir, mientras la mujer lee uno de los textos. La cámara comienza a alejarse lentamente hasta alcanzar una vista de 10 metros. El alejamiento continúa a un ritmo de una potencia de diez cada 10 segundos, hasta alcanzar una vista de 100 metros, luego a 1 kilómetro, y así sucesivamente, incrementando la perspectiva hasta revelar un campo de visión de 100 millones de años luz. La cámara luego regresa al picnic a una velocidad de una potencia de diez cada 2 segundos, y luego desacelera recuperando su ritmo original para enfocarse en la mano del hombre, pasando por vistas de potencias de diez negativas. Así, sucesivamente, la cámara revela un glóbulo blanco del protagonista y se adentra en la célula sanguínea hasta llegar a los quarks en un protón de un átomo de carbono.
Powers of Ten nos invita a considerar cómo las dinámicas de escala han configurado y reconfigurado nuestra percepción del universo a lo largo del tiempo. Al estudiar estas expansiones y contracciones visuales, nos enfrentamos a preguntas profundas sobre la interconexión y la infinitud. ¿Puede la identificación de islas recursivas hacer lo mismo por nosotros en el Caribe? ¿Cómo puede una vista amplia de nuestro archipiélago revelar las carencias de nuestro entendimiento sobre la región? ¿Cómo puede el zoom hacia el interior de estas islas recursivas redirigir el foco al sujeto caribeño, al puertorriqueño?
Adaptemos la sinopsis de Powers of Ten al contexto caribeño, como posible respuesta a las preguntas planteadas. Ahora imagina esto: una película comienza con una vista aérea en una barriada del centro de Puerto Rico. Desde la altura de un metro, observamos las figuras de un hombre y una mujer acostados en una cama dentro de una casa sin electricidad debido a los constantes apagones causados por la ineficiencia de LUMA. El hombre intenta dormir, pero no puede debido al calor sofocante, mientras la mujer mira su teléfono con la poca carga que le queda a la batería. La cámara comienza a alejarse lentamente hasta alcanzar la vista de 10 metros. El alejamiento continúa a un ritmo de una potencia de diez cada 10 segundos, hasta alcanzar una vista de 100 metros, luego a 1 kilómetro, y así sucesivamente, incrementando la perspectiva hasta revelar un campo de visión de 100 millones de años luz. En el recorrido expansivo, la cámara muestra la barriada a oscuras, luego a Puerto Rico a oscuras, hasta revelar la totalidad del panorama energético global, finalizando con la vastedad del universo. La cámara luego regresa a la oscuridad de la casa a una velocidad de una potencia de diez cada 2 segundos, y luego desacelera recuperando su ritmo original para enfocarse en una gota de sudor de la mano del hombre, pasando por vistas de potencias de diez negativas (por ejemplo, 10 centímetros). Así, sucesivamente, la cámara revela una molécula de agua del protagonista, hasta llegar a los quarks en un protón de un átomo de hidrógeno.
El juego de expansiones y contracciones visuales que se revela tanto en la identificación de islas recursivas como en el documental de los Eames, y su adaptación, también nos obliga a cuestionar quién mira, desde dónde se mira y qué se mira. Este ejercicio de introspección y análisis es especialmente relevante en el contexto caribeño, y más específicamente en el puertorriqueño, donde cada individuo o comunidad enfrenta distintas capas de dominación y subordinación que afectan su identidad y limitan la posibilidad de autodeterminación. La constante reconfiguración de las escalas de observación pone en evidencia las complejas y múltiples relaciones de poder que perpetúan la dependencia.
Las islas recursivas ofrecen un modelo que surge desde el imaginario geomorfológico isleño, permitiéndonos pensar el Caribe en conexión con otros archipiélagos alrededor del mundo y abriendo un espacio para una reflexión global sobre las continuidades y rupturas en las prácticas coloniales y su impacto en las identidades isleñas. Más allá de ser meras curiosidades geográficas, estas formaciones pueden ser vistas como metáforas de las estructuras de dominación colonial que persisten en la región.