La autenticidad y falsedad de las piedras del padre Nazario

 

 

Especial para En Rojo

El padre Nazario no tenía muchos conocimientos relacionados con las inscripciones pictográficas de las piedras talladas que acumulaba en su casa en el pueblo de Guayanilla. En cierta ocasión se comunicó con el Dr. Cayetano Coll y Toste que fungía como historiador oficial de Puerto Rico, y lo invitó a Guayanilla para que observara y estudiara con detenimiento las inscripciones. Coll y Toste era un conocedor del lenguaje escrito de los taínos, pero no pudo realizar el viaje debido a sus compromisos de trabajo como médico en San Juan. Hasta el sol de hoy un equipo de profesionales comandado por el arqueólogo Reniel Rodríguez, se ha dado a la tarea de auscultar no sólo el lenguaje pétreo de ellas, sino la autenticidad de las mismas. Para esta noble empresa ha obtenido la colaboración de entidades privadas, del municipio de Guayanilla y de grupos culturales. Esperamos que esa disposición se mantenga latente en el futuro.

A raíz  de haber conocido la existencia de las piedras a través de una confesión de una anciana moribunda llamada Juana Morales, que según ella era descendiente directa de Agüeybaná, el padre Nazario se vio en la tarea de rescatar dichas piedras escritas. Al parecer, y dada la rareza de las escrituras que ningún historiador ni arqueólogo pudieron comprender en la época, se esgrimieron falsos testimonios, mentiras y difamaciones contra el noble padre. Algunos plantearon que el padre Nazario pagaba a unos jíbaros para que con sus machetes  hicieran inscripciones falsas en piedras para luego pasarlas como auténticas. Posiblemente sus detractores se ampararon en el estudio de lenguas bíblicas que el padre aprendió cuando estudiaba el sacerdocio en la Universidad de Salamanca en España, lo que implica que el padre Nazario sabía más de esa materia que sus detractores, y que fue  el precursor de la epigrafía en Puerto Rico. El padre Nazario descubrió que en las 800  piezas excavadas en Guayanilla, había signos similares a los de la lengua caldea-hebraica de Oriente Medio.

Posteriormente se comprobó que ciertas piedras mezcladas con las auténticas, fueron falsificadas y vendidas al padre Nazario como auténticas, sin él tener conocimiento al respecto. Alphonse Louis Pinart fue un explorador, etnólogo y lingüista francés que vino a Puerto Rico a finales del siglo 19 (1879).    Inspeccionó las piedras del padre Nazario y comprobó que ciertas piedras eran auténticas, pero otras tenían unos rasgos de dudoso origen, lo que dio rienda a especulaciones de que fueron falsificadas por el padre. Y Pinart no estaba lejos de la verdad. Faltaba descubrir quién o quiénes engañaron al padre Nazario para venderle piedras falsas sin que el padre se percatara. Inmediatamente cundió la incertidumbre, y los detractores del padre Nazario  dieron la voz de alarma. En los últimos estudios realizados por el Dr. Reniel Rodríguez con técnicos de distintas nacionalidades y especializados en el campo de la epigrafía, se comprobó que la inmensa cantidad de las piedras eran indudablemente auténticas. Ahora está sobre el quirófanola codificación de las piedras para desentrañar su misterio.

Habría que buscar, pues, cómo fueron algunas falsificadas, dónde fueron falsificadas y quién o quiénes fueron los falsificadores para darle valor científico a las declaraciones de Pinart. Hojeando copias de periódicos de principios de siglo pasado, me topé con una carta de un maestro yaucano llamado Andrés Mattei (periódico El Imparcial, el 8 de julio de 1919, página 8), donde Mattei nos decribe un personaje llamado Curros Quirós, quien aparentemente residía entre el sector Media Quijada del barrio Barinas de Yauco y del barrio Boca de Guayanilla. Escribe que Quirós  “Armado de una lima, su tosco cuchillo y una pequeña sierra, sorprendieron los vecinos al traficante en antigüedades, labrando y dibujando a su manera ciertas piedras que, por su poca dureza, se prestan fácilmente a ser trabajados con instrumentos sencillos como los empleados por Curros. Para quitarle luego el aspecto de recien labrados y disimular los cortes recientes, de la sierrita y del cuchillo, los frotaba y cubría luego con tierra rojiza, que es la que abunda en estos parajes, y las enterraba durante algunos días, siendo suficiente esta pequeña operación para darles la apariencia de auténticos trabajos de los indios…” Anteriormente Quirós le había llevado al padre Nazario algunas piedras auténticas, y cuando no encontró otras, comenzó a falsificarlas para obtener una buena tajada del padre que era ajeno al engaño. Esta investigación realizada por este servidor, es muy importante “porque plantea la primera instancia de falsificación de piezas que se documenta en el Caribe”, según me notificó el Dr. Reniel Rodríguez, custodio y estudioso de las piedras del Padre Nazario o la Biblioteca de Agüeybaná.

Curro tiene diferentes acepciones. En Colombia significa trabajo, en Argentina significa hurto o estafa. En muchos lugares hispanoparlantes (menos en Puerto Rico) la palabra curro es un nombre propio como Luis, José, Ana, etc. También puede ser un “hipocorístico del nombre Francisco. Los hipocorísticos son aquellos apelativos cariñosos, nombres familiares o eufemísticos usados para suplantar a un nombre real, por ejemplo, Anastasio (Tasio), Alfredo (Fredo), Enrique (Quique), Felipe (Pipe), Fernando (Fer, Nando, Ferna), etc.  Si curro es un hipocorístico de Francisco, entonces nuestro hombre se llamó Francisco Quirós. Si se refiere a un estafador como lo fue, entonces Andrés Mattei lo llama como “curro” o “Curros Quirós” como podemos llamar a una persona “El bandido José, el sucio Jorge, la loca Ana, etc.  Llama la atención que la palabra “curros” la escribe en letra mayúscula (Curros) dando la impresión de que es un nombre propio. Recalco que la palabra “curro” no está anotada como nombre propio, como hipocorístico ni como nombre despectivo en Puerto Rico.

Estamos investigando. Lo próximo sería buscar información genealógica del tal Curros Quirós para conocer a fondo su personalidad, su oficio y sus intereses. Esa información nos podría arrojar luz sobre la ubicación exacta donde el Padre Nazario encontró en primera instancia esa colección en el lugar indicado por la india Juana Morales, y que constituye el descubrimiento epigráfico más importante del Caribe en muchas décadas.

Artículo anterior¡Hasta las tetas! parodia político musical de Wilda Rodríguez
Artículo siguiente¡Hasta siempre querido Mateo!