La crisis y los medios de información

La crisis profunda que atraviesa Puerto Rico en todos los órdenes no ha eximido de sus efectos a ninguna persona, grupo o institución. Tras la aprobación de la Ley PROMESA y la imposición de la Junta de Control Fiscal por el Congreso de Estados Unidos, con el Gobierno de Puerto Rico y algunas de sus instancias principales, como la Autoridad de Energía Eléctrica, en sindicatura por virtud del Título III de la Ley PROMESA, y el paso devastador del huracán María en septiembre del año pasado, la crisis ha escalado para todos y todas en este país.

Había ciertos sectores que antes transitaban los problemas del País apenas sin ser afectados y, mucho menos, amenazados, y que ahora se tambalean también ante el embate de la crisis. Entre esos sectores privilegiados e intocables estaban los grandes y poderosos medios de prensa e información en Puerto Rico. Por décadas, y año tras año, sus ingresos millonarios estaban garantizados por una pléyade de anunciantes ávidos que pagaban sin chistar sus exorbitantes tarifas, las cuales siempre estaban amparadas en el espejismo de los estudios y métricas del mercado publicitario: circulación, lectoría, “ratings”, audiencia, y toda esa jerga de términos inventados especialmente para “vender” la eficacia de los medios de información en las sociedades capitalistas del mundo. Esos eran los tiempos de la supuesta abundancia, del despilfarro, de la ilusión de país rico que se vivía y que los medios de información comerciales alimentaban.

Entre dichos anunciantes ávidos estaban los partidos políticos, sobre todo el Partido Nuevo Progresista (PNP) y el Partido Popular Democrático (PPD), cuyas campañas eleccionarias saturaban, y en ocasiones desbordaban, los espacios en los medios de información comerciales, con inversiones que alcanzaban cifras multi millonarias. También figuraban entre los anunciantes ávidos nuestros sucesivos gobiernos coloniales que destinaban gigantescos presupuestos- con dinero público-para auto promoverse, y para re-empacar en disfraces llamativos los servicios esenciales que están obligados a brindar a la población. En esa época de “vacas gordas” se montaron y consolidaron muchos de los conglomerados de información que ahora luchan por sobrevivir. Otros se crearon, crecieron, se realinearon, desaparecieron o simplemente se vendieron a conglomerados extranjeros, razón por la cual casi todas las emisoras de radio y televisión son ahora subsidiarias de las cadenas estadounidenses.

Por eso, el anunciado “junte de medios” en el cual se integraron los principales y más poderosos medios de prensa, radio y televisión del País no debe sorprender a nadie. Son los aún grandes y fuertes protegiéndose entre sí, y dejando fuera a los pequeños, a los independientes, a los contestatarios, a los alternativos, a los que no forman parte de emporios, y a los que no presumen de “objetivos” e “imparciales”, y no ocultan la ideología y los intereses a que sirven.

Dichos grandes medios se juntaron con el propósito de, a “una sola voz”, controlar lo que se publica, lo que se transmite, lo que se informa, lo que en última instancia pretenden dejar instalado en el entendimiento colectivo de nuestra población. Si de verdad fuera su propósito “llevarle a la ciudadanía información clara, transparente y despolitizada sobre temas críticos para el bienestar de los ciudadanos y el futuro del país”- como se expresó en un comunicado-el junte no sería necesario porque esa es la misión y función de cualquier medio de prensa serio y responsable en una sociedad que se llame democrática.

Lo de la despolitización es casi un chiste. Si existe un sector en Puerto Rico que vive y se nutre de la política, pero de la barata, es el de los medios de comunicación comerciales. Hemos sido testigos de su trayectoria. La investigación que sirva para profundizar en las causas y soluciones a los problemas del País ha sido prácticamente abandonada. Por otro lado, si se hiciese el estudio de las pulgadas “columnares” y de los minutos y horas que los medios dedican a las garatas, los chismes, las superficialidades, la adulación, el “faranduleo” y otras tonterías, se darían cuenta por qué también atraviesan una crisis de credibilidad. Cada vez menos son la alternativa para quien busca contenidos desarrollados con inteligencia y honestidad. También son evidentes la información que omiten, el contenido que excluyen, los asuntos que ignoran conscientemente porque no van conforme a las narrativas y “soluciones” que dichos medios favorecen y quieren cifrar en sus audiencias.

Esto, en perjuicio del trabajo esforzado, íntegro y ético de sus periodistas. Cada uno de estos medios cuenta en sus filas con periodistas de excepcional calidad, compañeros y compañeras altamente profesionales y capacitados, quienes hacen un esfuerzo titánico cada día por ejercer su oficio en el interés de la población con entereza, dignidad y apego a la verdad, en el marco constreñido que sus patronos les permiten.

El modelo de negocio de medios de información que una vez existió en Puerto Rico en los tiempos de las “vacas gordas” está en “jaque” no solo por la crisis, sino también por el momento histórico que vive nuestro pueblo. Y aunque, como buenos negociantes, intenten nuevas “estrategias” para sobrevivir, la crisis que nos arropa también ha ido desbrozando el camino y deslindando los campos. Nuestro pueblo poco a poco está aprendiendo a reconocer quiénes lo representan y quiénes no, e instintivamente sabe que los grandes medios comerciales, con su tráfico de información como mercancía al servicio de una ideología atada a los intereses de la metrópolis estadounidense y demás círculos de poder económico, financiero y mercantil, no son la mejor brújula para encauzar su inquietud y aclarar sus dudas en estos momentos.

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