La resistencia como forma de esperanza

Desde este domingo 26, las Iglesias cristianas más antiguas nos invitan a intensificar nuestra esperanza en la realización del programa o proyecto que Dios tiene para el mundo y que nos reveló a través de las diversas tradiciones espirituales. Las comunidades católicas, luteranas y anglicanas empiezan el tiempo del Adviento, o sea, el anuncio de la venida del Señor. En las celebraciones, muchas veces, los cristianos escucharán la palabra vigilancia. Los evangelios piden que nos mantengamos despiertos y atentos. Actualmente eso si puede traducir por nuestra capacidad de resistencia. Resistir es una dimensión fundamental para una vida sana y justa. De otro modo, como reaccionar frente a un mundo que concentra la riqueza en manos de 60 personas y deja más de dos mil millones de seres humanos sin condiciones de una vida digna? ¿Cómo quedarnos indiferentes a la idolatría del mercado que lleva el gobierno de los Estados Unidos a romper con los acuerdos de la ONU sobre el clima? ¿Cómo decirse cristianos y aceptar una cultura que estimula la indiferencia frente al sufrimiento de los otros?

Dicen que alguien es resistente cuando muestra condiciones físicas para suportar un largo camino o vencer obstáculos de la naturaleza. Así como hay una resistencia individual, necesitamos también desarrollar una energía que se exprese en resistencia social y política.  Así, comunidades pobres y sin defesas resisten a la violencia policial y si mantienen unidas en una ocupación urbana o rural. Así, en barrios pobres y violentos de Rio de Janeiro, São Paulo, Buenos Ayres o Bogotá, la juventud organiza grupos de teatro y los adolescentes forman bandas de reggae o hi-hop, músicas a través de las cuales ellos cantan lo que sufren.

En el plan social y político, resistir significa poner en cuestión dogmas y valores de esa sociedad de la acumulación y del consumo. Para eso, es necesario mirar la vida y la historia desde un ángulo opuesto a lo que el sistema dominante presenta. En una sociedad desigual, para cambiar la realidad, es necesario asumir el punto de vista de las personas que viven en la marginalidad, como víctimas de la injusticia social. Es eso que el papa Francisco tiene enseñado. Contraponerse al mundo dominante es una forma de dejarse conducir por el Espíritu Divino. La resistencia profética hace parte del DNA de las tradiciones espirituales y también del Cristianismo. A los cristianos de Roma, Pablo escribió: “No acepten conformarse con ese mundo. Busquen transformarse por la renovación de la comprensión espiritual para experimentar la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios” (Rm 12, 2).

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