En Rojo
Hace unas semanas asistimos a la puesta en escena de La tienda de la nada, una pieza dirigida, coreografiada y escrita por María Collazo. Como conocemos su larga trayectoria partimos de la premisa de que habría una presencia -explícita o refleja- de poesía. Desde el título evocador. Ciertamente escuchamos fragmentos de poemas de José María Lima, Joserramón Melendes y Domingo Dávila.
Entramos al anfiteatro Julia de Burgos con la expectativa de ver representados algunos asuntos que evoca el título. La «nada» puede ser interpretada como un espacio vacío, lo que invita a reflexionar sobre la existencia y el significado de la ausencia. ¿Qué implica tener una tienda de algo que no existe? O en su defecto, ¿no implica la nada una falta que hay que llenar? Brillantemente -¿por su ausencia?- el espacio del Julia de Burgos se abría a la oscuridad y a la “falta” relativa de escenografía. Poderosa forma de activar la imaginación de los espectadores con el texto y la coreografía.
En el público, repleto de estudiantes, los silencios son puro significado. Y escucharlos al final de la obra, articulando sus opiniones, fue un deleite: La idea de una tienda puede relacionarse con el consumismo. Una tienda que ofrece «nada» podría criticar la superficialidad de la sociedad moderna, donde muchas veces se busca llenar vacíos emocionales o existenciales con objetos materiales. Sí, esa es una lectura posible. La tienda de la nada es una obra sobre la búsqueda de sentido. ¿Es una obra sobre el nihilismo y la forma en que las personas encuentran o crean significado en sus vidas? Sí, esta es otra interpretación posible.
Por otro lado, el concepto de una tienda de la nada puede sugerir la idea de que lo que consideramos real o valioso puede ser una ilusión. Quizás la «nada» puede ser vista como un punto de partida para la creación. En un sentido más existencial, puede provocar preguntas sobre cómo de la nada puede surgir algo, explorando ideas sobre la creación del universo y el papel del ser humano en su transformación, o de cómo ocupar espacios con nuestros cuerpo; y hasta como la ideología del consumismo interviene en el espacio y en nuestros cuerpos como una droga tan fuerte como el fentanilo.
La tienda de la nada nace de preguntas que se van creando en el proceso de trabajo ¿Cuál es la realidad, lo que vemos, lo que no queremos ver, lo que no quieren que veamos? Este y otros cuestionamientos resultan en una obra de tres partes: La tienda de la nada; de la fortuna y de la imaginación. En estas tres escenas hay acercamientos a varios asuntos como la pobreza, el hambre, el desplazamiento, el transgénero, el colonialismo.
La primera parte se sostiene con un formidable texto en el que dos personajes dialogantes, con un ritmo verbal perfecto, van creando una trama en la que las referencias a la realidad se alejan de las coordenadas del tiempo y el espacio específicos. Si bien podría considerarse esto como un lenguaje absurdista, más bien me resultó particularmente un guiño a Beckett y a Ionesco. Muy arquetípicos los personajes de modo que la alienación se refuerza. La aparente carencia de lógica de los parlamentos eran, más bien, poéticos, desafiando lo meramente narrativo y factual. Y ese excelente ritmo llena el escenario minimalista y que contribuye a esa atmósfera cercana al teatro del absurdo.
En la segunda parte los elementos visuales -videos- así como las coreografías, van añadiendo capas de sentido a “lo absurdo” como una búsqueda, un viaje -en el sentido metafórico y alucinógeno. La directora y escritora llama a esto una “coreografía de las necesidades”. Se ven representadas las diferentes necesidades y demandas de diferentes grupos marginalizados gestionando el espacio escénico de manera dinámica y des/coordinada.
La obra cierra- pero dejando fisuras abiertas para la interpretación- recuperando brevemente el ritmo dialogante del inicio.

María Collazo nos ha dicho que La tienda de la nada no presenta una solución a las preguntas sobre la realidad actual. Hay más bien, situaciones inventadas que apuntan a una reflexión crítica. Cita a Maffesoli: “Un mundo en agonía que ignora su agonía y se engaña”.
¿Qué eventos destrozan hoy la imagen de la razón humana y hacen tambalear a las ideas utópicas? La guerra por el control en Haití, Congo, Sudán y Gaza. Los personajes de la tienda de la nada intenta equilibrar el universo desde la quietud/inquietud, desde el ver el no ver, desde la paradoja. Me pareció genial cómo se pone en escena la idea de que la mirada no solo trata de ver, sino de cómo los sujetos se relacionan con el objeto de su deseo y las formas de ser visto. Ahí, de manera poderosamente minimalista, aparece la máscara o el artilugio: ¿recuerdan aquel visualizador de discos con imágenes estereoscópicas? ¿El View-Master? Llena el espacio visual nuestro el “juguete” que creaba ilusión de profundidad. Rojo. Pasando entre manos para “ver”. Divertida manera de sugerir las distorsiones de la ideología.

El elenco estuvo integrado por una selección de egresados de diferentes generaciones del curso de Collazo, laboratorio Grotowski: creación, rito y teatro. Adriana Ramírez, Kimberlie Hall, Luis Torres Alicea, Mariana Cabiya, Steven Rey y Yadiel Vispo. La obra estrenó en el Intercambio Internacional de Culturas Teatrales Emancipadas Cusco 2024 en Perú. Agradecidos del trabajo. Ojalá podamos ver La tienda de la nada en otros espacios de la isla.