La violencia de no ver el otro como hermano

Hay muchos estudios sobre la violencia. Hay quien cree que el instinto de la agresividad que genera violencia hace parte del ADN del ser humano. Las tradiciones espirituales enseñan: la naturaleza humana es buena e inclinada al amor. El egoísmo y la violencia son elementos culturales que entraron en la sociedad. Por eso, así como han entrado, pueden también ser superados. En Brasil, a cada año en la Cuaresma, la Iglesia Católica promueve lo que se llama Campaña de la Fraternidad, un intento de ligar la fe con un problema concreto de la actualidad que debe ser afrontado y que es propuesto como ejercicio de conversión personal y comunitario en ese camino para la Pascua. En ese año, el tema es “Fraternidad y la superación de la violencia” y tiene como lema la palabra de Jesús: “Vosotros sois todos hermanos” (Mt 23, 8).

De hecho, superar la violencia es un reto para todos los ciudadanos, no sólo para los cristianos. De hecho, en nuestros países, la violencia cuotidiana crea situaciones que pueden ser comparadas con la de un país en guerra. Y hace 50 años, los obispos latinoamericanos, reunidos en Medellín, han dicho que en América Latina y el Caribe, predomina una “violencia institucionalizada” que es la raíz de las violencias cotidianas. La inmensa desigualdad social, un sistema económico cada día más excluyente y una estructura patriarcal y discriminatoria hasta hoy se convierten en pilares de la violencia estructural de la sociedad. Es bueno que los cristianos sepan: celebrar la Pascua de Jesús no es solamente recordar un hecho del pasado, sino nos llama a construir la fraternidad, promoviendo la cultura de la paz, de la reconciliación y de la justicia, a la luz de la Palabra de Dios, como camino de superación de la violencia.

Cuando vivemos en esos tiempos políticos de una comunicación de masas controlada por la derecha a servicio del imperio, comprendemos porque el papa Francisco insiste que “la Iglesia es llamada para ser servidora de un diálogo difícil que lo mismo en contextos no favorables, nosotros tenemos que mantener”. Cuando en 2014, el Papa reunió a los presidentes de Israel y Palestina para un diálogo, afirmó: “Hemos escuchado un llamamiento y debemos responder a la llamada a romper la espiral del odio y la violencia. Sólo podemos romperla con una sola palabra: hermano Pero, para decir esa palabra, debemos todos levantar los ojos al Cielo y reconocernos hijos e hijas del mismo Padre”.

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