Los confinados en Puerto Rico

 

Especial para CLARIDAD

 

Después de haber estado por quince años en la cárcel Aníbal Santana Merced salió de prisión liberado por la Junta de Libertad de Palabra. Esto último también sucedió con Víctor Fajardo exsecretario de Educación bajo el Partido Nuevo Progresista, quien estuvo doce años preso. En la cárcel Santana se convirtió en escritor y Fajardo volvió a ser maestro.

El primero había sido, según narra en su libro Heridas, dirigente de pandillas de narcotráfico del área metropolitana y otros puntos de Puerto Rico. Fue en la cárcel donde la lectura lo cambió, además de haber encontrado el amor de padre, lo que logró en él una transformación. Estuvo en varias cárceles, conoció la violencia, la traición, la brutalidad policiaca y la violación de derechos humanos. Su sentencia era de más de cien años, pero logró estudiar en la cárcel y defender sus derechos en corte. La lectura lo había convertido en otro hombre. Lo ayudó también el establecer un vínculo con la profesora Edna Benítez quien trabajaba en un proyecto de la Universidad de Puerto Rico y a su vez había sido colaboradora del historiador y sacerdote jesuita Fernando Picó en sus proyectos educativos en las cárceles. Este libro nos invita por fuerza a reflexionar sobre las condiciones carcelarias y las razones de la criminalidad.

En el Perfil de la Población Confinada del 2019  preparado por el Departamento de Corrección y Rehabilitación se ofrecen importantes datos sobre los presidiarios. Un por ciento muy alto se encuentra bajo el nivel de pobreza. El 65.53% de los hombres reportó un ingreso anual de $0.001 a $20,000 al igual que las mujeres. Otro grupo de confinados reportó una entrada de $20,000 a $40,000, aunque este dato debe de aclararse debido a que los estudios de la pobreza en Puerto Rico revelan que hay muchos factores que deben de tomarse en cuenta al establecer  quién es pobre, tales como el acceso a las computadoras, los medios digitales, el Internet, la transportación, los libros y equipo para estudiar, atención sicológica y médica para los estudiantes especiales, acceso a formarse en distintas profesiones y la inclusión a la universidad. La mayor parte de los confinados residían en barrios. “No hay condiciones liberadoras de la pobreza y de acceso al trabajo en las políticas de asistencia social y económica” ha señalado Linda Colón,  estudiosa de la pobreza en Puerto Rico.

Una parte de la población penal tiene discapacidades que necesitan ser atendidas de manera especial. El 14.47% padece de trastornos emocionales, déficits de atención e hiperactividad. El 65.25% de los confinados posee historial de abuso de sustancias controladas. El 20.87% ha sido diagnosticado con una condición mental. Casi el 37% de los presos es muy joven: no tiene más de 35 años. El 29% de los hombres tenía edades de 25 a 29 años, lo que significa que pueden ser catalogados como jóvenes según la Carta de Derechos del Joven en Puerto Rico aprobada por la Legislatura de Puerto Rico en el año 2003. ¿Implica esto que NO deben  ser juzgados en un tribunal de adultos aunque esto contradiga el Código Penal de Puerto Rico? Entiendo que sí.

Los confinados son un sector de la población muy excluido que amerita oportunidades que les permitan insertarse en la sociedad para construir otro futuro colectivo. Las causas sociales  de la criminalidad deben ser mejor comprendidas. “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”, dice Amnistía Internacional de Puerto Rico en su página WEB.

 

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