CLARIDAD
Llenaron el Teatro. Las butacas estaban ocupadas por docentes, estudiantes, amigos y admiradores de la lección magistral y su catedrático. Lo habían esperado afuera, bajo el sol matinal que calienta tenue pero seguro, entre los arcos musgosos del Recinto de Río Piedras. Evocaban, en su espera, un aire nostálgico que solo se respira en anécdotas de otro tiempo, tiempos de La guaracha del Macho Camacho, de La guagua aérea, de una efervescencia social que aún resuena y retumba.
Lo esperaron, a pesar de la aparente demora, hasta el filo de las diez de la mañana, cuando una voz dio rienda suelta al furor de la espera. Un estallido de aplausos, gritos y silbidos arremetió contra el silencio para saludar al maestro de esta gran clase. Estallido que, por cierto, solo fue amainado por los trémolos protocolares de los saludos. Entonces halagaron su legado literario y la sonoridad envolvente de sus textos hasta esbozar todas las proezas loables de este gran escritor. Escritor que se afirma mulato, antillano y borincano, con Luis Rafael Sánchez como nombre de pila.
Pero entre halagos y elogios, también hubo abucheos y clamores. Como anverso, el presidente interino de la Universidad de Puerto Rico, Miguel Muñoz Muñoz, celebró el nombramiento de Luis Rafael Sánchez, resaltando el vínculo firme entre España y Puerto Rico. El mensaje, fuertemente repudiado, fue respondido por consignas como “¡Miguel Muñoz, tú no nos representas!” y “¡Corruptos, cabrones, devuelvan los millones!”. Como reverso, Mayra Santos Febres ofreció una ponencia primorosa en que destacó la hazaña literaria que ha logrado Sánchez en su carrera, destacando, además, cómo el doctor oriundo de Humacao ha dedicado su vida a escribir en español “como lengua prima para la producción de arte y pensamiento en el mundo… pa hacerla más Caribe, más viva, más nuestra”.
Para desdicha de quienes le precedieron, este aluvión de elogios “trincó” al maestro durante el inicio de su mensaje.
Pero no hay inercia que valga con las palabras de este maestro. A solo unas oraciones de haber comenzado, la historia, la prosa, la personificación y una plétora de recursos literarios encontraban cauce común en un mensaje embelesante. Hechizo acompasado que recogió los rasgos de un Caribe parlanchín, pícaro, cuentista y musical.
“El Caribe suena porque su mar emite una melodía polifónica, armonizada por el vaivén del oleaje y los murmullos de los marullos. Reos de esa melodía, hoy celestina, mañana amenazante, pasado mañana homicida, vivimos los nacidos caribeños y cuantos se caribeñizan apenas desembarcan”, leyó el Dr. Sánchez. “El Caribe escribe en todas las lenguas por entre las cuales nada, flota, se zambulle. Incluidas las prestadas como el desinglés, el desfrancés, el desholandés, el sofritado español al que alude El bardo de Old Santurce. Es decir, en las lenguas que, por acá, se criollizan”, continuó.
Con la soltura de siempre, el guarachero por excelencia se paseó entre textos de Alejo Carpentier, Julia de Burgos, Enrique Laguerre y otros autores que conforman el universo literario de las Antillas. Sin hacerse ajeno a la maestría de su oratoria, el Dr. Luis Rafael Sánchez profería cada palabra y cada verso cual nota de pentagrama. A veces, por el privilegio de ser el director de esta gran orquesta apalabrada, tomaba más compases de descanso en lo que aliento le alcanzaba al ánimo.
“Mutinombrado, multitransitado, multiapodado, el Mar Caribe. Que si mar de color, que si mar de las Antillas, que si mar de los deseos. ‘Mar Asombro’, lo tilda la escritora dominicana Lucía Amelia Cabral. Yo lo cristianizo ‘Mar Mulato’. El Mar Mulato conversa, chacharea, conversaciones, monólogos, chácharas de la gente que llega de por allá, de África, de Asia, de Europa, de la Norteamérica anglosajona, del imperio japonés o del Sol Naciente. Gente que procede de las quimbambas. Gente que procede de las sínsoras. Gente que procede del prehistórico carajo y viene a encontrarse con la gente de acá, de las Américas primigenias, de las Américas indias. Mar Caribe, déjame llamarte patria alterna, siendo, como eres, la sede universal del mestizaje. Si lo sabré yo, a quien engendró Luis Sánchez Cruz, un buen hombre de rasgos faciales blancos; si lo sabré yo, a quien parió Águeda Ortiz Tirado, una buenísima mujer, de rasgos faciales mulatos; si lo sabré yo, un hombre jamás con pretensiones de ser blanco o de ser negro, pues mulato siempre me he sabido. Aclaro, mulato boricua, mulato borinquense, mulato borincano. En fin, mulato revestido por las manchas del plátano”, terminó el maestro.
Lo ovacionaron hasta colmar el escenario, las tapias y los predios con un zumbido unísono y fervoroso. El doctor, el maestro, el autor de un país vivido desde las historias dio la primera Cátedra Cervantes, desde su enclave bullicioso en el Caribe, la Iupi.