Miel que me das: «¡Áyax, ay bendito!» – Coro del Áyax de Sófocles

¡Áyax, ay bendito!

 

Famosa Salamina, que vives feliz,

tocada por los mares,

conocida por todes, 

yo, desdichado hace tiempo

duermo en la falda del monte Ida, incapaz 

ya de contar las lunas,

deshaciéndome en el tiempo,

sosteniendo una mala esperanza:

que pronto Hades invisible, el que aparta los males,

me termine.

Y Áyax, sin cura, está sentado 

junto a mí, ay ay ay, 

en su concierto de locura enviada por los dioses.

Era fuerte cuando lo enviaba a la guerra, a ese Ares furioso;

ahora se comporta como ganado

y causa mucho dolor a sus amigos.

El trabajo de sus manos, que antes fue una gran virtud,

ha caído,

ha caído, hostil contra los hostiles,

los miserables atridas.

Su vieja madre,

cuando escuche que su hijo está muy enfermo, 

que muge en su mente—

¡ay bendito! ¡ay bendito!—

pobre, no será el triste lamentar 

de la golondrina lo que cante, no,

cantará un treno desgarrador y ruidos sordos 

caerán sobre la lira de su pecho,

y habrá desgarres de cabellos grises. 

Este enfermo sin remedio estaría 

mejor cobijado en el Hades.

Vino de una familia noble y fue el más valiente 

entre los atormentados aqueos.

Ya no se aferra a su acostumbrada ira, 

está fuera de ella.

Pobre padre, todavía no te enteras,

de la triste locura de tu hijo,

que ningún eácida padeció, excepto él. 

 

Coro del Áyax de Sófocles (ll. 596-645) en traducción de Cristina Pérez Díaz

Dibujo original en tinta sobre papel de Emanuel Torres

 

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