«Museo Animal’

Entré al museo y recorrí las 425 páginas de la galería. En la primera sala encontré a un insomne narrador protagonista que recibe un paquete importante: una serie de carpetas manila que contienen la colaboración artística de su amiga recién fallecida, Giovanna. Desde su introspección se sostiene un lirismo sólido y mágico:

La madrugada, pienso, hace temblar las imágenes. Todo gana cierta ambivalencia y cierto toque onírico: como si la falsa luz de los faroles suspendiera el tiempo real y le regalara a la realidad cierta aura de posibilidad.

El lector permanece observando estas imágenes detenidamente, como óleos que cuelgan de una pared familiar. La inmersión en el aparato reflexivo del personaje nos coloca muy de cerca a lo que transcurre. Llegamos a lo íntimo y presenciamos los autodescubrimientos como quien se acerca al fuego por primera vez. El recuerdo de Giovanna que se dibuja en la memoria todavía yace como una pintura fresca. Sus ojos «se niegan a ser algo más que ojos».

Continúo la travesía. En la segunda sala hay un fajo de papeles, cartas, recortes de periódico, citas, fotografías, listas… es el rompecabezas que el protagonista debe organizar. Este artilugio de Fonseca empapa la mayor parte de la novela y obliga al lector a sentirse cómplice, a colaborar. Comenzamos a intuir junto al narrador, qué significan los hallazgos, cuál es su pertinencia para la reconstrucción de la exposición artística. A medida que pasamos las páginas nos sumergimos en otras pequeñas salas, en historias dentro de la historia que se sirven del camuflaje y la farsa.

¿Quién es realmente Giovanna? ¿Cuál es su verdadero nombre? Ella contestará: «Carolyn Toledano. Pero decir verdadero es no entender nada de lo que he dicho». Su estancia en una selva latinoamericana juega un papel importante para desentrañarlo. La creación de noticias falsas también. Todo el misterio desemboca en una extraña y fascinante sala, desde donde se exhibe el tríptico Giovanna- Virginia-Viviana. Camaleónicas, pactan un ejercicio de reflexión acerca de cómo el sistema político puede ser una farsa. Además, el juego de máscaras se piensa desde el individuo y su relación con el mundo. Hay otra sala reservada para nosotros, donde es posible que nuestras miradas se confundan con las de otros seres.

Sin duda, se trata de una obra ambiciosa cuyos méritos trascienden el ejercicio de la novela polifónica en sí, más bien emergen de una poética hermosa y fructífera. Me atrevo a afirmar que Carlos Fonseca poco a poco se convierte en uno de los novelistas cumbre de la narrativa puertorriqueña actual.

La autora es profesora universitaria (UPRRP). Ha publicado el poemario Ciutat (2017)

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